Sermón completo:
Isaías 43:1-7; Salmo 29; Hechos 8:14-17; Lucas 3:15-17, 21-22
Primer Domingo después de Epifanía: El Bautismo de nuestro Señor- 12 de enero de 2025
Hoy veremos algunas cosas que giran en torno al tema del servicio cristiano; por qué es tan difícil; qué vamos a hacer al respecto; y qué podría suceder cuando se lleve a cabo un verdadero servicio cristiano. Entonces, ¿por qué es tan difícil poner a otras personas por delante de nosotras? ¿Es mi indiferencia, mi pereza o flojera espiritual? ¿Es que no me importa lo que les pase a otras personas? Hoy hablaremos sobre el bautismo y su importancia en nuestros discipulados. Y si hay algo que debemos tener claro es que el bautismo, como forma de iniciación para caminar con Jesús, se distingue por acompañar y servir a otras personas.
Necesitamos reconocer que este es un momento emocionante. Es el comienzo de un nuevo año. A algunas personas les gusta hacer resoluciones de Año Nuevo o promesas a sí mismas sobre lo que planean lograr en el nuevo año. El propósito número uno que la gente hace es: “Voy a perder peso”. Incluso si no hacemos ningún propósito de Año Nuevo, este es un momento emocionante. Es un momento en el que podemos olvidar nuestros errores pasados y mirar hacia las nuevas oportunidades que tenemos por delante. Es un momento de nuevos comienzos en el servicio a Dios.
Al comienzo de Lucas 3:15-17, 21-22, las multitudes podrían haber sentido un nuevo comienzo, especialmente aquellas personas que Juan el Bautista bautizó. Quizás hayan tenido la sensación de que Juan el Bautista era el Mesías prometido desde hacía mucho tiempo. Juan hizo lo que hacen todos los buenos mensajeros y mensajeras. Señaló más allá de sí mismo a aquel a quien fue enviado a anunciar.
Jesús también experimentó momentos de nuevos comienzos en su vida. Uno de esos momentos fue cuando fue bautizado. Era carpintero e hijo fiel de María y José. Estaba a punto de iniciar su papel como Mesías y probablemente se preguntó: “¿Quién soy yo al iniciar la obra más grande del universo?” Hay momentos en nuestras vidas en los que necesitamos que alguien nos anime y nos tranquilice. Necesitamos que alguien nos diga quiénes somos, por qué somos importantes y por qué tienen grandes esperanzas en nosotr@s. Jesús necesitaba seguridad y aliento en este momento en el que su vida tomaría un nuevo rumbo. Sabía que necesitaría recursos más allá de sus habilidades y sabiduría humanas.
Cuando Dios dijo que Jesús era su Hijo y que estaba complacido, nos estaba diciendo lo mismo. Si todo lo que hacemos en esta vida es ejercer nuestro llamado principal, el de ser sus hijos e hijas, habremos cumplido nuestro propósito principal y Dios estará complacido con nosotr@s. Tener la aprobación de Dios no es fácil porque Él o Ella exige obediencia completa y perfecta en todo lo que hacemos, decimos y pensamos. No podemos obedecer a Dios perfectamente por nuestra cuenta. Necesitamos el poder del Espíritu Santo.
¿Por qué Juan necesitaba bautizar a Jesús? El bautismo era la señal externa del arrepentimiento del pecado, y Jesús no tenía pecado. Su bautismo fue la garantía de que Él es como nosotr@s. Su identidad vino de Dios, pero Juan el Bautista confirmó su papel al inicio de su vida terrenal. Aunque el bautismo de Juan fue un bautismo de arrepentimiento, Jesús no necesitaba arrepentirse. Para Él, el bautismo era un medio para identificarse con las personas pecadoras para que ellos pudieran identificarse con Él en su vida.
En el bautismo, Dios inició a Jesús en Su familia y lo reclamó como su hijo amado. En el bautismo, Jesús aceptó su ministerio, aceptó que Él era aquel acerca del cual Juan estaba enseñando y reclamó su identidad como el Salvador del cual hablaron los profetas.
Nuestro propio bautismo también representa un nuevo comienzo para nosotr@s. Cuando somos bautizad@s, le mostramos al mundo que, así como Jesús resucitó de entre los muertos por la gloria de Dios, también nosotr@s vivimos una nueva vida en él. Y la manera de vivir esta nueva vida es permitiendo que las personas vean a Dios en nuestras vidas sirviendo a otras personas. Por eso el Evangelio es un poco difícil, porque exige que lo pensemos y lo vivamos.
Así como el bautismo de Cristo marcó el comienzo de Su ministerio, nuestro bautismo es nuestra entrada a la fe cristiana con acción. Cuando nos reunimos públicamente en adoración, debe haber celebración, alabanza y acción de gracias. Dios nos llama a una relación más profunda con Él a través de Cristo, al declararnos cuán especiales somos como hij@s de Dios que estamos preparad@s y enviad@s para participar en el ministerio con Dios. Jesús nos ha dado un ejemplo a seguir.
El bautismo de Jesús es un llamado a cambiar nuestra actitud. El bautismo no solo representa nuestro alejamiento del pecado, personal y social, sino que también marca nuestro movimiento hacia algo nuevo. Algunas personas sostienen que marca nuestro movimiento hacia la pureza y la santidad, ya que buscamos permitir
que el Espíritu Santo nos bautice también. Pero es mucho más que eso. Es vivir una santidad social que hace que Su Palabra en Mateo 25:35-36 sea real: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.
¿Por qué Jesús eligió servir a las demás personas? El servicio de Jesús demostró Su amor por Dios y la humanidad. Vino a servir, y Sus acciones reflejan Su naturaleza de entrega. Jesús nos desafía a cambiar nuestro enfoque de esperar que las demás personas nos sirvan, a abrazar esta oportunidad de servir. Éste es el verdadero significado de nacer de nuevo del agua por medio del bautismo. Cuando entramos en las aguas del bautismo, estamos declarando públicamente el mensaje de liberación salvífica.
Una vez más, el bautismo en la fe cristiana habla principalmente de identificación personal, social y pública con Jesucristo y su creación. Es nacer de nuevo, una nueva persona. El cristianismo no es sólo una transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen; es también una transformación profunda y radical de las personas por medio del bautismo. Un cambio en nuestra conciencia, costumbres, valores y hábitos, en nuestras relaciones sociales. Es traer el cielo a la tierra. Es servir a Dios.
Amén y Ashé.
Puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.