Sermón completo: Decimonoveno Domingo después de Pentecostés; Propio 21
Ester 7:1-6, 9-10; 9:20-22; Salmo 124; Santiago 5:13-20; Marcos 9:38-50

La semana pasada los discípulos discutieron entre ell@s sobre quién era el más grande (Marcos 9:30-37). Esta semana (Marcos 9:38-50) se están quejando de una persona, que se convirtió en un reto para su estatus, poder y reconocimiento y esto despertó los celos. Es aquí en donde l@s discipul@s se convirtieron en piedra de tropiezo. En el contexto espiritual, ser una piedra de tropiezo implica alejar a otras personas de su relación con Dios y ser un obstáculo en su crecimiento espiritual.

Me pregunto si esto no será una variación de la discusión de la semana pasada. Recuerdas cómo terminó, ¿verdad? Terminó con Jesús tomando a un niño en sus brazos y diciendo: “El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió”. También puedes recordar que dije que el niño es un símbolo de vulnerabilidad, impotencia y dependencia de otras personas.

El evangelio de hoy (Marcos 9:38-50) es una continuación y parte de la historia de la semana pasada (Marcos 9:30-37). Es una historia contada en dos semanas. Jesús y los discípulos y discípulas siguen en la misma casa que la semana pasada, el niño sigue en el regazo de Jesús y Jesús sigue profundizando y llevando la conversación hacia el interior.

Sin embargo, Juan quiere que la conversación se centre en este otro personaje, este obstáculo o reto. “Maestro, hemos visto a alguien que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no nos seguía”.

¿No es eso lo que a menudo hacemos o queremos hacer con nuestros obstáculos? Trazamos líneas en la arena, hacemos un círculo alrededor de los carros, nos dividimos en nosotr@s y ell@s y tratamos de detenerles. Veo que eso sucede en el mundo de hoy. Lo leo en las noticias y yo también lo he hecho. He sido Juan, ¿no lo has hecho tú?

Sin embargo, Jesús adopta un enfoque diferente. Borra la línea y agranda el círculo. No está tan preocupado por la otra persona que nos hace tropezar. Su preocupación se centra en nosotr@s, no en la otra persona, y esto es doble:
Y no se trata solo de mirarnos a nosotr@s mism@s como piedras de tropiezo individuales. Las piedras de tropiezo más grandes son sistémicas. ¿De qué manera el sistema legal es una piedra de tropiezo para la justicia para todas las personas? ¿De qué manera nuestro sistema socioeconómico y economía de mercado ha creado un tropiezo para mantener a millones de personas en la pobreza? ¿De qué manera el patriotismo se ha convertido en una piedra de tropiezo para la libertad de otras personas? ¿De qué manera la Iglesia promueven y bendicen factores sociales y ambientales opresores que discriminan? ¿De qué manera la Iglesia es una piedra de tropiezo para la igualdad a lidiar con mujeres, personas negras, personas LGBTQ, personas con discapacidades motoras, sensoriales, intelectuales o cognitivas, psicosocial? ¿De qué manera la Iglesia es una piedra de tropiezo para puedan conocer a Jesús y la vida que él ofrece al mundo? ¿Y de qué manera tú y yo hemos participado y perpetuado esos y otros obstáculos sistémicos y espirituales?

A mí me parece que las agendas de exclusión que ponemos en nuestras iglesias y discipulados son piedras de tropiezo. Se supone que las iglesias son comunidades que representan el amor infinito de Cristo —y muchas de ellas lo hacen—, pero ciertos grupos de personas parecen ser continuamente ignoradas, marginadas, subvaloradas y simplemente perdidas dentro de las iglesias. Las estructuras de liderazgo, las expectativas sociales, los valores religiosos y las tradiciones dentro de las comunidades de fe tienden a favorecer a algunos grupos, pero no a otros, lo que da como resultado discriminación en lugar de igualdad, exclusión en lugar de aceptación y prejuicio en lugar de justicia. Es por esto por lo que siento la obligación de rechazar lo que por ahí llaman el nacionalismo cristiano, una distorsión del evangelio de Jesús que se caracteriza por la supremacía blanca y masculina, heterosexismo y el rechazo, el odio y la violencia. El movimiento MAGA (Make America Great Again) es parte de este disparate teológico sociopolítico. Dejemos de ser piedras de tropiezo.

Yo sé que esta no es una conversación fácil ni cómoda y no me gusta más que a ti. Es un trabajo duro. Pero es necesario que nos preguntemos: ¿De qué manera hemos hecho que nosotr@s mism@s o alguien más tropiece? ¿Y qué deberíamos cambiar o dejar de hacer para alcanzar una mejor versión de nosotr@s mism@s?

Ester: Estos son los cuatro principios que he observado en la historia de Ester.

  1. Dios tiene un plan especial para tu vida.
  2. A veces tendrás que ir en contra del sentido común, en contra de lo que otras personas te aconsejan, incluso en contra de lo que tú quieres hacer para seguir el plan de Dios.
  3. El momento de seguir el plan de Dios es ahora.
  4. Confiar plenamente en Dios trae grandes recompensas.

Santiago: Santiago nos recuerda que nuestras vidas están acomodadas en Dios, que están siempre bajo el cuidado de Dios, que Dios, compasivo y misericordioso, las sostiene y las bendice. Cuando sufrimos, cuando nos sentimos abrumados, cuando estamos estresados, ¿cuál es nuestro marco de referencia? Santiago dice: oremos. Cuando estamos alegres, cuando la vida va bien, cantamos canciones de alabanza. La vida está en manos de Dios: nada puede separarnos de su amor. Este es el marco de referencia que pretende darnos equilibrio, paz y perspectiva en todo momento.

Hermanas y hermanos, así que esto es lo que me pregunto: ¿Qué pasaría si nuestro mantra de esta semana fuera: “Primero, no hacer daño” ¿Qué pasaría si hiciéramos de ese el principio rector de lo que dijéramos e hiciéramos? ¿Qué pasaría si nos comprometiéramos a ayudarnos mutuamente a vivir una mejor versión de nosotr@s mism@s? ¿Qué pasaría si estuviéramos más preocupad@s por el éxito de las demás personas por el nuestro? ¿Qué hubiese pasado si Juan le hubiera dado la mano a esa otra persona y le hubiera dado una palabra de aliento? Seamos piedras de construcción no de destrucción. Amen y Ashé.