Décimo Domingo después de Pentecostés; Propio 12, 28 de julio de 2024 2 Samuel 11:1-15; Salmo 14; Efesios 3:14-21; Juan 6:1-21

¿Alguna vez ha tenido que preparar una comida para un grupo grande de personas con poca o ninguna antelación? Cuando preparó esa comida, ¿alguna vez se detuvo a preguntarse cómo lo haría, especialmente si se dio cuenta de que no tenía suficiente comida y no tenía tiempo ni dinero para ir al supermercado? Si ese es el caso, tal vez puedas simpatizar con los discípulos en la historia de la alimentación de la multitud, que escuchamos en el Evangelio de Juan hace unos minutos. En el
Evangelio para hoy en Juan 6:1-21 venos que Jesús se encontró con una situación
parecida su fe de política de vanguardia.

Jesús había estado enseñando a la multitud todo el día y ya casi era la hora decenar. Los discípulos, y discípulas, querían que Jesús despidiera a la gente para que fueran a comprar comida a los pueblos y aldeas vecinas. Jesús tenía otras ideas.

Les dijo que alimentaran a la gente. Vemos las reacciones de dos de los discípulos ante la instrucción de Jesús. Felipe vio la necesidad de un milagro y calculó las probabilidades. Intentó demostrar que no se podía hacer. ¿Cuántas veces somos como Felipe? ¿Con qué frecuencia no vemos lo que Dios está haciendo porque estamos enfocados en nuestros deseos y necesidades egoístas? Andrés, por otro
lado, se propuso intentar resolver el problema y la solución que encontró es la clave de la primera parte de esta historia y tenemos que darle crédito por al menos intentar encontrar una solución al problema.
La cebada era un elemento básico de la dieta de las personas pobres. Los panes eran galletas pequeñas y planas. Los peces eran del tamaño de sardinas. La comida apenas era suficiente para una niña o niño pequeño, y mucho menos para satisfacer el apetito de una persona adulta. Cuando Jesús aceptó el regalo del niño, lo bendijo, y en la bendición el pequeño se hizo grande. De repente hubo suficiente
pan porque Jesús vio a la gente y quiso que los alimentaran, así como Jesús vio el miedo de sus discípulos y discípulas en el mar.

Esta historia muestra la diferencia entre dos tipos de iglesias: misionales y de mantenimiento y a la misma vez dos tipos de discipulados. Las iglesias o discipulados misionales dan la bienvenida a todas las situaciones y ven el potencial al mismo tiempo que reconocen los desafíos que estas situaciones crean. Las iglesias o discipulados de mantenimiento se enfocan en crear comités que tomen decisiones y no
discípulos o discípulas. Las iglesias y discipulados de mantenimiento se distancian de los problemas porque están demasiado ocupadas teniendo reuniones de comités. Las 2 iglesias o discipulados de mantenimiento están llenas de tensión porque su comunidad no sabe qué va a pasar ni cómo responder. Hacen lo justo para sobrevivir. Las iglesias y discipulados misionales buscan cosas que hacer, incluso cuando sus miembros ya están haciendo cosas. Creen que debido a que Dios está en lo que hacen, Dios les proporcionará todo lo que necesitarán. Las iglesias y discipulados de mantenimiento están paralizadas por el tamaño y alcance de la tarea que tienen por delante, pero las iglesias y discipulados misionales dividen la tarea en partes manejables. No intentan hacer todo de una vez porque saben que no pueden ser todo para todos todo el tiempo.

Jesús acepta sus limitaciones y sólo espera que trabajen con lo que tenemos y con las próximas personas que conozcan. ¿Qué tipo de iglesia o discipulado preferiríamos ser?

Una prueba colosal a menudo sigue a un éxito colosal. La verdadera prueba del discipulado es cuán de cerca una persona sigue a Cristo cuando sus necesidades no son satisfechas de inmediato y las tormentas de la vida azotan. El hecho de que Jesús quería alimentar a miles de personas es una señal de su poder. Cuando Jesús caminó sobre el agua y dijo a sus discípulas y discípulos que no tuvieran miedo,
mostró su poder para rescatar la insuficiencia humana.

