Sermón completo:
Decimocuarto Domingo después de Pentecostés: Propio 17
Éxodo 3:1-15, Salmo: 105:1-6, 23-26, 45c, Romanos 12:9-21; Mateo 16:21-28
I-Introducción: Las lecturas para este domingo de una manera muy especial nos recuerdan que tanto nuestro discipulado, como la construcción de la iglesia, deben de estar cimentados en dos realidades: servir y acompañar al pueblo. Esta reflexión es sobre el amar sin condicion.
II- Mateo 16:21-28: Este Evangelio nos ensena sobre nuestro discipulado.
El texto que consideramos en el Evangelio de hoy da continuidad a Mateo 16:13-20, el cual propiamente es el contexto inmediato de nuestro escenario. Nuestro texto puede ser dividido en dos partes: 1) Jesús anuncia a sus discípul@s acerca de su muerte (vv. 21-23); y 2) los requerimientos para seguir a Jesús (vv. 24-28). Me énfasis en esta ocasión será mas en los requerimientos para seguir a Jesús.
Ante la reacción de Pedro, Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles a sus discípul@s una gran verdad del discipulado: “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mism@, tome su cruz y sígame” (v.24). Seguir a Jesús implica ver que su maestro será maltratado, humillado y crucificado. Jesús es bien claro con las demandas del discipulado. Y aquellas personas que habrían de seguirlo debían
conocerlas.
¿Qué es un discípulo? El significado general de la palabra en griego es “pupil@” o “alumn@.” Un discípulo o discípula es un aprendiz que estudia bajo la guía de su maestro o maestra. L@s discípul@s de Jesús no solicitaron ser recibid@s en su escuela, sino que éste salió a su encuentro con la invitación “Vengan a mí” (Marcos 1:17). Este llamado era suficiente para convertir a alguien en discípul@.
Quien recibía el llamado, abandonaba cuanto tenía y caminaba al lado de Jesús. Ni los lazos familiares podían ni debían retenerlo (Mateo 10:37; Lucas 14:26). En este sentido, muchas personas creyeron que la invitación de Jesús era una exigencia exagerada y la rechazaron (Marcos 10:17-22; Mateo 8:19-22; Lucas 9:57-62). El seguimiento, que incluye estar dispuest@ a sufrir (Marcos 8:34), se encuentra bajo
el signo del reinado de Dios que llega: “Vete a anunciar el reino de Dios” (Lucas 9:60). Entonces, ¿qué significan para un discípulo o discípula los requerimientos de Jesús “negarse a sí mism@, y “tomar la cruz y seguirle”? Veamos: Permítanme poner un punto claro: Toda causa por la obra y nombre de Jesús
conlleva “abnegación” y “compromiso,” y, por ende, las consecuencias de ello. La “negación de sí mism@” no significa la renuncia a un bien opcional, como podría entenderse la frase; significa la afirmación de que el “yo” renuncia a los valores de este mundo y se entrega al seguimiento de Jesús y sus enseñanzas.
Vivimos y morimos para Jesús, conforme a la regla de su palabra. Así pues, la abnegación no está centrada en un@ mism@, como a menudo era el caso en el monasticismo medieval, sino en Dios. La renuncia a nosotr@s mism@s no es otra cosa que asumir el compromiso de entregarnos a Dios y de hacer todo lo que hagamos conforme a los mandamientos de Jesús y para su gloria. Esto es vencer el
mal con el bien.
III-Éxodos 3:1-15 nos ensena que Dios quiere que salgamos del desierto, de nuestro espacio de conformidad e indiferencia. Lo primero que Dios debe hacer para hacernos utilizables es sacarnos del desierto. Esto significa, sacarnos de la caja de comodidad que nos hemos metido. Moisés estaba en la parte trasera del desierto. Hay un largo camino desde el Palacio hasta la parte trasera del desierto.
Much@s cristian@s viven en la parte trasera del desierto. ¿Por qué? Les gusta y se sienten segur@s.
Dios puede encontrarse contigo en cualquier punto del camino de tu vida y revelarse a ti incluso en el fondo de un desierto. Fue en la parte trasera del desierto donde Dios se encontró y llamó a Moisés. Fue en este lugar donde Moisés se había sentido cómodo. Fue en este lugar donde Moisés buscaba seguridad y refugio de su adversario Faraón. Fue en este lugar temporal donde Moisés se había establecido: Dios tenía un propósito más grande que superó los planes temporales de Moisés.
Mientras cuidaba el rebaño de su suegro, se casaba y tenía hijos, Moisés había hecho de este lugar de refugio temporal un lugar de habitación permanente. Dios quería usarlo poderosamente, pero requería que saliera del lugar de oscuridad y se pusiera al frente de una generación. Esto es amar sin condicion.
IV-En Romanos 12:9-21 se nos enseña la receta de Dios sobre el discipulado.
Si de cocina habláramos, aquí tenemos una receta. Si estuviéramos hablando de construcción, este sería el plano. Pero como estamos hablando de Jesús, esta es nuestra receta para nuestro discipulado; nuestra receta para vivir una vida “santa y agradable a Dios”. Pablo dijo que como “Sacrificios vivientes, somos llamados y llamadas a vivir una vida “santa y agradable a Dios”.
