Noveno Domingo después de Pentecostés
Propio 11; 21 de julio de 2024
2 Samuel 7:1-14a; Salmo 89:20-37; Efesios 2:11-22; Marcos 6:30-34, 53-56
En el Evangelio de hoy en Marcos 6:30-34, 53-56, Jesús y sus discípul@s, acababan de regresar de su misión evangélica, se reúnen y suben a una barca para apartarse y descansar en un lugar desierto. Sin embargo, la gente los reconoce y se junta alrededor de Jesús porque han oído y saben de los milagros que él ha hecho.

Entonces “salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor” (6:34).

Soy fiel creyente que la Iglesia debe de definirse como una masa crítica y con voluntad política para dar credibilidad a algunos principios, y para crear precedentes que conduzcan a normas y prácticas más sólidas. Aquí es que la compasión hace su entrada porque fue lo que Jesús siempre quiso dejar claro en su movimiento socio-espiritual: que debemos ser movidas y movidos por la compasión.

Jesús tuvo compasión (vea el verso 6.34). Este término que viene del verbo griego (esplangjnizomai) el cual señala hacia los intestinos, entrañas, el vientre, es decir, las emociones más viscerales que nos encienden ante la necesidad de las ovejas que no tienen un pastor (6.34) a su lado para alimentarlas, cargarlas y acariciarlas.

Una de las mejores maneras de considerar la gentileza de nuestro Salvador es mirar las cosas que hizo. Su vida en la tierra es el ejemplo de cómo debemos vivir nuestras vidas. “Porque para esto fuisteis llamados y llamadas, porque también Cristo padeció por nosotr@s, dejándonos ejemplo, para que sigamos sus pisadas” (1 Pedro 2:21). Por otro lado, también nos dice la Escritura: “Quien dice que permanece en Él, también debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).

Hermanas y hermanos debemos de ser inspirad@s y movid@s a la acción por la compasión, no por el odio, la revancha o el coraje. Mira la realidad de Jesús: le dieron la noticia de que primo Juan había sido asesinado. Y en su dolor y buscando un lugar para descansar miró al pueblo y tuvo compasión de ellas y ellos.

2 La compasión es un valor humano que conjuga la empatía y la comprensión hacia el sufrimiento de las demás personas. La compasión es un valor que permite que todas las personas sean tratadas con igualdad. También empuja a ayudar a las otras personas en su sufrimiento. La compasión es un efecto que surge de la simpatía, la tristeza, la comprensión y la empatía frente a aquellas personas que se encuentran en una situación de dolor, opresión, desesperanza, etc.

La compasión es simplemente una presencia amable y amistosa frente a lo difícil.

Su poder nos conecta con lo que es difícil: nos ofrece un enfoque que difiere del rechazo que solemos dar. Comenzamos con la empatía, ese sentimiento de conexión. Cuando podemos reconocer lo común de la condición humana, sucede algo hermoso: disminuimos la sutil crueldad de la indiferencia y el dolor deja de ser indiferente.

Además de la mezcla de sentimientos que la compasión provoca, esta impulsa a la ayuda y a la caridad para mejorar la situación de las demás personas. A su vez, nos recuerda dar gracias por las cosas que tenemos y por las mejores condiciones en que nos tocó vivir. O sea, que la compasión, como la fe, es una mezcla se sentir, pensar y actuar solidariamente.

A mí me parece que con este Evangelio Jesús nos da un paradigma o modelo para crear iglesias y discipulados compasivos. Y esto porque la compasión tiene la capacidad de ejercitar también la justicia con amor solidario, como es el caso, por ejemplo, de la participación en las instituciones de ayuda humanitaria y las fundaciones. Otro ejemplo, son los movimientos creados para la promoción,
protección e igualdad de los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la paz y la seguridad, de las minorías raciales, étnicas, culturales, sociales y sexuales. Y esto incluye nuestra compasión por personas usuarias de drogas o que están encarceladas. Que no se nos olvide, la compasión es la sensibilidad con el
sufrimiento de uno mismo, de una misma y el sufrimiento de las otras personas.

Por esto es por lo que su objetivo va más allá de la comprensión, por ello moviliza a las personas hacia el compromiso de aliviar y prevenir dicho malestar. De nuevo, aliviar y prevenir.

Jesús vino con su mensaje revolucionario del reino-comunidad de Dios de traer el cielo a la tierra. El proyecto de liberación salvífica de Jesús nos fue dado desde su ministerio terrenal: una nueva sociedad nacida de la compasión, demostrando amor en acción y brindando preocupación por las demás personas.

3 Además del ejemplo de Jesús, el Nuevo Testamento nos da mandatos directos para ser personas compasivas. Pedro dice: “Finalmente, sean todos y todas de un mismo sentir, teniendo compasión los unos de los otros y de las otras; tienen que amarse como hermanas y como hermanos, sean misericordiosos, sed corteses” (1 Pedro 3:8).
Hermanas y hermanos, recordemos que la compasión requiere que estemos abiertos/abiertas a las necesidades de las otras personas, no solo a las nuestras. No tenemos que asumir todo el sufrimiento del mundo ni aliviar todo el sufrimiento del mundo (ésta no es nuestra tarea), pero ello puede conmovernos. Podemos permitir que el sufrimiento del mundo nos toque, que no nos sea indiferente, como
canta nuestra gran Mercedes Sosa. Quizás nos sorprenda saber que somos capaces de digerir más de lo que pensamos. Quizás las personas cristianas necesitemos caminar aún más hacia lo que no podemos soportar, escuchar nuestras entrañas, sentir, dejarnos tocar, influenciar el sufrimiento de los hijos e hijas de Dios, y desde ese lugar tierno discernir lo que queremos o a lo que estamos siendo llamados o llamadas a hacer.

Tenemos la autoridad para ser personas sanadoras y liberadoras. La curación y la liberación fluyen de los sentimientos de compasión. Tener compasión es sufrir con el sufrimiento del mundo, sufrir de alguna manera el sufrimiento del mundo. Jesús establece el modelo. Trabajamos, con Jesús, en el alivio del sufrimiento humano, sólo después de haber notado los rostros de las personas necesitadas y compartir su sufrimiento. No es cogerle pena, de ninguna manera. Es liberar a esas personas del sufrimiento con nuestras acciones compasivas.

Y así, Jesús nos envía, no fuera del mundo, sino dentro del mundo a traer el cielo a la tierra. A predicar un Evangelio de aquí y ahora. En Evangelio de crear un nuevo mundo con personas que piensen, sientan y actúen diferente. Nos envía cada vez más profundamente a la condición humana, para anunciar y encarnar con nuestras vidas las buenas nuevas de Dios. La curación y la liberación de Dios son reales y cercanas en la compasión. Hermanas y hermanos, cultivemos nuestra compasión, y no olvidemos que el Evangelio exige compasión radical. Y esto para que podamos acompañar y servir al pueblo.
Amen & Ashé.