Sermón completo:

Último Domingo después de Epifanía- 11 de febrero 2024

2 Reyes 2:1-12; Salmo: 50:1-6; 2 Corintios 4:3-6; Marco 9:2-9

Hoy deseo poder reflexionar con ustedes sobre el Evangelio de Marcos 9:2-9 que nos narra la historia de la Transfiguración del Jesús liberador, quien nos deja claro que sin justicia social o la pasión por la realidad socio-espiritual no puede haber una relación saludable con Dios.  Ese que nos recuerda que estamos en el mundo con un propósito liberador. Por eso Jesús siempre nos exige una espiritualidad de la llanura y ese es el tema principal de esta reflexión. Hoy te traigo una invitación desde la cumbre de nuestra fe iluminada para que entendamos que debemos descender al llano oscuro de un mundo que necesita de nuestra fe solidaria. 

Comencemos primero con la espiritualidad de la altura. Esta espiritualidad de la altura es una especie de alejamiento del pueblo. Esta es la que nos mantiene apartad@s del pueblo y de su diario vivir y es un caminar de espalda a ese pueblo.

Obsérvelo de esta manera. Jesús luego de un día de mucho trajín decide subir a la montaña y se lleva a tres de sus discípulos; Pedro, Jacobo y Juan. Los cuales al momento de la Transfiguración le dicen a Jesús: “Maestro, bueno es para nosotros estar aquí. Hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés y una para Elías” (v. 33).    

¡Cómo no iba a ser bueno! Allá en lo alto, bañados en luz, plenos de admiración ante la maravilla que confirmaba la fe. Con la presencia luminosa de lo mejor del pasado, representado por los profetas Moisés y Elías, y de lo mejor del futuro, representado por el Mesías radiante, en gloria. Tanta luz y tan maravillosa, renovando el pasado y anticipando el futuro, debía permanecer. Pedro, aturdido por la emoción, quería seguir en ese presente luminoso. Conservarlo en enramadas, en moradas de gozo y de paz.

Este es el modelo de espiritualidad de la altura de algunas personas y modelos de iglesias que se apartan del pueblo para no contaminarse y terminan dándole la espalda a ese pueblo. Estas son las personas que practican una nueva evangelización en donde han eliminado la dimensión de justicia socio-espiritual de la oración, de la lectura de la Biblia, el ayuno y del adorar en la iglesia.  Han borrado de su todo proceso de acción tratando de olvidar que la obra de la Iglesia es llevar a todas las personas a una relación con Dios, y también transformar y santificar la sociedad en la que vivimos. Quieren quedarse en la altura de la montaña, apartad@s del mundo olvidándose de lo que Jesús nos dijo al comienzo de su ministerio en Lucas 4:18: El Espíritu de Dios está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a las personas pobres; Me ha enviado a sanar a las personas quebrantadas de corazón; pregonar libertad a las personas cautivas, Y vista a las personas ciegas; a poner en libertad a las personas oprimidas…

Lo contrario a esta espiritualidad de altura lo es la espiritualidad de la llanura. Esa que entiende y practica que la justicia social es parte integrante de la evangelización, dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio y parte esencial de la misión de la Iglesia

Y yo no estoy hablando de fe con acciones asistencialistas, sino mas bien de fe con acciones de transformaciones, o transfiguraciones, espirituales, sociales, económicas, políticas, culturales, etc. Es aquí en esta fe con acción de transfiguración que se hace real el modelo que Jesús nos dio y que podemos apreciar en Lucas 4:14-16. Este es un modelo espiritual de llagar donde está el pueblo, caminar con ese pueblo y servirle.

Yo entiendo lo necesidad de subir a la altura de la montaña, mi crítica es con el tratar de quedarse en esa altura tal y como Pedro y el resto sugirieron a Jesús. Es bueno subir a la montana para ver un panorama más amplio y realizar una nueva transformación en nuestras vidas. Por eso me encantan los retiros. Pero hay que volver a bajar a la llanura a practicar esta espiritualidad de acompañar y servir al pueblo. Por esto Jesús tenía claro que de la experiencia de la transfiguración ellos debían descender de nuevo al llano del pueblo sufrido, desesperado, sin horizontes. A los terrenos pedregosos de un pueblo dominado, sometido, despojado. A un mundo lleno de personas esclavas, y de viudas y personas huérfanas dejadas a su suerte. Volver a una sociedad sobrada de violencias y de represiones. Debían descender, y descendieron. Les costó a los discípulos entender hasta qué punto debían descender, pero lo hicieron.

