Vigésimo sexto domingo después de Pentecostés-Propio 28 de noviembre de 2024
1 Samuel 1:4-20; Salmo 16; Hebreos 10:11-14, 19-25; Marcos 13:1-8
Entre esta semana y la anterior, hemos tenido el beneficio de un Jesús muy reflexivo. La semana pasada, Jesús se sentó y observó el sistema del Tesoro. Esta semana se sienta en el Monte de los Olivos.
Jesús dio a conocer su opinión sobre el templo: el sistema está moralmente en bancarrota (mensaje de la semana pasada), y no falta mucho para que este mundo dure. Al igual que la profecía del Antiguo Testamento, podemos entender que las palabras de Jesús sobre la conmoción que se avecina se aplican al momento inmediato en que Jesús habla, pero también a cosas y eventos a lo largo del tiempo y el lugar.
El Evangelio de Marcos probablemente fue escrito justo antes (o justo después) de los acontecimientos de la rebelión judía y la Gran Guerra con Roma que llevaron a la destrucción literal del Templo en el año 70 d. C. Las palabras de Jesús, entonces, son parte de la comunidad que da sentido a su realidad. De hecho, en los versículos 9-13 Jesús predice persecución, los versículos 14-23 describen dificultades significativas que se avecinan y los versículos 24-26 ofrecen palabras de esperanza y ayuda del cielo. El capítulo concluye con un resumen de las lecciones que debemos sacar de todos estos desafíos y que no sabemos cuándo vendrán ni cuándo terminarán, solo que debemos permanecer vigilantes como siervos y siervas de Dios que esperan el regreso. Estas profecías abarcan toda la existencia en la tierra: personal, comunitaria, de culto (sistema y práctica religiosa), política y geopolítica.
¿Y por qué? No sólo en el momento en que Jesús pronunció su profecía, sino desde el comienzo de la presencia de la humanidad en la tierra, la maldad de algunas personas o naciones ha estado trabajando para extraviar al pueblo de Dios.
Guerras y rumores de guerras… Los EE. UU. han abandonado Afganistán e Irak, pero los enfrentamientos continúan; todavía existe la amenaza de guerra entre Israel e Irán; tensiones entre China, Rusia y los EE. UU.; tenemos una guerra entre Rusia y Ucrania/OTAN. Tenemos una guerra genocida librada por Israel contra el pueblo palestino.
Y si tenemos claro que la paz no es la ausencia de guerra, podemos reconocer que hay guerras en las que el hambre es utilizada como arma de guerra por los EE.UU. a través de bloqueos contra Cuba y Venezuela. La guerra global contra las drogas es un fracaso y debe ser reemplazada por estrategias de despenalización basadas en la ciencia, la salud, la seguridad y los derechos humanos. Con un enfoque capitalista la guerra contra la pobreza es una guerra contra las personas pobres donde no hay justicia económica sino más bien el enriquecimiento de unas personas quitándoles a las personas pobres lo que les corresponde.
Las palabras de advertencia de Jesús hablan a nuestro presente porque la paz no es la ausencia de guerra. Aquí estamos, todavía lidiando con la pandemia de Covid-19, y lo que describe en los versículos 5 al 8 suena como una descripción de nuestra realidad.
Los años 60 y 70 fueron una época difícil para las personas cristianas en todo el mundo romano; junto con la persecución, se vieron directamente afectadas por las luchas de poder que siguieron a la muerte de Nerón y la insurrección judía. Las guerras y los rumores de guerra pesan mucho sobre la psique y el bienestar general de las personas. Estas dificultades no terminaron con la destrucción del templo, sino que podrían describir gran parte de la existencia de la iglesia primitiva. Como dice Jesús, estas luchas y dificultades son solo el comienzo del fin, el fin que seguimos anticipando hoy.
¿Y los terremotos y las hambrunas? El cambio climático se considera cada vez más como la causa de las catástrofes naturales, desde inundaciones hasta hambrunas y terremotos. Pero un número cada vez mayor de científic@s advierten que culpar a los desastres únicamente del clima pasa por alto las malas decisiones políticas y de planificación que hacen que estos eventos sean mucho peores. En otras palabras, todas las cosas que Jesús dice que vendrán todavía están por venir. Su profecía fue inmediata y abarcadora porque está hablando sobre la condición humana y mundial.
Y ahí radica la esperanza. La destrucción del templo es en realidad algo muy buena. Representa que el viejo orden del pecado humano y el extravío de Dios será destruido total y completamente. Ninguna piedra de abuso o poder orientado a la ganancia abusiva permanecerá en pie. Pero tú y yo tenemos que empezar esta nueva esperanza para un mundo nuevo y un pueblo nuevo. Debemos construir o reconstruir, empezando por traer el cielo a la tierra. Todas estas realidades desastrosas han robado la esperanza a la gente, tenemos que devolverles esa esperanza. Que la gente deje de sobrevivir y comience a vivir. Aquí es donde la Buena Nueva se ha hecho visible.
1 Samuel 1 nos pide que pongamos nuestra confianza en Dios, y Él nos transformará.
Hebreos 10 nos recuerda que podemos acudir a Dios con plena confianza, no en nosotras o nosotros mismos sino en la obra redentora de Cristo. Debido a la obra terminada y llena de gracia de Cristo por nosotr@s, las personas pueden acercarse a Dios, tanto en la vida como en la muerte, con la plena seguridad de que Dios nos recibirá.
Mis hermanas y hermanos, no estoy predicando que el fin está cerca, estoy predicando una invitación a que el principio está cerca. Construyámoslo, Jesús está a nuestro lado. Amén y Ashé.