Sermón completo: Job 23:1-9, 16-17; Salmo: 22:1-15; Hebreos 4:12-16; Marcos 10:17-31

El Evangelio de hoy en Marcos 10:17-31 es sobre el tema de la riqueza. En la Biblia podemos apreciar que Jesús ve la riqueza con suspicacia, desconfianza. Las economías de mercado en nuestro sistema capitalista y sus políticas neoliberales están basadas en la generación, el intercambio y la acumulación de abundancia de propiedad privada. Esta realidad está arraigada tan profundamente en muchas sociedades, que la búsqueda y acumulación de riqueza personal se ha convertido, para muchas personas, en un fin en sí mismo, en una idolatría al dios dinero. Pero, como hemos visto, Jesús no ve la acumulación de riqueza como un fin apropiado. Así como nuestro trabajo (que tiene como ejemplo a seguir la vida de Jesús) debe demostrar un interés profundo por otras personas y una renuencia a usar el poder o la autoridad solo para el beneficio personal, la riqueza también se debe usar con un interés profundo por la o el prójimo.

El primer problema de Jesús con la riqueza es que tiende a desplazar a Dios en la vida de las personas ricas. “Porque donde esta tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Lucas 12:34). Jesús quiere que las personas reconozcan que su vida está definida no por lo que tienen, sino por el amor de Dios por esas personas y Su llamado en sus vidas. Marcos espera que nosotros y nosotras —y nuestro trabajo— sean transformados de forma fundamental por nuestros encuentros con Jesús. Y el segundo problema que tiene Jesús con la riqueza es que no hay manera de hacerse una persona rica o acumular riquezas sin quitarle lo que corresponde a otras personas. Por esto creo fielmente que si hay para todas las personas vamos entonces a repartir las riquezas equitativamente. Y si no hay, entonces repartamos la pobreza equitativamente. O tal vez podemos hacernos personas ricas en la teología de Facundo Cabral, ese gran canta-autor argentino: rico o rica es quien menos necesita. Si la acumulación de riquezas está perjudicando al rico, ¿cuánto más estará perjudicando al pobre?

El bienestar de las personas ricas no es la única preocupación de Jesús respecto a la riqueza. El interés persistente de Dios por las personas pobres y las vulnerables está inherente en el Magníficat (Lucas 1:46–56), el sermón del llano (Lucas 6:17–26) y de hecho a lo largo del Evangelio de Marcos, pero Jesús establece la idea en la parábola de Lázaro y el hombre rico (Lucas 16:19–31). Este hombre rico se viste con ropa elegante y vive con lujos, pero no hace nada para ayudar a aliviar la situación de Lázaro, quien está enfermo y muriendo de hambre. Lázaro muere, pero también, por supuesto, el hombre rico, lo que nos recuerda que la riqueza no tiene un gran poder después de todo. Los ángeles llevan a Lázaro al cielo, aparentemente por ninguna otra razón que su pobreza (Lucas 16:22), a menos que fuera quizá por un amor a Dios que nunca fue desplazado por la riqueza. El hombre rico va al Hades, aparentemente por ninguna otra razón que su riqueza (Lucas 16:23), a menos que fuera quizá por un amor a la riqueza que no dejó espacio para Dios u otras personas.

La implicación fuerte es que la tarea del hombre rico era atender las necesidades de Lázaro cuando tuvo la oportunidad (Lucas 16:25). Tal vez al hacerlo, pudo haber encontrado espacio de nuevo en sí mismo para una relación correcta con Dios y habría evitado su miserable final. Además, como muchas personas ricas, él se interesaba por su familia y quería advertirles sobre el juicio venidero, pero tristemente, le faltaba un interés por la familia más extendida de Dios como se revela en la ley y los profetas y ni siquiera alguien que regresara de los muertos podía solucionarlo.

Lo anterior indica que la estrategia secreta de Jesús es la generosidad. Si por el poder de Dios usted puede ser una persona generosa, la riqueza comienza a perder su control sobre usted. Deberíamos notar que dar dinero no es la única forma de ser personas generosas. Las personas también participan en el trabajo redentor de Dios al emplear de forma creativa sus habilidades, pasiones, relaciones y oraciones.

En Job 23 aprendemos que, en la vida, es inevitable que nos enfrentemos al sufrimiento. Puede presentarse de distintas formas (dolor físico, angustia emocional o problemas relacionales), pero su presencia es innegable. Como seres humanos, a menudo nos encontramos lidiando con la pregunta de por qué existe el sufrimiento y por qué nos afecta. Es en esos momentos cuando nos vemos impulsad@s a buscar comprensión, a dar sentido a nuestro dolor y a encontrarle sentido a nuestra desesperación. Pero no es el momento de buscar respuestas mágicas a las atrocidades que nos están pasando. No es un secreto que la pobreza, la mala distribución de los recursos que Dios nos dio, produce inseguridad ciudadana. Sobre todo, en nuestra sociedad capitalista. Pero no es el momento para el derrotismo o para someternos sino más bien para que nos pongamos de pie y luchemos hasta encontrar la presencia de Dios transformando nuestras realidades opresoras en experiencias de liberación Aquí es que traemos el cielo a la tierra.

Hebreos 4 insiste en que, si bien el pueblo de Dios no puede ocultarle ninguno de esos pecados, como la falta de generosidad, Dios sigue siendo asombrosamente misericordiosa. Aunque Dios conoce y expone incluso los pecados que mantenemos ocultos unos de otr@s, Dios sigue siendo sorprendentemente misericordioso.

Hermanas y hermanos, lejos de enfatizar la importancia de la riqueza, la biblia nos advierte para no buscarla y nos pide que manifestemos nuestra generosidad. Las personas creyentes, especialmente el liderato en la iglesia (1 Timoteo 3:3), deben estar libres del amor al dinero (Hebreos 13:5). El amor al dinero conduce a toda clase de maldad (1 Timoteo 6:10). Jesús advirtió, “Miren guárdense de toda avaricia; porque la vida del hombre o de la mujer no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12:15). En agudo contraste al énfasis de la Palabra de Fe sobre ganar dinero y posesiones en esta vida, Jesús dijo “No se hagan tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mateo 6:19). La incompatible contradicción entre la enseñanza del evangelio de la prosperidad o la teología de la abundancia y el evangelio de nuestro Señor Jesucristo está bien sintetizada en las palabras de Jesús en Mateo 6:24, “No pueden servir a Dios y a las riquezas”. Recuerda, la estrategia secreta de Jesús es la generosidad, vamos a practicarla. Amen & Ashé.