Sermón: Primer Domingo de Adviento- 1 de diciembre de 2024
Jeremías 33:14-16; Salmo 25:1-9; 1 Tesalonicenses 3:9-13; Lucas 21: 25-36
¡Feliz año nuevo! Así es. Hoy marca el comienzo del nuevo año eclesiástico. Para los fanáticos de la liturgia, este es el Año C en el ciclo del Leccionario Común Revisado, lo que significa que escucharemos mucho del evangelio según Lucas durante los próximos 12 meses.
Pero el pasaje del evangelio asignado para el primer domingo de Adviento, este primer domingo del nuevo año eclesiástico, no proviene del comienzo de Lucas. Proviene de cerca del final, cuando Jesús está preparando a sus discípulos para el momento en que ya no estará con ellos en la carne. Jesús ha venido a Jerusalén con un solo propósito: dar su vida por la redención de todos nosotros. Su ministerio terrenal está llegando a su fin, y él lo sabe. Así que vea si esta lectura del evangelio le suena un poco familiar, como algo que ha escuchado de Marcos y Juan durante las últimas semanas: “Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra angustia entre las naciones confundidas por el rugido del mar y las olas. La gente se desmayará de miedo y de presentimiento por lo que vendrá sobre el mundo, porque las potencias de los cielos serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, levántense y levanten la cabeza, porque su redención está cerca”.
¿Qué oyeron? ¿Les resultó familiar algo de esto? ¿Escucharon las palabras del Apocalipsis –o los escritos apocalípticos– sobre lo que sucederá al final de los tiempos? ¿Escucharon la advertencia de estar alerta, para que el Día del Señor no los tome desprevenid@s? Por eso escuchamos estas palabras durante el Adviento. Es la temporada de preparación para la venida de Cristo. También anticipamos la venida de Cristo en gloria al final de los tiempos. Pero, ¿cómo nos traen esperanza estos versículos?
En primer lugar, está el elemento de miedo asociado a las imágenes que Jesús revela en estas palabras. El reverendo Martin Luther King nos dijo: La tragedia máxima no es la opresión y la crueldad de la gente mala, sino el silencio de la gente buena al respecto. Es decir, el silencio puede ser peor que la violencia y puede ser la mayor amenaza para nuestra sociedad porque no se hizo lo que se podría haber evitado. El miedo nos lleva a olvidar quiénes somos, a ver a las personas necesitadas como el enemigo y a anteponer la garantía de nuestra seguridad y comodidad a la satisfacción de las necesidades básicas de quienes están en apuros.
En lugar de dejarnos vencer por el miedo, escuchemos de nuevo la verdad de la Natividad. La venida de Jesús entre nosotr@s tiene que ver con la paz con justicia. Tiene que ver con el amor y la misericordia. Tiene que ver con la vulnerabilidad y la confianza, ya que Dios vino entre nosotr@s, no con poder y fuerza, sino con la debilidad de un niño y la pobreza de un establo. Tiene que ver con llevarnos, a esos establos apestosos de nosotras y nosotros mismos y obrar milagros incluso allí.
Así que no debería sorprendernos que la verdad de que Dios viene entre nosotr@s como Emanuel sea difícil de creer para Tomás. Es mucho más fácil tener confianza en l@s sospechos@s habituales, historias sobre poder y fuerza, sobre tener las conexiones adecuadas con las personas adecuadas y sobre tener suficiente riqueza para protegernos, y suficiente poder y armas para sentirnos con seguridad. Por eso, cada año comenzamos el Adviento con profecías como la que hemos escuchado en el Evangelio de Lucas, visiones apocalípticas de dolor y desasosiego.
