Sermón completo:

Lectura:  Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —preguntó Jesús. Mateo 16:15.

Mateo 16:13–20 describe una conversación entre Jesús y l@s discípul@s sobre Su identidad. Tiene lugar a unos 40 kilómetros al norte del mar de Galilea, en el distrito de Cesarea de Filipo. Jesús pregunta quién dice la gente que es Él y luego pregunta quién dicen l@s discípul@s que es Él. Pedro dice que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Jesús dice que esta declaración de fe será la roca sobre la cual edificará su iglesia.

Todas las personas luchamos con preguntas existenciales como ¿Quién soy yo? Y ¿Quién quiero que sea mi yo futuro?  Las personas que están demasiado preocupadas por la impresión que dan, o que sienten que un aspecto fundamental de sí mismas, como el género o la sexualidad, no se expresa, pueden tener graves dificultades con su identidad. Reflexionar sobre la discrepancia entre quién es un@ y quién quiere ser puede ser un poderoso catalizador del cambio.

Ahora bien, ¿por qué importa la identidad de Jesús? A mí me parece que Jesús quería estar seguro de que las personas que lo seguían estaban desarrollando un discipulado como lo tenía en mente. En los Evangelios podemos apreciar que en todo su ministerio nos presentó una imagen de un Jesús liberador de diversos tipos de sufrimientos humanos: políticos, económico, social, psicológico, físico y espiritual. Este es el proyecto de liberación salvífica que nos compartió durante su ministerio terrenal y es el mismo que nos validad como sus discípul@s.  

Por en su identidad mesiánica Jesús desafió a los grupos de interés relevantes de su tiempo hasta tal punto que lo crucificaron como un criminal político. Él tenía, y tiene claro, que es en verdad el Mesías. Pero para él no significa gloria y honor inmediatos, sino que en realidad implica que debe sufrir, ser rechazado y morir (Lucas 9:18-21)” por tratar de establecer un nuevo orden. Por esto es correcto decir que en su identidad Jesús “salva a las personas de toda forma de sufrimiento porque sus actividades de redención son probablemente las bases características de Jesús tal como lo describen los Evangelios. Por supuesto, nuestra imagen de Dios, y por tanto de Jesús, aparecerá de manera diferente en diferentes situaciones históricas y culturales, pero la acción de liberación salvífica sigue siendo la misma.

En la segunda pregunta que Jesús le hace a sus discipul@s se destaca su preocupación por la manera en que sus seguidor@s lo estarán imitando, o poniendo en práctica su identidad de liberador salvífico.  Es aquí en donde entra en acción nuestra identidad en Jesús.

Ahora bien, ¿por qué es importante nuestra identidad en Jesús? Veámoslo de esta manera. Cuando una persona se vuelve cristiana, se le da una nueva identidad. Esta nueva identidad se encuentra en Jesucristo. Pablo da testimonio de esta nueva identidad cuando escribe: “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva creación ha llegado: ¡lo viejo ha pasado, lo nuevo está aquí!” (2 Corintios 5:17).

Las palabras de Pablo son ciertas en otro sentido. La antigua forma de ser de la humanidad también ha desaparecido. La antigua ley también ha desaparecido. Cristo es la nueva Alianza largamente prometida que hace posible que los hombres y las mujeres sean hechos nuevas criaturas. Es aquí el nuevo hombre y la nueva mujer que han surgido con la identidad en Jesús.

De aquí entonces que la identidad de la Iglesia debe de estar cimentada en la fe apostólica. Por esto la pregunta clave; ¿quién es Jesucristo para nosotr@s hoy, especialmente cuando el día de hoy parece terrible? Cuando el mundo está suspendido por una cascada de guerras globales, civiles e interpersonales. Cuando hay un sufrimiento y una pérdida de vidas increíbles y un total desprecio por la ley y orden, la justicia, la dignidad, la misericordia o la verdad, cuando se promueve la desesperanza. En otras palabras, cuando existe lo que estamos viviendo en este momento; una crisis de humanidad. Si vamos a desarrollar discipulados relevantes e iglesias reverentes en las luchas del pueblo debemos de tener claro que esta identidad tiene que por obligación identificar y combatir las estructuras del poder opresivo. Esto porque no podemos seguir predicando un más allá sin repercusiones en el más acá. Es como hemos dicho antes; hay que traer el cielo a la tierra porque no hay que morirse para sentir ese cielo. Ese cielo lo comenzamos a ver y a sentir aquí y ahora con la identidad del proyecto de liberación salvífica de Jesús. Lo que se nos pide es que aprendamos a servir y acompañar al pueblo.

Un gran reto para nuestro discipulado en particular y para la iglesia de hoy en general es poder darse cuenta y hacer algo al respecto sobre la realidad de que hay un fracaso en la propuesta capitalista que estamos viviendo. Esta propuesta conduce al enriquecimiento de las oligarquías nacionales, en connivencia con las potencias industrializadas, y una necesaria empobrecimiento de grandes masas populares. Definitivamente la propuesta capitalista contradice la propuesta de liberación salvífica de Jesús porque produce lamento con su miseria. Por lo tanto, sea un discipulado o un modelo de Iglesia de liberación salvífica definitivamente tiene que ser anticapitalista. Tratar de ignorar esta realidad prometiendo un más allá sin repercusiones en el presente, es una idolatría. Entiéndase por idolatría el crear una identidad falsa de Jesús.  

Jesús en su tarea de poder elaborar modelos de discipulad@s aprendemos que hay que seguir a Jesús, pero para hacerlo hay que tener la capacidad de escuchar su voz. Ahora bien, ¿qué significa escuchar la voz de Jesús? En Juan 10:27 Jesús nos dice: Mis ovejas escuchan mi voz, y las conozco, y me siguen…Esto nos trae a la realidad de que como discipul@s al escuchar la voz de Jesús en este mundo y seguirlo, debemos tener la capacidad de escuchar el llanto del mundo, o sea, la voz del pueblo tal y como el lo hizo. No es escuchar para contemplar y sentir simpatía por las gentes. Es para contemplar en solidaridad compasiva y a la misma vez erradicar lo que produce el lamento. Esto es una fe con acción. En otras palabras, en esta nueva identidad estamos siguiendo a Jesús, pero estamos siguiendo a Jesús en el mundo. No cerremos nuestros oídos al mundo que nos rodea. Es un cambiar el lamento en baile (Salmo 30:11). Una Iglesia con la capacidad de escuchar el lamento del pueblo y convertir ese lamento en baile, aquí y ahora.

Muchas gracias, hasta pronto, Dios nos bendiga, y prométanme que van a ser felices. En el amor solidario, el sacramento más importante. Amen & Ashé.