Sermón completo:
Primer Domingo después de Navidad
Isaías 61:10-62:3; Salmo: 147; Gálatas 3:23-25; 4:4-7; Juan 1:1-18
I-Introducción: Cada uno de los evangelios comienza con un relato de los orígenes de Jesús. Marcos nos presenta a Jesús como adulto, diciéndonos que Jesús era “un hombre de Nazaret” cuyo advenimiento cumple la llegada del proyecto de liberación salvífica de Dios como lo predijo el profeta Isaías. Las narraciones de Mateo y Lucas comienzan aún antes, arraigando la concepción y el nacimiento de Jesús en las profecías de la antigüedad y en la voluntad de Dios de liberar a la humanidad. Juan, sin embargo, lleva su relato de Jesús, el Verbo, al principio mismo de los tiempos. Antes de que se creara nada más, él fue creado.
II-¿Qué significa que el Verbo se hizo carne? Juan 1:14 es uno de los versículos más importantes de la Biblia. Dice: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotr@s. Hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo, que vino del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Cuando Juan dice que «el Verbo se hizo carne», se refiere a que Dios asumió la humanidad a través de Jesús. El Verbo (o la palabra) no sólo parecía ser humano; el Verbo se hizo carne. Esta afirmación sorprendió a la mente griega para quienes la separación del espíritu divino y el mundo mundano era un proverbio de creencia. Pero la segunda frase es igualmente sorprendente para el pueblo judío. Este Verbo habitó entre nosotr@s y reveló su gloria. Este verbo para morar se emplea en el Primer Testamento griego para referirse al tabernáculo de Dios.
III- ¿Qué podemos aprender del Verbo hecho carne? Estos versículos de las Escrituras son quizás algunas de las palabras más importantes jamás escritas. El primer capítulo del Evangelio de Juan está repleto de afirmaciones resonantes sobre Jesucristo, la relación de Dios con el mundo, y el carácter de la humanidad. Exploremos cada uno de estos.
1. Veamos lo que podemos aprender sobre Jesús en esta narrativa bíblica. En la reflexión cristiana primitiva, el catalizador para pensar sobre la identidad y la misión de Cristo fue la resurrección. Jesús había sido vindicado y la verdad de sus afirmaciones estaba asegurada, porque Dios lo había librado de la tumba. El hecho de la resurrección y el fracaso de la cruz para derrotar a Jesús se convierte en el centro de la predicación del Nuevo Testamento a lo largo del libro de Hechos. El discurso de Pentecostés de Pedro encuentra su punto crítico en el punto en que se describe a Jesús como rescatado de la tumba: “No fue abandonado en el sepulcro, ni su cuerpo sufrió corrupción” (Hechos 2:31).
Pero no pasó mucho tiempo antes de que la reflexión migrara a los primeros años de la vida de Jesús. Las primeras narraciones escritas se centraron en la historia de la Pasión y proporcionaron una respuesta a la pregunta apremiante: ¿Por qué fue crucificado Jesús? Y si exhibió poder sobre la tumba, seguramente este poder fue evidente durante su ministerio.
Así, los Evangelios exploran otras preguntas: ¿Cuál fue el carácter de la presencia de Dios con Jesús en la tierra? ¿Cómo explicamos su papel mesiánico en el judaísmo? La obra de Marcos, Mateo y Lucas comenzó a responder estas preguntas, pero había una línea más de investigación que llevó la reflexión cristológica un paso más allá: ¿Tuvo Jesús una preexistencia? Las historias de la natividad de Mateo y Lucas abren esta discusión directamente, pero le correspondió a Juan dar una explicación teológica completa. La primera parte de Juan es el estudio más completo y explícito de la preexistencia de Cristo en el Nuevo Testamento.
La importancia de Jesús no reside simplemente en su capacidad de ser un poderoso hacedor de obras poderosas. Tampoco está en su sabiduría de gran maestro. Más bien, Jesús es Dios hecho carne. Es decir, el fenómeno de Jesucristo es un fenómeno diferente a todo lo que el mundo haya presenciado antes. Él es Dios en descenso, Dios que entra en el contexto de la humanidad.
