Sermón completo:

Homilía del 4 de febrero de 2024

Isaías 40:21-31; Salmo: 147:1-12, 21c; 1 Corintios 9:16-23; Marco 1:29-39

Quinto Domingo después de Epifanía-4 de febrero de 2024.

Vivimos en una época en la que contamos con los instrumentos de atención de salud más sofisticados en comparación con otros países que en cualquier otro momento de la historia. Nuestra tecnología para brindar atención médica nunca ha sido más avanzada. Irónicamente, también tenemos una crisis en la prestación y accesibilidad de la atención médica. Hay algo fuera de lugar.

¿Qué hacemos nosotr@s, que estamos rodead@s de tecnología médica, con esta historia del evangelio de Marco 1:29-39de la curación de Jesús? ¿Debemos creer que la curación que Jesús ofrece es sólo para el cuerpo físico? No puedo creer que eso sea todo lo que hay que hacer para curar. La realidad es que cuando escuchas diferentes denominaciones anunciando sus actividades solo se habla de curación o sanación física.

Nunca he experimentado una curación en la que alguien recupere la vida inmediatamente, como si su enfermedad fuera una interrupción y ahora la vida pudiera continuar como antes. He impuesto las manos sobre las personas enfermas y he orado por su curación, pero nadie ha dejado todavía su silla de ruedas a un lado para bailar otra vez.

Entonces, la curación de Jesús debe significar más que la restauración física porque en realidad he experimentado personas siendo sanadas; aunque su condición física no cambió, en un nivel más profundo recuperaron la paz, la plenitud de corazón y la disposición para enfrentar la muerte con fe y aceptación. Es a esto a lo que en esta reflexión estoy llamando, curando la infelicidad socio-espiritual.

Curiosamente la antropología distingue entre enfermedad (disease), que es una condición biomédica que afecta al organismo, y el padecimiento (illness), que es una condición que desvaloriza a una persona, provocando alteraciones en las relaciones sociales y pérdida de significado. El padecimiento es diferente a la enfermedad biomédica; el padecimiento es un problema social que en el Nuevo Testamento está estrechamente relacionado con el pecado. El pecado y el padecimiento van juntos y ambos pueden sanarse mediante la restauración de las relaciones sociales que han sido rotas.

Como dije anteriormente, la mayoría de las interpretaciones de los milagros en la Biblia tenemos tendencia a verlos solo como curaciones físicas cuando hay otras realidades y dimensiones que están presentes. Mire nuevamente la historia de Jesús sanando a la suegra de Pedro. Jesús la devuelve a su posición adecuada en la sociedad. La señal de su curación no es simplemente que su fiebre desapareció, sino que una vez más se reintegró a sus tareas del diario vivir y está sirviendo a quienes están en su hogar. No debemos olvidar que la curación ocurre en sábado cuando no se permite ningún trabajo, incluido el trabajo de curación, una gran ironía ya que el propósito original de guardar el sábado es que la renovación, restauración y curación de las relaciones en Dios ocurran a medida que ocupar nuestro lugar en el ritmo del descanso sabático de Dios. Esto me demuestra que el tiempo y el momento de esta curación de padecimientos lo es siempre.

Ahora bien, la fórmula que Jesús utilizó me fascina porque es la combinación de fe con acción y es la que tenemos que imitar en todo momento. Para combatir el padecimiento de esta mujer Jesús llegó a ella, se le acercó y le dio la mano. En otras palabras, tengo que buscar la manera de conectar con las personas que están en padecimiento.

Si de verdad quiero ver la curación que se está realizando tengo que entender que conectar con las demás personas en padecimiento implica crear un vínculo emocional y social. Estos vínculos pueden ayudar a las personas a sentir que pertenecen y promover el bienestar físico y mental. Como sea que las definas, estas conexiones son importantes para el bienestar físico y mental y Jesús lo tenía claro.

