Sermón completo:
Decimoséptimo domingo después de Pentecostés; Propio 19
El cristianismo no es un trabajo, es una forma de vida porque la cruz es una elección
Proverbios 1:20-33; Salmo 19; Santiago 3:1-12; Marcos 8:27-38
I-Introducción:
Hemos llegado al centro del evangelio de Marcos. A partir de ahora, Jesús y sus discípul@s están en camino a Jerusalén y sobre el tema se cierne el horror de la cruz. Cualquier otra cosa que l@s discípul@s y las multitudes emocionadas puedan haber pensado de Jesús – el sanador, el maestro, el poderoso enemigo de los espíritus malignos – todo cambia aquí. Ahora se quitan los velos, ahora sale a la luz la verdad.
II- Marcos 8:27-38:
Y entonces, cuando Jesús comienza a hablar NO sobre el camino a la gloria sino sobre el que conduce a la cruz, Pedro lo reprende… y luego Jesús reprende a Pedro de vuelta. Lo cual podría poner en tela de juicio nuestra propia comprensión de Jesús. Porque la definición de Pedro de “Mesías” podría ser la que preferimos también.
Pedro, nosotr@s y casi todo el mundo probablemente queremos un Dios que sane todas nuestras enfermedades, nos proporcione prosperidad financiera, garantice nuestra seguridad, ayude a nuestros equipos deportivos a ganar y, en general, nos mantenga felices, san@s y sabi@s. Pero eso no es exactamente lo que Jesús parece ofrecer. En cambio, Jesús señala a un Dios que nos encuentra en la vulnerabilidad, el sufrimiento y la pérdida. Y esto significa que no necesariamente obtenemos el Dios que podríamos pensar que queremos, sino el Dios que necesitamos.
Uno de los grandes peligros de escuchar este texto y predicarlo es asumir la posición de alguien que sabe de lo que habla. Aquí estamos, mirando hacia atrás a este encuentro crucial y a todos los malentendidos por parte de l@s discípul@s, pero sabemos que no es así. Sabemos que Jesús debe morir y resucitar. Sabemos que esto es lo que significa ser el Mesías.
Una mejor manera de abordar el texto es asumir que estamos exactamente en la posición de l@s discípul@s. Nosotr@s también estamos escandalizad@s por un Mesías crucificado. Nosotr@s también vemos el discipulado como un estilo de vida satisfactorio y placentero. Nosotr@s también esperamos el éxito y la aprobación en lugar de la derrota y la ignominia. Nosotr@s también queremos aumentar la aprobación de nuestra fe a los ojos del mundo, y permitir que la iglesia de Jesucristo sea vista como una institución positiva y admirada. Sólo entonces podremos escuchar este texto predicarlo para hoy.
Él es el Mesías, por supuesto, pero ahora Jesús debe liberarlos de cualquier “complejo de mesías” que puedan tener. Luego les dice con crudos y horribles detalles lo que significa para él ser el Mesías. Pasará por el sufrimiento, el rechazo y la muerte, antes de ser finalmente reivindicado por la resurrección después de tres días.
Pedro está horrorizado, presumiblemente junto con el resto de l@s discípul@s. Nada les ha preparado para esto. Pedro, que no quería avergonzar a Jesús delante de l@s demás, lo lleva aparte para protegerlo y enderezarlo con cierta fuerza. Es fundamental entender que lo que tenemos aquí no es simplemente que Jesús está corrigiendo algunas ideas erróneas que l@s discípul@s tienen sobre el Mesías. No está planteando un argumento teológico. Al oír la reprimenda de Pedro, ha oído la voz de Satanás una vez más, la voz que lo perseguía solo en el desierto meses antes.
Para Jesús, la cruz no era sólo un destino divinamente asignado, era una elección. Jesús, plenamente humano como cualquiera de nosotr@s, tuvo que elegir, momento tras momento, día tras día, hasta la misma noche antes de su crucifixión, aceptar el terrible llamado que había recibido de Dios. Nunca fue algo asumido, nunca automático, nunca fácil. Fue tentado diariamente a ser otro tipo de Mesías, valorado, poderoso, admirado, victorioso. Y ahora aquí, de sus propios discípul@s, escucha esas palabras tentadoras.
Jesús se da cuenta inmediatamente de que esto tiene tremendas implicaciones no sólo para él, sino también para ell@s. Traza una línea en la arena: “¿Todavía quieres seguirme? Si es así, significa que debes tomar tu cruz y seguirme”. Es fácil pasar por alto el escándalo total de esta declaración. Aquí, por primera vez, Jesús usa la palabra cruz. “Toma tu cruz y sígueme”. Compara el ser sus discípul@s con una imagen terrible, probablemente familiar para ell@s, de un hombre condenado que lleva la viga de una cruz sobre sus hombros hasta el lugar de ejecución. Eso es para lo que l@s discípul@s deben estar preparad@s.
Esa frase, “toma tu cruz”, está sujeta a muchos malentendidos. En mi opinión, no se refiere a los sufrimientos ordinarios asociados con la vida humana en el mundo: enfermedad, dolor, pena y pérdida. Significa sufrir por causa de Jesús. Significa asumir la vergüenza y el rechazo del mesías crucificado. A veces puede significar ser asesinado como lo fue él.
Seguirme significa abnegación, no realización personal. Significa amor abnegado, no el poder autorrealizarme. Significa renunciar a nuestras vidas para encontrar nuestro verdadero yo en el Reino-Comunidad de Dios. Como escribió Dietrich Bonhoeffer en su “Llamado al discipulado”, Jesús “nos invita a venir y morir”.
No hay manera de endulzar esas palabras, y son precisamente las palabras que la iglesia en Puerto Rico necesita escuchar. La abnegación conduce a la autorrealización. El amor que se da a sí mismo conduce a una profunda autosatisfacción. “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” Juan 12:24-25)
III-Proverbios 1:20-33;
La promesa es que con la Sabiduría no estamos aislad@s del desastre o del mal, sino que somos inmunes al miedo y, por lo tanto, estamos capacitad@s para soportar, sobrevivir y prosperar en (a pesar de) lo que la vida nos traiga.
IV-Santiago 3:1-12;
Por lo tanto, lo que entendemos del texto de Santiago es que el problema no es solo controlar las palabras que decimos, sino también nuestra racionalidad y nuestras emociones, es decir, dominar la mente y el corazón. Cuando hemos logrado dominar la lengua, es porque nuestro corazón ha sido cambiado, transformado y santificado.
V-Conclusión:
Aprendemos en el Evangelio de hoy que el cristianismo es más que un pasatiempo, es una forma de vida. Desafortunadamente, vemos a muchas personas que ven el cristianismo más como un trabajo, algo que se ven obligados a hacer.
También aprendemos en este Evangelio que ser cristian@ impregna cada área de nuestra vida: nuestros pensamientos, nuestras acciones, la forma en que llevamos a cabo nuestros negocios, la forma en que hacemos nuestros deberes, incluso la forma en que tratamos nuestras posesiones. Esto se puede ver en la forma en que Jesús describe lo que significa «seguirlo».
Llega al corazón cuando dice que debemos negarnos a nosotr@s mism@s. Jesús dice: «Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará». No solo tienes que negar la carne los viernes o negar los dulces durante 40 días. Tienes que negarte a ti mismo. Debes estar dispuest@ a perder tu propia vida para ganarla. El Rev. Martin Luther King nos dijo: si o tienes una razón por la cual morir, no deberías vivir. ¿Te atreves a morir por otra persona para traer justicia?
Recuerden, el cristianismo no es un trabajo, es una forma de vida porque la cruz es una elección. Amén y Ashé.