Sermón completo:

Quinto Domingo de Cuaresma: 17 de marzo de 2024

Jeremías 31:31-34; Salmo: 51:1-13; Hebreos 5:5-10; Juan 12:20-33

El texto del Evangelio para el quinto domingo de Cuaresma es Juan 12:20-33, cuando algunos griegos aparecen y dicen: «Queremos ver a Jesús». Es una historia fascinante, con giros sorprendentes, cada uno de los cuales merece meditación.

cualquiera que sea su lugar en el camino hacia la fe, su petición es algo que los cristianos de hoy harían bien en tener presente.

Quieren ver a Jesús. No quieren un discurso teológico, incluso si eso es lo que Jesús les dio cuando lo vieron. Creo que ponen en palabras lo que toda persona no cristiana necesita, lo quiera conscientemente o no. Y cuando las personas que no son cristianas se encuentran con una persona que sigue a Jesús, esto es una buena oportunidad para satisfacer esa necesidad exacta: mostrarle a Jesús.

Eso podría significar un cariño sincero. Podría ser darle la bienvenida a alguien que no se sentiría bienvenid@ dentro de una iglesia. Podría significar atender las necesidades tangibles de alguien como lo es el comer, tener ropa, tener un lugar donde vivir, ser aceptad@ en la sociedad, etc. O podría simplemente significar ser exactamente quién eres. Después de todo, estás en el camino de la transformación a la imagen de Cristo.

Pero de una forma u otra, muéstrales a Jesús. Ese Jesús que sirve y acompaña en medios de los problemas del diario vivir. Esta es una muy buena invitación.

Es interesante el cómo a través de los años se transmite el entusiasmo de las personas a lo largo de los siglos por encontrarse con Jesús, o sea, poder verlo.

Abundan las explicaciones psicológicas para tales visiones. Muchas de estas explicaciones citan la pareidolia, la tendencia a imponer significado donde no lo hay, a menudo viendo caras en objetos inanimados, como un hombre en la luna. En este sentido, y sólo en las últimas décadas, Jesús ha aparecido, entre otras cosas, en manzanas, helados, queso asado, panqueques, patatas fritas, pizza, pierogis, pan de pita, pretzels, palitos de pescado, cheetos y, quizás la más famosa sea una tortilla.

La mayoría de los cristianos entienden que esto significa que, si vieran a Jesús, no se parecería al hombre del famoso cuadro de la figura sentada de “La Última Cena” de Leonardo da Vinci. Las visiones de Jesús que a los cristianos se les dice explícitamente que busquen no son sobrenaturales ni espectrales sino humildes y humanas: se nos ordena buscar a Cristo en el rostro de los demás.

En el Evangelio de Mateo, Jesús dice a sus discípulos: En verdad, todo lo que habéis hecho por uno de estos hermanos míos más pequeños, por mí lo hicisteis. Es fácil ver a Jesús en quienes nos muestran amor, bondad y misericordia. Pero ¿con qué frecuencia vemos verdaderamente el rostro de Cristo en aquellas personas con quienes no estamos de acuerdo? ¿Con qué frecuencia vemos el rostro de Cristo en nosotras y nosotros mismos?

Cuando no ves a las personas como personas, sino como objetos, estamos en peligro. Hay muchas personas que hemos puesto en los márgenes de la sociedad, de quienes preferiríamos apartar la mirada. Al alejarnos de las personas marginadas nos estamos alejando del rostro de Jesús.

Recuerdo en una ocasión en la ciudad de Nueva York que un hombre me detuvo para pedirme dinero. Sin mirarlo, saque mi cartera, busque un dólar y se lo entregué. Todo esto sin hacer contacto visual. La persona empujó mi mano y me dijo: te molesta mirarme. Hermanos y hermanas, aquí comenzó una experiencia de transformación cuando lo miré a la cara y comencé a ver la cara de Jesús humillada y despreciada. Y aun más, comencé a escuchar en mi cabeza una voz que me decía: ¿Qué vas a hacer con estas realidades de dolor en la que la imagen de Jesús está siendo oprimida y despreciada? ¿seguiré contemplando, o cambiare esta realidad?

En otras palabras, si vas a darle algo a una persona sin hogar en la calle, no le arrojes simplemente algunas monedas o un billete”. Primero, mírele. Mírale atentamente y ve en esa persona el rostro de Jesús. Porque es a quién le estás dando esta pequeña donación. La mayoría de nosotr@s simplemente pasamos junto a estas personas como si fueran invisibles. Pero piensa en esto por un momento: si te relacionas con ellas, estás diciendo: «Aquí hay otro rostro de Jesus». Aquí hay una persona real’”.

En lugar de mirar a Jesús como un espíritu entre nosotr@s, debemos buscarlo en el rostro de las demás personas. La persona humana es el mayor signo de Cristo entre nosotras.

De hecho, el cristianismo se destacó como único en el sentido de que veía que el rostro y el cuerpo humanos eran reflejos de Dios. A veces, la Iglesia tuvo que luchar contra aquellos que eliminaban y destruían todos los iconos y estatuas no sólo de la vida de la iglesia, sino de la sociedad en general. La Iglesia denunció con razón esta iconoclasia como una herejía, pero como todas las herejías tenía una pizca de verdad. Los iconoclastas, como algunos musulmanes, judíos e incluso algunas religiones orientales, entendían que, si una persona podía crear una imagen del hombre en una pintura, una moneda o una estatua, significaba que estaba intentando crear una imagen de algo sagrado. Tenían razón hasta cierto punto.

Santa Teresa de Calcuta vio el rostro de Jesús en las personas pobres a las que ella y sus hermanas servían. Yo en este momento sigue viendo a Jesús en cada persona victima de las guerras y genocidios. Muy en particular veo a Jesús en cada hermano y hermana palestina que esta siendo masacrada en Gaza en este momento. Y esta dolorosa realidad me invita a que haga algo, aunque sea destruir la indiferencia y romper el silencio que me hace cómplice de ocultar que más de 30,000 personas han sido masacradas. Por esto denuncio que esto no es una guerra ni es una respuesta al 7 de octubre, esto es un genocidio contra el rostro de Jesús.

Hermanas y hermanos, la Cuaresma es un buen momento para afrontar el desafío por un lado de poder ver el rostro de Jesús en otras personas y por otro lado, de poder proteger ese rostro de Jesús. Es una Cuaresma de poder reconocer a Jesús en el rostro de las demás personas.

Por esto Jesús está en el rostro de la persona condenada a muerte. Jesús está en los rostros de quienes están en prisiones, cárceles y centros de detención de inmigrantes. Jesús está trabajando en los campos, las fábricas y los edificios de oficinas. Jesús está en las personas migrantes y refugiadas que cruzan mares y fronteras en todo el mundo. Jesús está en quienes están recién llegado tratando de establecer una vida segura y estable. Jesús está en las salas de emergencia, los hogares de personas ancianas y las clínicas. Jesús está en las personas políticamente oprimidas y perseguidas por sus creencias. Jesús está en los rostros de aquellas personas que son traficadas por trabajo, sexo y órganos corporales. Jesús sufre en aquellas personas atrapadas en conflictos, guerras, hambrunas y miedo. Jesús está en aquellas personas que son intimidadas, acosadas sexualmente y discriminadas. Jesús está frente a aquellas personas con quienes no estamos de acuerdo, nuestros oponentes y nuestr@s enemig@s. La lista podría seguir y seguir; porque estas personas, hermanas y hermanos, han llegado a tu a mi pidiendo ver a Jesús. Sigamos construyendo un mundo mejor, viendo el rostro de Jesús en todas las personas.

Amen & Ashé