Hermanas y hermanos, la transfiguración no fue para Jesús. Él no la necesitaba. Fue para quienes lo estaban siguiendo. Y ahora es para nosotr@s. Fue – y es – un momento de visión gloriosa en la cumbre para descender con más fuerza al llano. Es un momento para recordar, para cuando lo que sobre no sea la luz que llena el corazón sino la oscuridad que llama a la desesperanza. No debían permanecer en la altura iluminada. Debían descender al llano oscuro, al “valle de sombra de muerte” como nos dice el Salmo 23:4.

Como entonces, hoy nosotr@s tampoco debemos permanecer en la cumbre iluminada. Los momentos de solaz espiritual, en comunidad o en soledad, son necesarios. Son un refrigerio para seguir, una recarga de energías para continuar. Son como una caricia de Dios, que así nos hace conscientes de lo mucho que somos amados/as y de que no estamos solos/as en nuestra lucha por una vida mejor y por un mundo mejor.

Todo eso son, y mucho más. Pero no podemos permanecer allí. Debemos descender al llano, donde lo que abunda no es el descanso y el gozo, sino la tarea y el conflicto. Donde hay tantas personas que precisan de una mano amiga, de una palabra de consuelo, de un llamado a la esperanza, de un auxilio en la aflicción.

Hermanas y hermanos esta es una invitación para que practiquemos la espiritualidad de la llanura. Salgamos de las cuatro paredes de nuestras iglesias o de esas cajitas de espiritualidad de la altura y en el comienzo de la Cuaresma, imitemos a Jesús, caminando con el pueblo, practicando la fe con acción. Y es este el mensaje que Jesús le da a sus discípulos y discípulas y del cual dijo; les van a criticar, rechazar y odiar.  Si nuestro discipulado, si nuestras iglesias, tiene una lista de quienes son las personas que deben estar y cuáles no. Si nuestro mensaje y acción evangelizadora no son rechazadas, criticadas u odiadas, deberíamos revisar lo que estamos llevando como Buenas Nuevas. Recuerda, Jesús te está llamando.

A mí me critican porque siempre busco una manera de recordar que no podemos mantener silencio o inacción ante las injusticias estructurales que las personas están padeciendo. Vean por ejemplo el informe más reciente de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) concerniente a las personas encarceladas en Puerto Rico y las violaciones a los derechos humanos que se están llevando a cabo contra ello y ellas.  Est@s son nuestros hijos e hijas. Por otro lado, huyendo a las injusticias sociopolíticas y económicas en la Republica Dominicana hermanas y hermanos cruzan el canal de la Mona y todas las semanas alguien muere ahogad@ buscando la esperanza de un mundo mejor. Esta realidad sigue siendo invisible y nuestras hijos e hijas están muriendo. O cuando pido un cese al fuego al genocidio que lleva a cabo el gobierno de Israel con el apoyo del gobierno de Estados Unidos contra el pueblo de Palestina. Están asesinando a los hijos e hijas de Dios, mis hermanas y hermanos. ¿Y tú quieres que mantenga un silencio? ¿Tú quieres que pierda la compasión? ¿Tú quieres que deje de hacer lo que Jesús me pidió que hiciera? De ninguna manera.

Yo voy a seguir practicando la espiritualidad de la llanura porque fui llamado a llevar las buenas nuevas del proyecto de liberación salvífica de Jesús. Seguiré identificando, denunciando y combatiéndolas desigualdades e injusticias a nivel persona, interpersonal y estructural. Por lo tanto, te invito a que sigamos construyendo un mundo mejor hasta traer el cielo a la tierra.

Bendiciones, y la paz con justicia sea con ustedes y prométanme que van a ser muy felices. En el amor solidario el sacramento mas importante. Amen & Ashé.