La venida de Cristo no puede reducirse a algo tierno, precioso y adorable, lo que convierte al pesebre en una idolatría. No, Jesús vino a traernos lo que necesitamos, a quitarnos las ilusiones y la confianza excesiva en nosotras y nosotros mismos. Y, a decir verdad, no todo el mundo quiere lo que Jesús vino a traer. Muchas personas están muy contentas con sus ilusiones. Muchas están dispuestas a luchar para preservarlas y a silenciar a cualquiera que se resista a ellas.
Otro problema que se presenta en este pasaje es la señal de la higuera. A Jesús le gusta usar las higueras como ilustraciones. Encontramos esta misma parábola de la higuera en Mateo 24:32 y Marcos 13:28, y en ambos evangelios, Jesús maldice a una higuera por no dar fruto. En el evangelio según Juan, Jesús llama a Natanael como discípulo después de verlo sentado bajo una higuera.
El problema con esta “parábola”, como la llama Lucas, es la forma en que Jesús describe la predictibilidad del ciclo de crecimiento de una higuera como algo completamente impredecible: la venida del Hijo del Hombre. Sabemos qué esperar de un árbol frutal cuando comienza a brotar en la primavera, porque lo hemos visto suceder año tras año. Podemos contar con ello, porque lo hemos experimentado. Que las hojas salgan antes que los frutos están dentro del ámbito de cómo sabemos que funciona el mundo.
Entonces, ¿cómo puede la segunda venida de Cristo ser algo así? Nunca lo hemos experimentado antes. Es un evento que ocurre una vez en la eternidad. No hay precedentes. Y las señales que Jesús nos dice que busquemos no ayudan en absoluto. Angustia entre las naciones, confusión, desastres naturales: hemos oído hablar de estas cosas durante tanto tiempo que nos hemos vuelto insensibles a las noticias. Y tal vez ese es el punto que Jesús está tratando de transmitir.
Y tal vez ese es el punto que Jesús está tratando de transmitir. Miren hacia arriba. Levanten la cabeza cuando vean estas cosas. Son una señal de que su redención está cerca. No pronto. Cerca. La salvación está lo suficientemente cerca como para que puedan extender la mano y tocarla. La presencia de Cristo está con ustedes. Eso es lo que significa el nombre Emmanuel: Dios está con nosotras y nostroas. Esa es una razón para tener esperanza. Levanten la cabeza.
Jeremías 33:14-16: Este pasaje, probablemente escrito para la comunidad post-exílica, les recordó a es epueblo y a nosotr@s que las promesas que se han hecho se cumplirán. Nueva vida brotará de lo que parece ser el tronco estéril y habrá seguridad y justicia para un pueblo que ha sufrido años de peligro y todo tipo de injusticia. Esto es Adviento.
En 1 Tesalonicenses 3:9-13 Pablo nos recuerda que Dios aumenta nuestro amor y lo hace desbordar un@s por otr@s y por todas las personas. Cuanto más estamos en la Palabra de Dios, cuanto más escuchamos del perdón gratuito de Jesús por todos nuestros pecados, más se manifestará naturalmente ese amor. Esto es Adviento.
Mis hermanas y hermanos, el Adviento no se trata solo del nacimiento de Jesús. El Adviento nos llama a dejar cualquier dureza que se haya podido formar alrededor de cualquier parte de nuestro espíritu para buscar y nutrir la nueva vida que está tratando de abrirse paso. Adviento es que dejemos nuestra indiferencia por el dolor de nuestros hermanas y hermanos. Que hagamos algo para detener ese dolor. La celebración del Adviento también se trata de tener un futuro. Hace mucho tiempo que aprendí que la gente se suicida no porque quieran morir, se suicidan porque no tienen una razón para vivir, no sienten ni ve un futuro. Por eso, en este Adviento voy a recordarles a las personas que la venida de Jesús no se trata de sobrevivir en este mundo, se trata de vivir en este mundo, trayendo el cielo a la tierra. Nuestra esperanza viva transforma la forma en que vivimos, porque hemos nacido a una esperanza viva. Esto es Adviento. Amén y Ashé.