Sermón completo:

Tercer Domingo después de Pentecostés

9 de junio 2024

1 Samuel 8:4-11; Salmo 138; 2 Corintios 4:13-5:1; Marcos 3:20-35

¿Alguna vez has hecho algo que haya hecho que otras personas se pregunten si has perdido la cabeza? Si es así, probablemente puedas entender lo que sucede en el Evangelio de Marcos 3:20-35. Y todo por la frase que Jesús uso cuando María y sus hermanas y hermanos vinieron a verlo: Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre. Esto por supuesto no lo debemos ver como una acción de rechazo o de exclusión, sino más bien de la ampliación de la inclusión en donde redefinió lo que llamamos familia.

Entonces, ¿qué está pasando? ¿Cómo ha creado el ministerio de predicación, enseñanza y sanación de Jesús tal controversia y acusación? En realidad, la respuesta es bastante simple: Jesús es totalmente lo que las autoridades religiosas no esperan y no tienen la menor idea de qué hacer con él. Él no encaja en sus categorías, y lo que no encaja en nuestras categorías normalmente lo etiquetamos como anormal, desviado, loco o poseído. Asumimos que lo que sabemos, hemos experimentado y consideramos cierto es normal, natural y ordenado por Dios, y eso se convierte en el estándar por el cual medimos (y juzgamos) los pensamientos y acciones de las demás personas. Y eso es lo que está pasando aquí.

Todo el ministerio de Jesús hasta ahora ha consistido en anunciar tanto una nueva visión de Dios como una nueva manera de relacionarse con Dios, y esto rompió con el estatus quo de la clase política y religiosa dominante. Y en el corazón de esa visión y camino está la convicción de que Dios es amor, que Dios desea la salud y la curación de toda su creación, que Dios está con nosotr@s y para nosotr@s, que Dios está decidida a amarnos y redimirnos sin importar lo que pase. Esto por supuesto es un reto al liderato religioso de su tiempo tiene habían privatizado y secuestrado a Dios y lo mercadeaban como una mercancía dándole religión al pueblo para que se someta cuando debería de ser para que se liberen. Mas o menos lo que se hace hoy en día: hay política que libera y política que somete; hay economías que liberan y otras que explotan; hay religiones que liberan y otras que te esclavizan. Por lo tanto, Jesús tuvo serios problemas con esta gente que se autoproclamaban los guardianes de la moralidad social, política económica y religiosa del pueblo y ell@s con el. Mas o menos lo que también sucede hoy en día. 

Es por eso por lo que Jesús se opone a todos los poderes que robarían a la humanidad y a la creación la vida abundante que Dios desea, ya sean espíritus inmundos; enfermedad que asola la mente, el cuerpo o el espíritu; enfermedad que aísla y separa a quienes sufren en la comunidad; o lo que sea que produce opresión y exclusión. Jesús introduce una nueva visión de Dios y una nueva manera de relacionarse con Dios… y no es lo que cualquiera de nosotr@s, la gente religiosa, esperaríamos.

A todo este rechazo se suma su familia. La familia de Jesús quería acusarlo de locura. Los fariseos querían acusarlo de trabajar para Satanás. La familia terrenal de Jesús estaba preocupada por su salud física y mental, pero a Jesús le preocupaba más ambas, la salud espiritual y la salud mental de las personas con las que trataba. Es en este encuentro con su familia biológica que Jesús redefine lo que para el es su familia. No es que este rechazando a María o a sus hermanos y hermanas. Por el contrario, amplió el significado a una familia comunitaria.

Esto porque la verdadera “familia” no es una cuestión de relación biológica, sino de parentesco en obediencia a Dios, y ese parentesco comienza cuando Dios, por su gracia, nos adopta en su familia. Con esta redefinición Jesús desafió las normas sobre quién entra y quién sale. A menudo se suponía que las personas poseídas por demonios y aquellas que habían sido mutiladas o nacidos con una limitación o deficiencia o reto físico, mental, sensorial estaban maldit@s, no eran naturales, o habían pecado o padecían los pecados de sus padres/madres. Jesús perdona, sana y acepta en su comunidad de familia a todas las personas necesitadas, sin excepción.

Hoy me parece verlo aceptando a quienes en nuestra sociedad no queremos; personas indigentes, usuari@s de drogas, encarceladas, trabajador@s sexuales, personas negras, personas lesbianas, gay, trans, personas de edad avanzada, personas con discapacidad físicas, mentales, intelectuales o sensoriales. Y podemos seguir añadiendo a la lista porque mis hermanas y hermanos de otras religiones como, por ejemplo, Yorubas, Rasta, Vudú, Judía, Musulmán, Budista, etc., también estan invitad@s a la fiesta familiar. No para que dejen de ser quienes son sino mas bien para que perfeccionen su relación con Dios y su creación. Y por supuesto, no vamos a dejar atrás a mis hermanas y hermanos que practican la espiritualidad del ateísmo, pero que se distinguen por practicar a Dios, sus valores y principios. 

Si la gente no estaba segura de esto antes, Jesús recalcó su punto de manera increíble y literalmente cuando dice que cualquiera que haga la obra de Dios es su verdadero hermano, hermana y madre. Redefinió lo que constituye una familia en una época en la que la familia lo era todo. Para Jesús la comunidad se convierte en familia, y nosotr@s debemos de redefinir en la práctica radical que la iglesia es una familia.

La iglesia como familia condiciona cómo somos en muchos aspectos. Nuestros padres, madres, hermanas, hermanos, abuelas, abuelos y hasta tías-tíos y primos-primas nos enseñan valores, costumbres, nuestra lengua materna y forma de relacionarnos con las demás personas, aspectos que conforman nuestra identidad y personalidad. En este contexto podemos conocer a un Dios de amor o un Dios de juicio, porque la iglesia nos puede ensenara a odiar o amar. Porque para bien o para mal la iglesia como familia también condiciona nuestra estabilidad emocional, ofreciéndonos un entorno estable y saludable en el que nos podemos desarrollar de forma adecuada o, por el contrario, un entorno marcado por la inseguridad e incerteza, que nos desestabiliza.

En el recitar del Credo decimos que la Iglesia es Una, Santa, Católica, y Apostólica. Lo que falta en todo está descripción es decir que es una familia de inclusiva que sana a sus miembros. Es como una especie de hospital en donde como Jesús, se reciben a todas las personas para sanarlas porque en vez de ser un museo de gente santa, es un hospital familiar. De aquí el que la Iglesia como familia es mucho más que ser episcopal o ser persona cristiana, la iglesia familiar siente con el pueblo, camina con el pueblo y le sirve al pueblo. Esto mis hermanas y hermanos es la nueva familia de Jesús.

Amén y Ashé.