Hermanas y hermanos, Jesús nos envía, no fuera del mundo, sino dentro del mundo a traer el cielo a la tierra. A predicar un Evangelio de aquí y ahora. En Evangelio de crear un nuevo mundo con personas que piensen, sientan y actúen diferente.

Nos envía cada vez más profundamente a la condición humana, para anunciar y encarnar con nuestras vidas las buenas nuevas de Dios.

El último Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias, publicado en 2023 por Naciones Unidas, revela que el hambre sigue siendo un problema en más de 50 países. El hambre aguda, un mal que tiene solución, alcanza a más de 280 millones de personas en 59 países y territorios. La organización ha calificado como catástrofe humanitaria la situación alimentaria que viven muchos países. Que
quede claro, Dios no creo el hambre, Dios creo lo suficiente para todas las personas, pero a la hora de repartir recursos unas fueron mas injustas y tomaron lo que no les pertenece.

La pobreza, la desigualdad y los conflictos militares son las principales causas del hambre en el mundo. Por lo tanto, la comunidad internacional se enfrenta a un gran desafío con el objetivo de erradicar en el mundo por completo la falta de acceso a los alimentos. Decirle al pueblo que solamente ore para que Dios provea comida es una herejía. Es este tipo de respuesta la que sigue haciendo a más personas ateas.
Si vamos a orar. Pero a la misma vez hay que comenzar a identificar y destruir toda política neoliberal de la economía de mercado en donde un grupito acumula riquezas jediéndole la vida a las demás personas. El capitalismo ha demostrado ser el mayor problema y por tal razón como personas creyentes en Dios debemos de buscar maneras de erradicarlo. No es solo criticarlo, es criticarlo y eliminarlo para que todas las personas puedan comer aquí y ahora. Esto es traer el cielo a la tierra, y a esto nos llamaron, a acompañar y servir al pueblo. El problema es cuando dejamos recaer en la oración y en la fe cosas que están en nuestras propias manos solucionar. Eso es vagancia espiritual.

Una vez decidimos como Jesús, acompañar y servir al pueblo, vamos a descubrir que es necesario orientar nuestra fe en medio de la política que estamos viviendo.

Por supuesto, no estoy hablando de política partidista. Me refiero al conjunto de decisiones, acciones y discusiones que tienen lugar en una sociedad para organizarla. Así, implica pensar cómo funciona el gobierno, cómo se hacen las leyes, cómo se reparten los recursos disponibles y cómo se resuelven los problemas en la comunidad. En otras palabras, como se crea la pobreza, las desigualdades de
género, sexuales, raciales, religiosas, etc., Y el cómo producir una paz y seguridad a la acción climática. De aquí el que nuestra fe con acción tiene que por obligación ser política porque no solo nos permite darnos cuenta del sufrimiento de mis hermanas y hermanos, sino que me mueve a eliminar ese sufrimiento, aquí y ahora, orando con acciones.

Hermanas y hermanos, en el Evangelio de hoy en Juan 6 podemos apreciar un postulado político de Jesús: todas las personas tienen derecho a comer. Y es por todo esto por lo que no me canso de decir que es necesario volver a politizar nuestra fe con la política correcta. No es correcto decir que la fe no debe de ser politizada. La fe es también una postura política y no podemos sacar la política de
ella. Por lo tanto, tenemos que decidir con qué tipo de política voy a expresar mi fe en mi relación con Jesús. Una política de sometimiento y explotación que predica un más allá sin repercusiones en el más acá, y que le atribuye a Dios los males económicos, políticos, sociales, etc. O una política de vanguardia, subversiva, lista para hacer sentir el cielo en la tierra. Yo decidí por la última y no me arrepiento.
Y en esta política correcta por obligación la iglesia y nuestros discipulados tienen que ser anticapitalistas. De aquí entonces una invitación a que nuestra fe tenga más conciencia del pecado personal y social y más acción sociopolítica, trayendo el cielo la tierra porque no hay que morirse para ser feliz. Y esto porque el role de toda democracia, y por supuesto, de nuestra fe con acción, debe de ser el desarrollo
sostenible. Amen & Ashé.