Ser capaz de forjar una conexión con otra persona te permite establecer relaciones interpersonales y generar apoyo social. Conectarte con las demás personas es algo bueno para todas, pero es especialmente útil para aquellas personas que en su padecimiento tienden a aislarse de las demás personas. Las relaciones sociales ayudan a defenderse de los efectos dañinos del aislamiento y la soledad. Y fue esto lo que Jesus hizo cuando sanó a esta mujer, la sacó de su aislamiento de su desconexión y la restauró.  

Crear relaciones sociales es esencial para crear un sentido de pertenencia. La pertenencia es una necesidad humana básica que implica sentirse una persona aceptada por las demás y conectada con algo fuera de un@ mism@. Ahora sabemos que las personas que carecen de este sentido de pertenencia son más susceptibles a problemas de salud mental y de comportamiento.

Lo otro que Jesús hizo en esta curación fue que le dio la mano solidaria a esta mujer. ¿Sabes lo que significa cuando alguien te pregunta: “¿Puedes darme una mano?”  Es una forma más amigable e informal de decir, podrías ayudarme. Algo así como la historia del buen Samaritano en Lucas 10:25-37.

La solidaridad es el acto de realizar acciones en beneficio de otra persona sin esperar nada a cambio. Es un valor fundamental en la sociedad que contribuye al bienestar y la armonía. Ser solidario implica ayudar a las demás personas, sin importar su condición social, económica o cultural. El Gálatas 6:9 se nos dice: Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos. Pero hacer el bien, sin esperar nada a cambio, solo la satisfacción de que como personas cristianas hicimos lo que teníamos que hacer.

Hermanas y hermanos, la infelicidad socio-espiritual es un estado que salta a la vista en nuestra sociedad contemporánea, dentro y fuera de la iglesia. Basta mirar a los ojos, para notar los rostros severos, las palabras agrias y las conductas agresivas. ¿Qué factores influyen o determinan en la felicidad de una sociedad? Comencemos primero por reconocer que es posible a aprender a ser felices.

La evitación cristiana moderna de la felicidad es completamente contraintuitiva. Esta no es una cuestión semántica menor. Histórica, filosófica y prácticamente, felicidad es una palabra vital. Pero durante demasiado tiempo hemos distanciado el evangelio de lo que el mismo Jesús nos dio, felicidad. Dios desea para nosotros y nosotras la felicidad. ¿Ser feliz significa no estar triste? De ninguna manera. Una vida significativa abarca decepciones y pérdidas. Las experiencias difíciles pueden revelar nuestros valores fundamentales, motivarnos a hacer cambios y hacer que los momentos felices sean aún más alegres y especiales.

Existen realidades de decepciones y perdidas en nuestro diario vivir las cuales no fueron creadas por Dios. Por ejemplo, el neoliberalismo se basa en afirmaciones de que la mejor forma de garantizar el bienestar y el progreso humanos es aumentar la libertad empresarial, la responsabilidad individual, la propiedad y el libre comercio, manteniendo al mismo tiempo la participación del gobierno y el Estado en los asuntos económicos al mínimo. Esta se ha convertido en la ideología político-económica dominante en todo el mundo en las últimas, pero, hasta la fecha, poca o ninguna investigación ha examinado su impacto en la salud y el bienestar. Las consecuencias económicas y sociales comunes de las políticas neoliberales incluyen un acceso reducido a la seguridad social y una mayor desigualdad social, produciendo desesperanza e infelicidad en la mayoría de las personas.

Las personas cristianas están llamadas a dar frutos (como nos dice Marcos 4:1-20). La promesa aquí es que habrá un momento en que cualquier esfuerzo por hacer el bien producirá un resultado visible que será experimentado por la persona que siembra. Esto generalmente sucederá varias veces a lo largo de la vida si uno siembra bien fiel y consistentemente. Y es aquí en donde damos curación socio-espiritual a la otra persona. Esta fórmula de acercarnos y dar la mano es el fundamento del evangelio. Fuimos llamados y llamados a acompañar y servir al pueblo y en ese proceso damos curación.  Vamos a curar la infelicidad socio-espiritual.

Amen & Ashe.