Sermón completo: Job 38:1-7; Salmo 104:1-9, 25, 37b; Hebreos 5:1-10; Marcos 10:35-45

En el contexto del Evangelio de hoy, Marcos 10:35-35, cuando Juan y Santiago pidieron un puesto especial en el movimiento de Jesús, quiero dialogar con ustedes sobre la humildad vs. protagonismo Me parece que tod@s somos conscientes del mundo en el que vivimos. Un mundo narcisista, un mundo que, coloquialmente hablando, “vive para el espectáculo”, donde el centro es siempre un@ mism@. Nos exhibimos en las redes sociales, siendo siempre el centro, con la expectativa de que tod@s sean nuestros amigos, amigas o seguidor@s, y seguimos hasta la última consecuencia el cliché “una imagen vale más que mil palabras”. Buscamos la aprobación, la admiración, ser el modelo para las demás personas y que presionen el signo de “me gusta”.

El deseo de protagonismo es un impulso que todas las personas experimentamos en algún momento de nuestra vida. ¿Alguna vez has sentido que necesitas destacar, brillar, ser el centro de atención? Es como si tu voz interior te dijera: ¡Mírame, escúchame, reconóceme!

Los rasgos del deseo de protagonismo pueden manifestarse de diversas formas: desde querer ser siempre el primero o primera en contar una anécdota, hasta sentir la urgencia de destacar en cualquier situación. Buscamos ser vist@s, admirad@s, valorad@s. Sin embargo, ¿cuáles son las consecuencias de esta búsqueda constante de atención?

El deseo excesivo de ser el centro de atención puede llevar a situaciones conflictivas en nuestras relaciones interpersonales y de construir un mundo mejor, saludable. La necesidad constante de destacar puede alejar a las demás personas, generar malestar e incluso provocar rechazo.

En el Evangelio de hoy, Marcos 10:35-45, resulta que Pedro no es el único de los discípulos y discípulas que puede llegar a hablar con Jesús de un modo que le supere en lo más mínimo. Esta vez son los hermanos Santiago y Juan, quienes creen saber de lo que están hablando.

Aunque no está incluido en nuestra selección de hoy, la petición de Santiago y Juan viene justo después de otra predicción detallada del próximo sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús. No puedo evitar preguntarme qué motiva a Santiago y Juan a elegir ese momento para hablar con Jesús sobre reinar con él. ¿Pensaban que estaba hablando metafóricamente sobre su sufrimiento? ¿Cómo podían pensarlo cuando ha sido tan específico en cada una de las tres veces que ha hablado de ello? ¿Santiago y Juan tuvieron un arranque de coraje que simplemente está mal dirigido? ¿Querían recorrer este camino con Jesús porque creían que lo que había al otro lado valía la pena? ¿O se aferraban a la misma imagen y expectativa de siempre del Mesías como figura política y querían participar desde el principio? Sabemos que esto es posible a partir del intercambio que los discípulos y discípulas tienen con Jesús resucitado en Hechos 1 (le preguntan a Jesús si ahora es el momento de restaurar el reino de Israel).

Pero luego Jesús hace este comentario muy importante que niega la gloria futura como recompensa por el sufrimiento actual. No quiere que relacionemos nuestro sufrimiento con ningún sentido de pago, ni quiere que sus seguidor@s elijan sufrir aquí en la tierra para poder ganar estatus en el cielo. Jesús afirma claramente que lo que nos ha de venir en el cielo viene de la mano y la voluntad de Dios, que lo ha preparado para nosotr@s.

La propuesta de vida cristiana es precisamente la contraria: “Es necesario que Él crezca, pero que yo disminuya”. Desde la humildad, viendo la gran desproporción que existe entre nosotr@s, la criatura, y Dios, el creador, el desafío es que Él viva cada día más en nosotr@s, que podamos decir como San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20). ¿Por qué? Porque me amó y se entregó por mí, dice san Pablo a continuación.

Jesús hace hincapié en la humildad intensificando su afirmación. Primero dice que, si quieres ser grande, debes ser un servidor o servidora, luego dice que si quieres ser el primero o primera, debes ser un esclav@. De grande a primero; de sierv@ a esclav@. A diferencia del sufrimiento del que habló Jesús antes, elegir el camino del servicio y de elevar a otras personas en estatus y servirles como lo hace una personas esclava (buscando el bienestar de alguien más como si fuera tu papel en la vida) es una decisión que tomamos para vivir, la elegimos como testimonio del camino de Dios.

Me parece que Santiago y Juan, al buscar la grandeza, esperaban estar en una posición desde la que pudieran mirar a las demás personas por encima del hombro, ya sea que quisieran abusar de esa posición o no. Una y otra vez, Jesús habla de reveses. Su invitación aquí no es a estar en una posición de poder para mirar hacia abajo, sino a ser los hombros sobre los que se apoyan las demás personas, el brazo extendido que ayuda a hacer espacio para que alguien que está al margen entre en el centro, la persona que está feliz de ser un poco más pequeña para que otras personas puedan sumarse. Creo que la manera de entenderlo es preocuparse menos por dónde terminamos en la jerarquía de poder y preocuparse más por cómo tratamos y vemos a l@s demás a medida que avanzamos en nuestras vidas.

El camino de Jesús da forma a una comprensión diferente del poder y cómo ejercerlo. Mire las palabras finales de Jesús aquí: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos». De muchas maneras, l@s seres humanos en todas las culturas y épocas han caído en una forma de pensar sobre la grandeza que va en contra del diseño que Dios tiene. Jesús literalmente entrega toda su vida para vivir de la manera que Dios quiso. Su vida debería ser nuestra medida de grandeza. Si intentáramos vivir de acuerdo con ese estándar, descubriríamos lo que significa ser redimid@ y una bendición para much@s.

La lección de Job 38 es que debemos estar preparad@s con humildad para la corrección y la restauración a través de la Palabra de Dios. Y la lectura del Libro de Hebreos nos recuerda que Jesús desempeña un papel único y central en la reducción de la brecha entre la humanidad y Dios.

Hoy le pedimos a Dios en oración que nos ayude a que, con nuestra humildad, trabajemos para transformar este mundo, tan sediento y necesitado de la presencia de Dios. Amén y Ashé.