Sermón completo:
Vigésimo primer Domingo después de Pentecostés: Propio 24
22 de octubre de 2023
Éxodo 33:12-23; Salmo 99; 1 Tesalonicenses 1:1-10; Mateo 22:15-22
I-Introducción:
Una persona leal es aquella que se caracteriza por ser dedicada, y cumplidora e inclusive cuando las circunstancias son adversas, así como defender en lo que cree.
El término de lealtad expresa un sentimiento de respeto y fidelidad hacia una persona, compromiso, comunidad, organizaciones y principios morales, es una de las cualidades más respetables de un ser humano, en especial cuando se trata de una relación de pareja o de una amistad ya que ayuda a mantener un lazo fuerte y generar confianza en la otra persona.
La lealtad es un principio que básicamente consiste en nunca darle la espalda a determinada persona o grupo social que están unidos por lazos de amistad o por alguna relación social o religiosa, es decir, el cumplimiento de honor y gratitud, la lealtad está más apegada a la relación en grupo.
Por otro lado, la lealtad es lo que une mi corazón con Dios y con todo lo creado por Dios para lograr un propósito común. Ese propósito común es el propósito de Dios, y el propósito de Dios siempre incluye trabajar unidad en diversidad como pueblo de Dios. Podríamos decir que la lealtad es el pegamento que nos mantiene unid@s, de modo que nuestra colaboración conjunta en el evangelio logra más que si estuviéramos en aislamiento. En la línea de la lealtad nos parecemos más a Cristo porque practicamos sus acciones de amor. Por eso queremos pasar del cristianismo meramente impulsado por el deber a hacer lo que amas, porque lo que amas hacer es lo que debes hacer. Que no nos impulse el deber sino mas bien el amor. Esta lealtad es a mi juicio el fundamento principal de las escrituras para hoy.
II-Mateo 22:15-22: Dale a Dios lo que le pertenece
En el evangelio de Mateo 22 del 15al 22 se nos demuestra que darle a Dios lo que le corresponde a Dios también incluye el que yo le dé a otra persona lo mismo. De nuevo, ama a Dios sobre todas las cosas, y a tu prójim@ como a ti mism@. Debemos tener claro que encontramos a Dios en su creación y esto incluye a las personas. Cada persona es la imagen de Dios, por esto debo tener cuidado como trato a esa persona, porque es la imagen de Dios.
Durante los últimos tres domingos hemos visto cómo Jesús reprendía a los fariseos (como parte del liderazgo del templo). Ahora estos se han retirado y reagrupado y están probando una nueva táctica para resolver su problema con Jesús. Su nuevo plan es tratar de seducir a Jesús con elogios y alabanzas, sugiriendo que su influencia está ganando a sus propios discípulos para atrapar a Jesús en una debacle política.
Por supuesto, una manera radical de esta narrativa bíblica me parece a mí, es el que podamos entender que al ser Palestina un país colonizado Roma no tiene nada. Como todo imperio, se dedica a colonizar y robar los recursos del pueblo. De aquí el que Jesús les diga: denle a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. O sea, ¿César o Roma tienen algo aquí? Parece ser como una resistencia para que no le den al imperio los recursos del pueblo.
Ahora bien, lo que los discípulos de los fariseos le plantearon a Jesús era una pregunta muy real en la mente de la gente. Una potencia extranjera los gobernaba y se les recordaba como tal el mantener al imperio económicamente. El impuesto que luego tuvieron que cambiar y pagar les pareció a algunos como sal en la herida y era parte de la razón por la que buscaban un mesías político y militar. Jesús no niega esta realidad. Justo o injusto, el sistema era capturado simbólicamente por la imagen de César en la moneda.
Pero también debemos de entender que esta es una narrativa bíblica sobre la lealtad y que la imagen del Cesar en la moneda puede representar otras realidades. Estos discípulos de los fariseos han sido entrenados y se les ha concedido una audiencia. Fueron plantados intencionalmente por los líderes del templo para que fueran testigos de cómo Jesús hablaba contra el gobierno.
Profundicemos entonces en este asunto de la lealtad. A mí me parece que las dos maneras de expresar mi lealtad de amor por Dios es: Amar a Dios y amar a mi prójim@, porque con mis acciones de amor me parezco más a Jesús.
En el amar a Dios si somos sincer@s en nuestro deseo de ser discípul@s de Cristo, nuestra respuesta a la pregunta “¿De quién es esta imagen?” debería ser Jesucristo. Tod@s nosotr@s estamos hechos a imagen de Dios. Su imagen está tallada en nuestras almas y en nuestro aliento porque somos cread@s con el mismo aliento de Dios. Debemos darle a Dios lo que es suyo, incluida nuestra propia vida.
Jesús nos llama a comprometernos con todo los que nos rodean, a interactuar verdaderamente y a involucrarnos en las vidas de las personas que conocemos y encontramos, para que podamos llegar a ser parte de sus vidas como una nueva comunidad en Cristo. Esto significa riesgo. Tomará un tiempo que quizás no tengamos, pero debemos tratar. Seremos vulnerables en nuestras relaciones, pero nuestra fortaleza viene de Dios. Siempre estará presente en nuestras vidas.
En el amar a nuestr@ projim@ nos damos cuenta de que a pesar de las diferencias entre entonces y ahora, todavía vivimos en un mundo donde diferentes entidades plantean constantemente exigencias competitivas sobre nuestra lealtad. ¿Qué parte de nosotr@s (nuestros dones, nuestros recursos, nuestro tiempo y nuestra energía) entregamos y a quién? Por ejemplo:
1. ¿Nos detenemos para ayudar a las personas mayores o discapacitadas en el supermercado, o avanzamos rápidamente porque tenemos prisa?
