Sermón completo:
Primer Domingo de Cuaresma: 18 de febrero de 2024
Génesis 9:8-17; Salmo: 25:1-9; 1 Pedro 3:18-22; Marcos 1:9-15
La idea de que Jesús fue dirigido intencionalmente por el Espíritu de Dios al desierto para ser tentado por el diablo es un concepto teológicamente desafiante. Sin embargo, eso es precisamente lo que indican los Evangelios: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mateo 4:1; Marcos 1:12-13; Lucas 4:1-2).
Y, sin embargo, el desierto no se presenta en la Biblia como un lugar sin esperanza. Dios había usado el desierto y la soledad para hablar con su pueblo. Si estás en medio de una temporada desértica, en realidad no estás sol@. Por esto hoy en esta reflexión quiero recordarte que la Cuaresma comienza en el desierto porque es un lugar de encuentro con Dios.
El desierto aparece en la Biblia con regularidad y, lo que, es más, a menudo es el trasfondo de acontecimientos importantes. Cuando Dios liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto, no los llevó directamente a la Tierra Prometida. Primero los llevó de viaje. Y no un viaje cualquiera: los llevó al desierto durante 40 años. ¿Cuál es el significado del desierto? Es duro, solitario y su quietud es ensordecedora. Pero Dios tenía un plan.
Evitamos lo incómodo en la vida porque creemos que tenemos razones muy legítimas para hacerlo. Cuando nuestra vida llega al “desierto”, un período seco o solitario, es muy difícil recuperarse. Nuestros corazones y mentes se sienten cansados, agotados y todo parece sin vida o sin sentido.
Es importante que notemos el desierto en la Biblia. Dios habló con Abraham mientras estaba en el desierto. Dios llevó a los israelitas al desierto porque quería hablarles en el monte Sinaí. Aquí es donde habló con Moisés. En el desierto Dios se encontró con Elías. Fue en el desierto cuando Dios le habló a Juan Bautista, quien pasó la mayor parte de su vida en estas duras condiciones. Se hizo conocido como la Voz que Llama en el Desierto. Cada una de estas historias está llena de milagros.
Jesús no llegó al desierto por accidente. Fue allí a propósito, porque quería escuchar a Dios. Esto nos muestra una vez más cuán profundo es el significado del desierto en la Biblia. Abraham, Moisés, Isaías, Elías, ninguno de ellos estuvo en el desierto por accidente. Dios quería hablar con ellos, y qué mejor lugar para una reunión importante que aquel donde no hay distracciones.
En nuestras culturas occidentales, estamos muy acostumbrad@s a nuestras comodidades y muchas veces estas comodidades nos producen indiferencia a las realidades que otras personas están viviendo. Incluso como seguidor@s de Jesús, tratamos de evitar “el desierto”. No nos gusta cuando la vida se vuelve dura, estéril o solitaria. Pero hay que enfrentar el malestar del desierto. Aunque en las dificultades queramos evitar las incomodidades del desierto, en realidad es una invitación al encuentro porque Dios quiere hablarnos. Por esto, ¿qué pasaría si le preguntáramos a Dios; ¿Está tratando de decirme algo? Jesús eligió el desierto porque sabía que, mientras estaba solo y era tentado, se podía obtener fuerza y autoridad al estar a solas con Dios. No importa cuán aislad@ te sientas hoy, Dios quiere entrar en tu mitad del desierto, estar cerca de ti, hablarte. Élla está en medio de tu desierto.
Tod@s enfrentamos cosas en nuestras vidas que se sienten como que estamos en el desierto. La lectura de Genesis 9: 8-17 nos demuestra la incertidumbre que Noe estaba viviendo. Si tú has pasado por una experiencia traumática, después probablemente haya luchado con la ansiedad de saber si volverá a suceder. Más que cualquier otra persona que jamás haya vivido, Noé necesitaba la seguridad de Dios de que no estaría solo y Dios lo protegería en medio de ese desierto.