Al principio, esto puede parecer obvio para quienes se han criado en el ambiente cristiano, pero hoy simplemente no se puede dar por sentado que los hombres y mujeres comprendan verdaderamente las implicaciones cristológicas de la teología de la encarnación de Juan. De esta doctrina de la elevada divinidad de Jesús —una divinidad anclada en la preexistencia— surgen una serie de temas teológicos que debo insistir cuando aplique este texto.
Por lo tanto, la redención no es un evento humano divinamente inspirado que se propone aplacar a Dios. La redención es Dios mismo obrando en el mundo, logrando sus propios objetivos para reparar las consecuencias del pecado y devolver a la humanidad a la relación consigo mismo.
2. Ahora notemos lo que aprendemos sobre la relación de Dios con el mundo. En lo alto de la agenda teológica de Juan está su interés en explicar el rechazo de Jesús por parte de un liderato en el judaísmo y el Imperio Romano: un rechazo que conduce a la cruz. Para Juan esto no significa que Jesús haya fracasado de ninguna manera; más bien, descubre el carácter del mundo (un lugar de oscuridad) y revela cómo reacciona el mundo cada vez que es penetrado por la luz.
La visión del mundo de Juan es estrictamente dualista: las fuerzas de la luz y las tinieblas, el bien y el mal, Dios y Satanás están enfrentados entre sí hasta tal punto que no puede haber compromiso. La teología del mundo de Juan es su vehículo para explicar el rechazo de Jesús (1:11), el fracaso de la mayoría en entender las cosas de Dios (1:10), y la hostilidad de personas en el mundo en general cuando las cosas de Dios son puestos en primer plano (1:5).
Juan escribe: “La luz vino al mundo, pero [la gente] prefirió las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas” (3:19). En resumen, la oscuridad es una descripción teológica que traiciona los compromisos y las confusiones del mundo. Por eso Nicodemo, que apenas puede entender a Jesús, viene “de noche” (3:2). Y después de que Judas traiciona a Jesús, sale del Cenáculo hacia la noche (13:30). Estos son recursos literarios que Juan emplea para hablarnos sobre el ambiente en el que estos dos hombres viven y trabajan: “Pero los que caminan de noche tropiezan, porque no hay luz en ellos” (11:10).
Al llevar este pasaje al mundo moderno, necesito mantener la cosmología de Juan, su teología del mundo, en primer lugar, en mi pensamiento. El mundo se opone a la luz. Sin embargo, a pesar de la condición hostil y desesperada del mundo, Dios ama al mundo y ha entrado en él para salvarlo (Juan 3:16-17). El mundo es, por tanto, un término teológico para la humanidad opuesta a Dios. “De tal manera amó Dios al mundo” no se trata del amor de Dios por la naturaleza, sino del amor de Dios por aquellas personas que están en su contra.
3. Y notemos lo que aprendemos sobre las posibilidades para la humanidad en esta narrativa bíblica de Juan. El tercer mensaje de Juan es su teología de la esperanza. La condición desesperada de la humanidad se opone a la bondad de Dios y sus propuestas hacia el mundo en Cristo. Sólo esto, esta intervención sobrenatural, es la única posibilidad para los hombres y mujeres de hoy.
Las tinieblas del mundo no pueden vencer a la Palabra (1:5) porque la Palabra creó el mundo y comprende todo lo que ha entrado en él (1:3). Esta es la esperanza a la que se aferra Juan: a pesar de la caída y la corrupción de la humanidad—una corrupción en el corazón mismo de las cosas, a pesar de la hostilidad de la humanidad hacia Dios y su creación—sin embargo, Dios da poder a hombres y mujeres para ser transformadas y convertirse en sus hijas e hijos (1: 12). Esta es la esperanza para un mundo que vive en la desesperanza: que, a pesar de la oscuridad, una Luz brilló y esta Luz trabajó para iluminar a muchas personas. A pesar de la oscuridad, la gloria de Dios irradió en el mundo (1:14b), mostrando la gracia y la verdad de Dios (1:14a).
