Vigésimo quinto domingo después de Pentecostés – Domingo 27 del tiempo propio- 10 de noviembre de 2024
Rut 3:1-5; 4:13-17; Salmo 127; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44
Hoy podemos considerar las dos opciones que siempre tenemos ante nosotr@s, opciones que enfrentamos independientemente de nuestro estatus, nuestros ingresos o incluso nuestra afiliación política. Una es abusar del poder sobre las demás para enriquecerse, y la otra, renunciar al poder sobre un@ mism@ para poder servir verdaderamente a Dios.
Jesús atrae la atención de sus discípul@s —y la nuestra— hacia alguien que de otro modo pasaría desapercibid@: una viuda pobre, una figura más entre la multitud del templo, que sin ceremonia arroja sus últimas dos pequeñas monedas en un recipiente de metal destinado a las ofrendas. Tan pronto como lo hace, desaparece de nuevo entre la multitud. Jesús nos llama la atención sobre ella porque, de lo contrario, tal vez nunca la notaríamos, y lo hace para celebrar su fidelidad, su confianza radical en Dios.
Pero en el Evangelio de hoy hay otras personas de las que Jesús decide hablar. Estas son bastante visibles, pero Jesús las menciona para advertir a sus discípul@s —y a nosotr@s— contra ell@s. Se trata de un cierto tipo de escribas, profesionales religiosos que se han vuelto personas malas. Les gustan los mejores asientos en los banquetes, los saludos respetuosos en público y el esplendor y el lujo de sus largas vestiduras. Sobre todo, les gusta la riqueza que les llega porque traicionan su papel de administradores de propiedades, utilizando largas oraciones para encubrir su robo. No conservan estas propiedades, sino que las despojan.
Jesús nos ofrece a la viuda como modelo de fe radical. Nos advierte contra los escribas corruptos por su egoísmo y crimen. Al hacerlo, nos presenta personajes de dos tipos. Los escribas corruptos están preocupados por ganar poder sobre otras personas para enriquecerse. La viuda, por otra parte, renuncia al poder sobre sí misma para que Dios pueda obrar a través de ella.
Una cosa sería que pudiéramos dejar esta historia como simples bosquejos de dos tipos de personas. Pero la historia no es tan segura como eso. Jesús está señalando dos caminos que se encuentran ante todos y cada un@ de nosotr@s, independientemente de nuestro lugar en la sociedad, nuestro papel en la iglesia o nuestro nivel de ingresos. Cada un@ de nosotr@s puede convertirse en el escriba corrupto, alguien cuya vida no da en el blanco. O podemos convertirnos en la viuda, una persona de fe radical.
Los escribas eran profesionales religiosos y legales. Se les honraba porque se suponía que eran competentes, responsables e irreprochables. Eran los depositarios del patrimonio espiritual de su pueblo y de la riqueza de ciertos estados. Se pensaba que eran dignos de confianza. Sin duda, muchos de ellos lo eran, pero algunos lo hacían por sí mismos. Estos cayeron víctimas de las tentaciones que acompañaban a su posición.
El alto cargo de escriba tiene paralelos en nuestra sociedad. Hay muchas personas hoy en día que son depositarios de una forma u otra. Debido a factores como la formación, el compromiso, la experiencia y la elección, a estas personas se les confía la supervisión pública en diversas áreas de la vida. Algun@s de ell@s están comprometid@s con lo que hacen y con aquell@s a quienes sirven. Otr@s, lamentablemente, lo hacen por sí mism@s. Así, hay médicos y abogad@s, ejecutiv@s de empresas y funcionari@s públicos, pastor@s y profesor@s y much@s otr@s que son celos@s de contribuir al bien común, y otr@s que lo hacen simplemente para mejorar su propia suerte. Estas otras personas pueden entrar en su trabajo con aspiraciones elevadas y desinteresadas, pero en el camino se venden. Traicionan su profesión y venden sus almas, y hacen que el resto de nosotr@s nos volvamos un poco más cínic@s y desconfiad@s.
Pero este problema no se limita a las personas que son prominentes, aquellas con formación profesional y un nombre en la puerta de la oficina. Así que, si usted se considera una persona común y corriente, nadie especial, no un líder, no se sienta demasiado cómod@. El diablo es un empleador que ofrece igualdad de oportunidades. Usted también puede volverse una persona mala, tanto como el peor escriba que vio Jesús. ¿Por qué? Porque cada un@ de nosotr@s ejerce alguna responsabilidad hacia otras personas. Esas otras personas pueden ser miembros de nuestra familia, estudiantes de nuestra escuela, emplead@s de nuestro trabajo, clientes a l@s que servimos o son vecin@s de al lado. En nuestra relación con cualquiera de estas personas podemos ser egoístas o podemos mostrar preocupación e interés genuinos. La elección es nuestra. Basta recordar las palabras del reverendo Martin Luther King: “la mayor tragedia de esta humanidad… no son las palabras dañinas y otras acciones violentas de la gente mala, sino el silencio atroz y la indiferencia de la gente buena”.
En cierto modo, estos escribas corruptos saben que son corruptos, pero ocultan este hecho, incluso a sí mismos, por la forma en que se presentan como honorables y disfrutan del sello de aprobación de la sociedad. Esta hipocresía les permite sobrevivir, pero a un precio horrible. Lo mismo ocurre en nuestra sociedad, aunque la descripción sea diferente. Podemos elegir gobernantes corruptos, xenofóbicos, racistas, homofóbicos, misógino, etc. Los escribas corruptos del pasado o del presente pueden ser personas piadosas que conocen las Escrituras al derecho y al revés, pueden tener un cargo en la iglesia o la sinagoga, pero aún así están dispuest@s a vender a alguien para enriquecerse.
Pero ahora, de entre la multitud del templo, aparece una viuda pobre, y Jesús dirige nuestra atención hacia ella. Su atuendo no es nada del otro mundo, pero hay una autenticidad en esta mujer. Ella es su propia persona. Y es la persona de Dios.
Los dedos de su puño se extienden mientras deja caer algo en el recipiente de metal. Es como decirnos: no pierdan la fe.
Rut 3 y 4: Los libros de Rut y Ester son los únicos dos en la Biblia que llevan el nombre de una mujer. Comparten temas como la migración, la vida en contextos de diáspora, el abuso sexual, la tutela corrupta, la comida y la embriaguez, y más. ¿Cómo podemos nosotr@s, como lector@s e intérpretes, contrarrestar las tendencias de toda esta maldad e injusticias. Esto es exactamente lo que Jesús condena en el Evangelio. Y por otro lado, les dejan a las personas oprimidas y excluidas el engaño como una táctica de supervivencia y luego las criminalizan.
Por otro lado, Hebreos 9:24-28 trata de Jesús como el Sumo Sacerdote supremo que se ofreció a sí mismo una vez por todas, cerrando la brecha entre la humanidad y Dios a través de su sacrificio y asegurando la redención de l@s creyentes para siempre. La escena en Hebreos capítulo 9 captura el clímax del plan de salvación de Dios, donde Jesús, el sumo sacerdote perfecto, se ofrece a sí mismo como el sacrificio perfecto para reconciliar a la humanidad con Dios y demostrar que hay esperanza.
Hermanos y hermanas, Jesús no sólo habló del camino de la vida, sino que lo siguió a través de su cruz y resurrección, y nos invita a unirnos a él y a aquella viuda en el templo para ser personas de fe radical. Ante la maldad de este mundo no podemos claudicar. Hay que combatirla con nuestra fe radical.
Amén y Ashé