Sermón completo:Job 42:1-6, 10-17; Salmo 34:1-8; Hebreos 7:23-28; Marcos 10:46-52
I. La difícil situación de Bartimeo:
En el Evangelio de Marcos 10:46-52 aprendemos que Bartimeo era un hombre ciego que estaba sentado junto al camino mendigando (v. 46). ¡Qué combinación de problemas! Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Bartimeo le responde: “Maestro, hazme ver de nuevo”. ¿Entendiste lo que dijo? Bartimeo quiere ver “de nuevo”, lo que significa que en un momento de su vida tuvo visión.
La mayoría de ustedes han escuchado lo suficiente de mi predicación y no se sorprenderán cuando les diga que no quiero que tomemos el evangelio de hoy literalmente (Marcos 10:46-52) y lo hagamos solamente sobre la ceguera física y la vista. Hoy también quiero agregar la ceguera espiritual y social a nuestra reflexión. Pero comencemos con la realidad de Bartimeo.
Sentado al costado del camino: ¿Alguna vez sientes que estás sentad@ al costado del camino de la vida? ¿Alguna vez sientes que todas las personas, excepto tú, lo tienen todo resuelto y van a alguna parte? Estoy hablando de esos momentos en los que parece que la vida se nos está pasando de largo y no llegamos a ninguna parte. Nos sentimos estancad@s, más como espectador@s de la vida que como participantes. Tal vez se trate de agotamiento o falta de sinceridad. Tal vez sea desesperación, inercia, indiferencia. Tal vez sientas que tu vida se ha puesto patas arriba y te has visto desplazad@. Tal vez sientas que no tienes ningún lugar donde estar y nadie que te extrañe si no estás allí. Tal vez te hayas sentido marginad@ por la soledad, por ser la persona forastera o por ofrecer una voz que otr@s no quieren escuchar. Me pregunto si eso fue lo que le pasó a Bartimeo.
Mendicidad: ¿Alguna vez sientes que estás rogando por tu vida? Me refiero a esos momentos en los que te sientes agotad@, el pozo se ha secado y no tienes nada en reserva. Son esos momentos en los que la vida nos abruma y nos preguntamos cómo o si vamos a salir adelante. Estamos desesperad@s y nuestra oración es rogar y suplicar para poder pasar un día más porque estamos sobreviviendo no viviendo. No es solo que no tengamos lo suficiente, sino que empezamos a preguntarnos si somos suficientes. Me pregunto si eso fue lo que le pasó a Bartimeo.
Oscuridad: ¿Alguna vez sientes que estás en la oscuridad? No me refiero a que alguien apagó las luces a tu alrededor, sino a que la luz dentro de ti ya no brilla.
Me refiero a esos momentos en los que te sientes perdid@ y no ves el camino a seguir. Estás confundid@. No hay claridad. Tal vez las respuestas y creencias que una vez iluminaron tu camino ya no lo hacen. Te tropiezas y te abres paso a tientas por la vida sin estar segur@ de hacia dónde vas. O tal vez sea la oscuridad del miedo. Tal vez el dolor, la pérdida y la tristeza han oscurecido tu vida. Tal vez las sombras de tu pasado (sombras de culpa, arrepentimiento, fracaso, decepción) imitan cada uno de tus movimientos y, sin importar cuán rápido corras, la sombra sigue ahí. Me pregunto si eso fue lo que le pasó a Bartimeo.
Además, son las personas que se amontonaban alrededor de Jesús cuando salía de Jericó las que desaniman a Bartimeo de pedir ser sanado. Son los seguidores y seguidoras más cercan@s de Jesús quienes le dicen a Bartimeo que se calle, que deje al Maestro en paz. Las mismas personas que quieren estar más cerca de Jesús son las mismas personas que mantienen a otras personas alejadas de él.
Estas buenas personas de la iglesia –gente como nosotr@s– sólo están tratando de mantener a la chusma fuera. Estas buenas personas de la iglesia –gente como nosotr@s– sólo quieren lo mejor para Jesús. No quieren que sea molestado por un ciego ruidoso y molesto que está creando obstáculos en la calle. Sobre todo, no quieren pensar en ceder su propio lugar cerca del Maestro, para que alguien más pueda acercarse a él.