Romanos 12 nos enseña que el amor se caracteriza por el honor. Esto incluye dejar que otra persona se salga con la suya en asuntos que no son esenciales. Debemos escuchar atentamente cuando otras personas hablan, incluso si no están de acuerdo con nosotr@s. Debemos tratar los sentimientos de otras personas con respeto y dignidad.
La generosidad también es parte del amor. Amar significa compartir lo que tenemos con las personas menos afortunadas. Amor significa compartir el sufrimiento de nuestr@s semejantes incluso cuando nuestras circunstancias sean diferentes. Los recursos que Dios nos ha dado pueden ser medios de bendición o maldición, instrumentos del bien y del mal. Estrechamente ligada a la generosidad
está la hospitalidad. El significado original de la palabra «hospitalidad» es «amar a los extraños, extrañas». Significa mostrar amor a aquellas personas que son diferentes a nosotr@s en raza, nacionalidad, raza, género, orientación sexual, credo o creencia, etc. El amor toma la iniciativa y busca activamente oportunidades.
¿Crees que el camino de las contemplaciones y espiritualidad se encuentra en el rechazo de actividades y obras que son necesarias para el bien de las demás personas? En este servir y acompañar al pueblo se nos enseña que esto es una manera de encontrar y adorar a Dios. Es por esto por lo que Jesús nos dice en Mateo 25:35-40: Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa.
Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver. Entonces los justos dirán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? El Rey responderá: En verdad les digo que, cuando lo
hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.
En su libro, Vida Perdida, Ernesto Cardenal, poeta y Monje Trapense nicaragüense, nos demuestra que la búsqueda de la divinidad siempre se alienta en lo cotidiano del diario vivir. Para el un encuentro con Dios en una vida dedicada primero a la contemplación, y más tarde a la ayuda comunitaria, a la poesía y a la acción política. Es demostrar que la fe tiene dimensiones sociales, políticas y culturales.
Es interesante, el Libro de Santiago fue escrito para ayudarnos a las personas cristianos a aprender cómo vivir como personas cristianas. Esta carta no está tan interesada en recordarnos lo que creemos. O cómo adoramos. Sino en cómo vivir, en como servir. Es una carta muy práctica, en ese sentido. La religión pura e inmaculada delante de Dios es ésta: visitar a las personas huérfanas y a las viudas en su aflicción, y mantenerse sin mancha del mundo (Santiago 1:27). Veamos todo esto elaborado en nuestras lecturas bíblicas. Esto es amar sin condición.
V-Conclusión: Hermanas y hermanos, Pablo en Romanos 12:2 nos dice que
fuimos llamad@s no a conformarnos, sino a transformarnos. Como Iglesia en general y discipulado en particular, tomar nuestra cruz y seguirle no es un asunto que pueda evadirse. Es un llamado de Jesús. Según nuestro texto, la vida cristiana no es cuestión de vida o muerte, sino de vida y muerte. Es morir para poder vivir.
No significa cualquier renunciamiento. El llamado de Jesús no trata de un masoquismo o de sufrir por gusto. El mandato de Jesús trata de que nos comprometamos de tal forma con el Reino-Comunidad y su justicia. Que estemos dispuest@s a soportar los sufrimientos que inevitablemente siguen a tal
compromiso. ¿Estamos preparad@s como iglesias y creyentes para ello? ¿Somos capaces de ser criticad@s, señalad@s y burlad@s? ¿Somos capaces de enfrentarnos a poderes políticos que atenten contra nuestros valores?
Esta es una nueva fase de transición en la vida de la Misión San Gabriel. Por un lado, la partida del Padre Benny, a quien yo no pretendo sustituir. Quiero darle continuidad a su ministerio pastoral, corrigiendo con ustedes lo que se hizo mal, perfeccionando con ustedes lo que se hizo bien, y de las manos de ustedes atrevernos a hacer lo que no hemos hecho todavía en este ministerio.
Me gustaría poder ver que San Gabriel se convierte en una Iglesia Pueblo. Que desarrolla un ministerio de puertas abiertas en donde todas las personas son bienvenidas, aceptadas y celebradas. Y por favor, no me pregunten si en esto están incluidas las personas LGBTQI, quienes usan drogas, víctima de una enfermedad mental, personas encarceladas, etc. Todas significa todas.
Como iglesia, estamos llamad@s a ser las manos y los pies de Jesús. Tenemos la tarea de cumplir la Gran Comisión de predicar el Evangelio, amar y servir a las personas quebrantadas, heridas y sin esperanza en el mundo. Tenemos la responsabilidad de compartir la Palabra de Dios y a nosotr@s mism@s con
quienes nos rodean. Jesús nunca dijo que esto sería una tarea fácil. Dios está profundamente involucrado en nuestro crecimiento y transformación, y parte de esto implica ser desafiado y esforzado. Una de las formas en que esto sucede es siendo sus discípulos, sirviendo como sus manos y su voz en el mundo. Vamos a amar sin poner condiciones. Amen & Ashé.