Este es un mensaje esencialmente moderno porque vivimos en una cultura desesperanzada que busca esperanza. Para algunas personas, la esperanza ha estado anclada en los sistemas y posibilidades humanas. Pero la realidad en nuestra sociedad contemporánea es que las políticas neoliberales han destruido esta esperanza y la iglesia con una teología no encarnada del Jesús liberador trata de mantener al pueblo anestesiado ofreciendo un cielo en el más allá, sin repercusiones en el presente.
El pecado del neoliberalismo erróneamente se basa en afirmaciones de que la mejor forma de garantizar el bienestar y el progreso humano es aumentando la libertad empresarial, la responsabilidad individual, la propiedad y el libre comercio, manteniendo al mismo tiempo la participación del gobierno y el Estado en los asuntos económicos al mínimo. En otras palabras, quitar la inversión social. Esta se ha convertido en la ideología político-económica dominante en todo el mundo en las últimas décadas y de una manera alarmante la iglesia como institución ha recibido, protegido, bendecido y globalizado esta ideología de opresión y explotación la cual contradice los fundamentos del Evangelio Social de Jesús. Estas políticas son desesperanzadoras para humanidad.
Sociólog@s, psicólog@s y politólog@s han presentado datos correlacionales que muestran que los sistemas sociales como el neoliberalismo que crean desigualdad socioeconómica tienden a tener efectos perjudiciales en la educación de l@s ciudadan@s, aumenta las tasas de encarcelamiento, obesidad y violencia, afecta negativamente la salud física y emocional. Una manera ficticia de compensar todo este desastre ha sido la teología de la abundancia en la cual se le atribuyen razones individuales para tener o no tener dinero. Si estas bien con Dios tienes dinero, y si no tienes es porque algo malo estas haciendo. Este invento de nuestro sistema capitalista destruye la humanidad de la cual Jesús nos habla en su proyecto de encarnación cuando la palabra se hizo carne. Y a esto se suma el nacionalismo cristiano con su creencia de que la nación estadounidense está definida por el cristianismo y que el gobierno debe tomar medidas activas para que siga siendo así. Nada nuevo, esto es parte de la Doctrina Monroe y el Manifiesto Divino que se inventó la clase dominante en Estados Unidos para justificar su imperialismo cristiano por todo el mundo. Y por desgracia, aquí en Puerto Rico, una colonia de Estados Unidos, nos encanta copiar y celebrar estos disparates socio-políticos.
Definitivamente tenemos un gran reto en nuestras manos de combatir nuestra vagancia socio-espiritual de no hacer nada. Me parece una gran oportunidad de que la Palabra siga haciéndose carne tomando por ejemplo para nuestras resoluciones 2014 la agenda Nuestra Agenda Común, propuesta presentada por el secretario general de las Naciones Unidas, en donde se hace un llamado a un nuevo contrato social con las siguientes características:
• Feminista, orientado a cambiar las relaciones de poder de género y abordar las múltiples formas de discriminación.
• Basado en la justicia social, para atacar las desigualdades generalizadas y volver a equilibrar las economías en favor de los derechos y las necesidades de las mayorías.
•Ecosocial, para reconocer que los seres humanos no estamos disociados de la naturaleza, sino que formamos parte del ecosistema de la Tierra que debemos preservar.
• Global, basado en la solidaridad y el bien común, con el reconocimiento de la interdependencia del mundo y de que nadie está a salvo hasta que todas las personas estemos a salvo
Por esto la necesidad de poder seguir haciendo carne la palabra de Dios porque el encuentro y reencuentro con Jesús comienza aquí en la tierra dejando ver el rostro del amor de Dios. Sigamos construyendo un mundo diferente y mejor, aquí y ahora. Felicidades. Amen & Ashé.