Pero, ¿observan lo que hace Jesús? Deja de caminar. Se queda quieto. Mira más allá de la multitud que lo aprieta y hace lugar para una personas más. Ese es mi Jesús, siempre con una acción de inclusión con participación. Dice: “Llámalo aquí”. Est@s discípul@s, que se consideran l@s seguidor@s más leales de Jesús, que le acaban de pedir que los deje sentarse junto a él en la gloria, est@s poc@s fieles que estaban haciendo callar a Bartimeo hace unos momentos, de repente tienen que actuar como si les importara. Por todo esto, debemos cuestionar la fe ciega en la religión y la falta de responsabilidad de las instituciones religiosas frente a las crisis humanas y sociales. Debemos reconocer que a lo largo de la historia la religión ha influido en nuestras creencias y valores y ha influido e impactado en nuestras instituciones y sistemas socioeconómicos.
II-Cuando las personas ciegas ven, pero las que ven son ciegas (Juan 9:35-41)
Ahora hablemos de otro tipo de ceguera.
El libro de José Saramago, Premio Nobel de Literatura, Ensayo sobre la ceguera, es mi recomendación para que profundices en este tema.
Ceguera espiritual:
Ser espiritualmente ciego es no ver a Cristo, y no ver a Cristo es no ver a Dios (Colosenses 1:15-16; 2 Corintios 4:6). La ceguera espiritual es una condición penosa que experimentan quienes no creen en Dios, Jesucristo y Su Palabra (Romanos 2:8; 2 Tesalonicenses 2:12). Al ser espiritualmente cieg@s, están pereciendo (2 Corintios 4:3-4; Apocalipsis 3:17). Eligen no aceptar las enseñanzas de Cristo y Su autoridad en sus vidas (Mateo 28:18).
Ceguera social:
La ceguera, como problema social, se evidencia en la falta de interés por el bienestar de las demás personas, la incapacidad de empatía social como condición para la convivencia colectiva y el uso de prejuicios sociales que invisibilizan a las demás personas; En otras palabras, la ceguera social existe cuando se pierde la capacidad de reconocer a las demás personas como actoras en la construcción social de valores. Ejemplo de esto son los sistemas de opresión como el sexismo, el heterosexismo, el racismo, el clasismo y el edadismo. Las instituciones de la sociedad, como el gobierno, la educación, la iglesia y la cultura, contribuyen o refuerzan la opresión de los grupos sociales marginados al tiempo que elevan a los grupos sociales dominantes. Pudieran ser instituciones de liberación, pero optaron por ser opresoras. La ceguera social nos expone a información sesgada, a comportamientos individualistas que tienden a segregar a las personas que tienen algún problema que no es común a nosotr@s o que no compartimos, justificando de manera paternalista o maternalista la limitación de sus derechos. Dos ejemplos pueden ser las personas encarceladas y/o usuarias de drogas.
La ceguera espiritual y social produce respuestas mágicas y apocalípticas para construir un futuro, porque el presente es incierto. Esta creación “ficticia” es una especie de esquizofrenia mística que produce alucinaciones y delirios sobre el final del mundo. Es una especie de alivio temporal en una vida después de la muerte sin repercusiones en el aquí y ahora. Es una forma de aislarnos, de separarnos y buscar el cielo en el más allá cuando lo podemos buscar aquí en la tierra.
Además, la ceguera espiritual y social es una forma de deshumanización. La deshumanización es un concepto que implica despojar a una persona o a un grupo de personas de sus características humanas y de sus derechos como tales. En este contexto, es un concepto que se ha utilizado ampliamente para explicar la maldad humana. Los crímenes contra la humanidad se han producido, en parte, como un proceso de deshumanización. Vea por ejemplo la realidad de Oriente Medio. No es una guerra entre Israel y Palestina, es un genocidio de Israel contra el Pueblo de Palestina. Nuestra deshumanización no nos permite ver esta realidad y actuar contra ella. Ambos pueblos son nuestr@s hermanas y hermanas.
Ahora bien, yo te pregunto: ¿Qué has aprendido sobre ti mismo al sentarte en la oscuridad y mendigar? ¿Qué estás viendo de nuevo o tal vez por primera vez? ¿De qué manera está cambiando tu visión? ¿Qué pasaría si el cambio de nuestras vidas y de nuestro mundo comenzara con un cambio en nuestra forma de ver?
La lectura del libro de Job nos enseña: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne veré a Dios; al cual veré de costado, y lo verán mis ojos, y no otro” (Job 19:25-27).
Por otro lado, en el libro de Hebreos aprendemos cómo los conceptos de fe y perseverancia se convierten en virtudes entrelazadas, esenciales para el camino cristiano. La fe, como se describe en Hebreos, es más que una mera creencia; es una certeza confiada en las cosas que se esperan y una convicción de realidades invisibles.
Mis hermanas y hermanos, esta es la pregunta que Jesús les hace hoy: “¿Qué quieren que haga por ustedes?” Por favor, díganle a Jesús: Quiero ver.
Amén y Ashé