Las tentaciones específicas que Jesús enfrentó en el desierto representan tres retors principales de todas las tentaciones humanas. El apóstol Juan los denominó “los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida” (1 Juan 2:16). A mi me parece que Jesús nos está invitando al desierto de la Cuaresma para que reflexionemos sobre estas tres tentaciones en particulares y hagamos un cambio radical en nuestras vidas.
En la primera prueba, Jesús fue tentado a depender de su propia provisión independiente de alimentos en lugar de depender de Dios y de una vivencia colectiva. Esta es la tentación del egoísmo: Después de cuarenta días de ayuno, Cristo tenía hambre, por lo que Satanás trató de persuadirlo para que convirtiera las rocas del desierto en pan. Pero Jesús estaba decidido a hacer solo la voluntad de Dios (Juan 4:34; 5:30; Lucas 22:42; Hebreos 10:5–7). El ejemplo de Jesús nos muestra que afirmó su misión mesiánica, entregándose sumisamente al plan de Dios en lugar de allanar por la fuerza su propio camino y satisfacer solo sus propias necesidades. El egoísmo es la actitud de quien manifiesta un excesivo amor por sí mism@, y que solamente se ocupa de aquello que es para su propio interés y beneficio, sin atender ni reparar en las necesidades del resto. ¿Será esta la tentación que me trae al desierto de Cuaresma?
La segunda tentación implicaba realizar un milagro que mostraría el poder sobrenatural de Cristo y atraería la atención sobre sí mismo. Fue la tentación de abusar de Su poder para Su propio beneficio. Aquí vemos la tentación del abuso de poder. Abuso de poder es aprovecharse de la autoridad que se tiene para extorsionar a otra persona o entidad con el fin de cumplir sus propios intereses. Y puede dar lugar a diferentes tipos de abuso, como el abuso psicológico, físico, financiero y sexual. Desafortunadamente, algunas de estas personas logran llegar a puestos de liderazgo en la iglesia. ¿Será esta la tentación que me trae al desierto de Cuaresma?
Y n la tercera Jesús fue tentado a conseguir una corona terrenal y pasar por alto el sufrimiento y el sacrificio que soportaría en la cruz. Es como buscar un perdón sin arrepentirnos. Esta es la tentación de la indiferencia. O sea, no queremos cambiar nuestras malas costumbre y hábitos. La indiferencia es aquel sentimiento de permanecer inmóvil, tanto en movimiento como en sentimiento, ante alguna situación, idea o persona. La tentación de la indiferencia ante el dolor de unas personas que merecen las mismas atenciones y tienen los mismos derechos que cada un@ de nosotr@s, que sienten nuestras mismas necesidades, que aman a sus hij@s y que sufren inmensamente con su dolor, traiciona los principios del evangelio de Jesús. Observe nuestras indiferencias con las guerras existentes, la hambruna, condiciones problemáticas del medio ambiente, feminicidio, ecosistemas, etc. ¿Será esta la tentación que me trae al desierto de Cuaresma?
En resumidas, hermanas y hermanos. Un teólogo y sacerdote anglicano, Juan Wesley, afirmó una vez que no había santidad sino santidad social. El estaba contrarrestando una noción privatizada de la fe cristiana. No se puede ir solo al cielo, sino que se necesitan amigos y amigas. Es dentro de la comunidad cristiana donde se debe realizar la santidad de vida. Hoy la santidad social necesita extenderse más allá de la iglesia con nuestra fe con acción. Es dentro de la comunidad socioeconómica, política y otras realidades del diario vivir donde la santidad social debe ser practicada. Vamos a desprivatizar la Cuaresma, vamos a liberar a Jesús de quienes lo han secuestrado y privatizado, y vamos a convertirlo en un encuentro en el desierto de liberación para comenzar a traer el cielo a la tierra. Y si estás en medio de una temporada desértica, en realidad no estás sola, no estás solo. Por esto hoy en esta reflexión quiero recordarte lo que anteriormente dije: la Cuaresma comienza en el desierto porque es un lugar de encuentro con Dios. Y una vez hagamos esto entonces podemos seguir el buen consejo que nuestro hermano Obispo Rafael nos da: durante esta Cuaresma, cojan calle para que sean testigos de estas nuevas buenas.
Amen & Ashé