2. ¿Ignoramos el abuso que sufren otras personas?
3. ¿Nos presentamos a las reuniones comunitarias para hablar a favor o en contra de un tema en particular, aunque podamos ser ridiculizad@s o simplemente no asistimos porque no creemos que nuestras voces hagan una diferencia?
4. ¿Practicamos el reciclaje o tiramos el plástico y el papel con el resto de la basura porque no nos molestan o tenemos poco tiempo o parece que es demasiado esfuerzo?
5. ¿Nos tomamos el tiempo para llamar a nuestr@s representantes políticos locales, municipales o nacionales y abogar por un presupuesto justo que incluya un gasto adecuado para combatir problemas como la pobreza o la falta de viviendas asequibles, la salud, la educación, o ponemos la excusa de que estamos demasiado ocupad@s y asumir que alguien más lo hará?
¿Cómo refleja la forma en que usamos nuestros recursos la verdad de que todas las personas tenemos la imagen de Dios estampada en nosotr@s? Cuando miramos cómo utilizamos nuestros recursos, ¿qué vemos? ¿Los estamos usando para hacer la obra de Dios en nuestro mundo? ¿Estamos viviendo en Él y para Él, o es Él una parte mínima de nuestras vidas? ¿Estamos promoviendo los valores errados de nuestra capitalismo corporativo de acumular y eliminar la competencia?
Dentro de la realidad de que Dios creo suficiente para todas las personas y que lo que existe es un problema de distribución, Jesús no sólo modela la vida de darlo todo a Dios, sino que también hace posible que nosotr@s hagamos lo mismo. Es aquí en donde entendemos que el Evangelio y nuestro compromiso sociopolítico son parte de nuestra espiritualidad subversiva. Para eso somos la sal y la luz de la tierra. Debido a que Jesús confió en el amor y el cuidado de Dios, voluntariamente renunció a todo lo que tenía y a todo lo que era. Se despojó de sí mismo, se humilló y se hizo obediente hasta el punto de morir en la cruz. A través del Espíritu Santo hemos sido perdonados y sanados. Se nos ha ofrecido una nueva vida. Por la morada del Espíritu dentro de nosotr@s, tenemos el poder de vivir como lo hizo Jesús, de caminar en el camino de Dios. Como Jesús, podemos confiar en el amor y el cuidado de Dios y entregarle libremente a Dios nosotros mismos, nuestro tiempo y nuestras posesiones para usarlos en el mundo que Dios ama y cuida.
Este giro de la lealtad es lo que aleja a los discípulos de los fariseos, asombrados de lo que han oído del Maestro. Si se hubieran quedado, me pregunto si la conversación se habría centrado en qué es lo que ofrecemos a Dios como portadores de su imagen. Y me pregunto si Jesús no les habría recordado lo mismo que les recordó a sus rabinos antes. Esa obediencia produce el fruto que constituye la raíz. Que los profetas siempre han invitado a l@s portador@s de las imágenes “a hacer justicia, a amar la bondad y a caminar humildemente ante su Dios” (Miqueas 6,8). Y que la ley y los profetas dependan de estos dos mandamientos: “amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente…” y “amar a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22,36- 40). Por esto con mis acciones de amor me parezco más a Jesús.
III-Éxodo 33:12-23: La capacidad de la oración humana y la defensa de las demás personas para mover a Dios. A esto fue que nos llamaron. Con mis acciones de amor me parezco más a Jesús.
IV-1 Tesalonicenses 1:1-10: Una moraleja en esta narrativa bíblica de tesalonicenses es que, si vas a modelar tu vida o tus acciones según la de alguien, será mejor que tengas mucho cuidado con quién y qué eliges imitar. Es por esto por lo que con mis acciones de amor me parezco más a Jesús.
V-Conclusión: Mis hermanas y hermanos, el amor a Dios y el amor a las otras personas están conectados y demandan lealtad de nosotr@s. No podemos amar a Dios correctamente si no amamos a nuestr@ prójimo, y no podemos amar a nuestro prójimo correctamente si no amamos a Dios (1 Juan 4:20).
Cuando alguien nos pregunta qué significa ser una persona cristiana, podríamos decir algo como «amar a Dios y amar al prójimo». Pero ¿alguna vez te has parado a pensar por qué estas dos realidades son tan importantes? ¿Por qué debemos amar a nuestro prójimo tanto como amamos a Dios?
El mandamiento de amar a nuestro prójimo como a nosotr@s mism@s es uno de los conceptos más conocidos enseñados por Jesucristo. Es un mensaje simple pero poderoso que resume la esencia del cristianismo. Pero ¿qué significa realmente amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y cómo podemos aplicar este concepto en nuestra vida diaria? Según Mateo 22:39, amar a nuestro prójimo significa tratar a las demás personas como queremos que nos traten a nosotr@s. Este concepto universal trasciende las religiones y las culturas, enfatizando la importancia de mostrar bondad, respeto, compasión y empatía hacia las demás personas.
La parábola nos enseña que nuestro prójimo no se limita a aquellas personas que son como nosotr@s o que conocemos personalmente, sino que puede ser cualquier persona necesitada que encontremos en nuestro camino. Esto significa buscar activamente formas y oportunidades de servir a las demás personas y satisfacer sus necesidades. Recuerden, fuimos llamad@s no a contemplar el mundo, fuimos llamad@s a contemplar y cambiarlo. Este llamado es para que entendamos que nadie va al cielo sin pasar por la tierra. Por lo tanto, comencemos a construir el cielo en la tierra. Fuimos llamad@s para que acompañemos al pueblo y a la misma vez le sirvamos. Con estas acciones de amor nos parecemos mucho más a Jesús.
AMEN & ASHE