Sermón completo:

Hechos 4:5-12; Salmo: 23; 1 Juan 3:16-24; Juan 10:11-18

La labor de pastorear es una de las más importantes dentro de la comunidad cristiana, ya que se trata antes que nada de imitar lo que Jesús nos dijo en Juan 10: Yo soy el Buen Pastor. Muchas veces pensamos que esta frase es solo para describir a Jesús, pero es mucho mas serio que esto. Es para describir a Jesús y a la misma decirnos identificar los deberes pastorales que Jesús nos delegó.  Y según la Biblia, pastorear es una tarea que debe ser realizada con amor, paciencia, respeto, compasión, perseverancia y sabiduría. Y esto se realiza desde dos realidades. Por un lado, mi discipulado, esa manera de vivir que me parezca a Jesús. Y, por otro lado, el cómo crear con ese discipulado, iglesias comunitarias que acompañen y sirvan al pueblo.

Yo estoy casi seguro de que tú y yo tenemos claro lo que es Jesús como Buen Pastor. Por esto decimos que como Buen Pastor siempre estuvo y está presente para velar, proteger y dar vida. El amor y la intimidad en esta parábola se amplían cuando esta persona dice que cualquiera que intente ahuyentar a las ovejas fracasará. En lugar de ser atraídas, las ovejas se darán vuelta y huirán. Sólo conocen al pastor, no a ningún extraño que intente desviarlas (Juan 10:5). Además, el pastor se preocupa tanto por su rebaño que considera su vida igual a la de ellas. Él está dispuesto a dar su vida por ellas (Juan 10:11). Por el contrario, aquellas personas que fingen una relación con el rebaño, o aquellos que se preocupan menos por su bienestar, no entregarán sus vidas. Eso es lo que hace que la relación entre el pastor y su rebaño sea tan especial.

Ahiora bien, mi mayor preocupación en este momento no es si Jesús fue o no fue un Buen Pastor. Lo que me preocupa es el cómo tú y yo tomamos este ejemplo de vida para convertirnos en Buenos o Buenas Pastoras. Y aquí no me refiere a un proceso de ordenación. Por el contrario, me refiero a una responsabilidad laical, con ordenación o sin ordenación, para cumplir un deber que Jesús nos delegó para definir el discipulado que cuida las ovejas, o sea, al pueblo.

Por esto debemos de tener claro que un Buen o una Buena Pastora desempeña un papel vital en el cuidado de un rebaño de ovejas. Exploremos sus deberes:

Da seguridad y bienestar: la responsabilidad principal de un pastor es garantizar la seguridad y el bienestar del rebaño. Esto incluye protegerlos de los depredadores, guiarlos a pastos adecuados y estar atentos a cualquier planta venenosa1.

Conoce el Rebaño: Un buen pastor conoce íntimamente a sus ovejas. Entienden el temperamento, el estado de ánimo y las necesidades de cada oveja. Este conocimiento permite al pastor liderar eficazmente, brindando atención y orientación oportuna.

Debe de saber sobre autosacrificio: La imagen de un buen pastor que da su vida por las ovejas es poderosa. En el caso de Jesucristo, quien se refirió a sí mismo como el Buen Pastor, este autosacrificio es profundo. Él soportó voluntariamente el sufrimiento y la muerte por su rebaño, demostrando amor y compromiso.

Debe proveer orientación y provisión: Los pastores llevan a sus ovejas a mejores pastos, asegurándose de que tengan acceso a alimentos y agua. También esquilan las ovejas y las protegen contra cualquier daño. Del mismo modo, un buen pastor satisface las necesidades del rebaño, tanto física como espiritualmente.

Debemos de tener claro que hemos sido llamad@s a continuar la obra de Jesús. Estamos llamados a ser pastores, testigos del amor de Dios. Debemos estar ahí el uno para el otro. Debemos cuidarnos y apoyarnos unos a otros. Debemos ponernos en el camino del mal cuando sea necesario. Debemos salir y animar a otros no cristianos y no creyentes a unirse al rebaño, tal como Jesús y otros cristianos nos animaron a unirnos al rebaño. Debemos guiar a las ovejas de Cristo, especialmente si ocupamos posiciones de liderazgo dentro de la iglesia. En otras palabras, nosotros mismos debemos ser buenos pastores y con fe en Jesús seremos capaces de superar cualquier barrera que de otro modo nos obstaculizaría en esta tarea.

Por lo tanto, es necesario tener claro que en nuestro deber de la práctica de fe no debe alejarnos del mundo sino mas bien meternos de cabeza en el mundo. Es aquí donde vemos a la iglesia al servicio del pueblo. Segundo, la fe cristiana y la labor social de la iglesia siempre tendrán resultados sociopolíticos. Tercero, en el anuncio de las Buenas Nuevas que Jesús nos encomendó al pastorear, la iglesia tiene que encarnarse en el pueblo para pensar, sentir y actuar en beneficio de ese pueblo. Y, por último, la iglesia al pastorear debe de tener la capacidad no solo de identificar sino también destruir los pecados sociales que destruyen al pueblo, a las ovejas. Algunos de ellos identificados por nuestro hermano Mahatma Gandhi son: Política sin principios; Economía sin moral; Bienestar sin trabajo; Educación sin carácter; Ciencia sin humanidad; Goce sin conciencia; Culto sin compromiso.

Tenemos de frente un gran reto para pastorear las ovejas. Los problemas económicos duraderos de Puerto Rico se evidencian en varias medidas: la baja tasa de crecimiento económico, la alta tasa de desempleo y la baja tasa de participación de la fuerza laboral, la caída de la tasa de inversión, el alto nivel de pobreza, el grado extremo de desigualdad económica y el éxodo masivo hacia los estados.

La recuperación de Puerto Rico que, a todas luces, camina demasiado lenta, los múltiples eventos naturales, sociales y políticos, y la ya asfixiada economía en el país pintan un escenario de carencias y de extrema vulnerabilidad.  Los desafíos que enfrenta la Isla exigen medidas proactivas y la Iglesia debe de ser parte de resolver estos problemas.  Y todo esto lo podemos identificar en el resto del mundo.

En resumen, un buen pastor o pastora no es sólo alguien que cuida sino también alguien que protege, guía el rebaño confiado a su cuidado. ¿Estamos haciendo pesto por nuestros hermanos y hermanas? O sea, por la humanidad. El papel de Jesús como Buen Pastor ejemplifica estas cualidades, enfatizando el amor, el sacrificio y el conocimiento íntimo de quienes le seguían. ¿Podemos tú y yo s aceptar y poner en práctica estos deberes pastorales que Jesús nos delegó?