Segundo Domingo de Adviento – 8 de diciembre de 2024
Baruc 5:1-9; El cántico de Zacarías (Lucas 1:68-79); Filipenses 1:3-11; Lucas 3:1-6
En este Segundo Domingo de Adviento, quiero reflexionar con ustedes que la paz es posible solo si incorporamos la justicia a la ecuación. Y estoy escribiendo esta reflexión en un momento en el que Israel continúa su genocidio contra el pueblo palestino y el mundo, y particularmente el gobierno de los Estados Unidos, continúa con indiferencia ignorando estos crímenes de guerra contra la humanidad. Esta reflexión de Adviento es una invitación a evaluarnos como constructoras y constructores de paz.
La verdad es que, en el panorama general proverbial no se ve muy bueno. La paz siempre ha estado al alcance de la humanidad, pero no siempre es bienvenida. Es por eso por lo que la Biblia está llena de promesas de paz y repeticiones del amor constante de Dios por toda la Creación.
Creo firmemente que l@s seres humanos podemos traer paz a la Tierra si se establecen procesos de justicia. Debemos atrevernos, como nos dijo John Lennon, a darle una oportunidad a la paz. El Adviento es el momento perfecto para recordar que hay un camino sagrado que se puede encontrar.
Cuando Baruc 5:1-9 invita a Jerusalén a “despojarse del manto de su tristeza y aflicción… y revestirse para siempre de la hermosura de la gloria de Dios”, la invitación se extiende a todas las personas que buscan vivir en el camino sagrado. Podemos tomar la decisión de ser definidos o definidas por algo que no sea la tristeza y la aflicción. Esto no significa que neguemos las fuentes del sufrimiento o pretendamos que la opresión no existe; significa que buscamos activamente algo más de lo que existe. Dejamos de excusar el miedo y el odio arrojados por quienes administran la politica y buscamos formas de reparar lo que está roto, formas tangibles de terminar con la opresión con acciones que promuevan la justicia. Revestirnos de la belleza de la gloria de Dios significa que también reconocemos a Dios en cada ser humano. Si podemos hacer esto, no toleraremos excusas que mantengan la violencia como una parte aceptable de nuestra sociedad.
Junto con las vestiduras de la gloria de Dios, también podemos optar por usar el manto de la justicia. Tenga en cuenta que esto no es autojustificación. La justicia de Dios se revela en el amor persistente de Dios. Si afirmamos ser personas justas, entonces debemos preguntarnos si el amor persistente de Dios se revela en nuestras palabras y acciones; no podemos ser personas pasivas en una sociedad incapaz de poner fin a su abusiva relación amorosa con la supremacía blanca, el fascismo, la xenofobia y otros tipos de violencia personal y estructural.
La justicia de Dios no tolera el odio y los abusos sistemáticos a personas que no son blancas, heterosexuales, ricas. Ninguno de nosotros o nosotras puede reclamar ningún grado de justicia mientras haya violencia, división, hambre, falta de vivienda y acceso desigual a los recursos necesarios. Estas son cosas que pueden cambiar con nuestras acciones, con nuestros votos, con nuestro levantamiento de voces no escuchadas. Sigamos buscando ese manto de justicia para que un día todas y todos estemos igualmente vestid@s.
Para traer esta paz con justicia primero necesito trabajar en mis contradicciones. Aquí está el mensaje central de nuestro Evangelio en Lucas 3:1-9: Entonces, ¿qué es el arrepentimiento?
Primero, la palabra simplemente significa cambiar de opinión. Y como Juan conecta el arrepentimiento con el pecado, quiere decir cambiar de opinión acerca del pecado.
Segundo, el arrepentimiento tiene en mente cosas futuras. El juicio futuro. Juan les advierte en los versículos 7 y 9 que huyan de la ira de Dios que está por venir.
En tercer lugar, en todo esto está implícita la fe. La fe es simplemente confianza… confiar y creer que lo que Dios dice es verdad.
En cuarto lugar, también está implícita la humilde entrega a Dios. Alguien que está lleno de orgullo NUNCA admitirá que está equivocad@ o que merece un castigo por sus malas acciones. Busca justificarse y excusarse. Por lo tanto, arrepentirse requiere una gran dosis de humildad y entrega.
En quinto lugar, el arrepentimiento es visible. Implica algún tipo de acción externa y visible. En el versículo 8 dice: “Dad frutos dignos de arrepentimiento”.
Mis hermanas y hermanos en este Segundo Domingo de Adviento, la Regla de Oro debe verse como el fundamento de un principio de justicia que, cuando se extiende del nivel individual al global, se convierte en la base para el cumplimiento de la promesa de paz en la tierra: Mateo 7:12: “Traten a las demás personas tal como quieran que ell@s l@s traten a ustedes”. El Adviento nos llama a la acción continua; debemos estar continuamente haciendo lo que es bueno para las demás personas. Dios llama a su pueblo a tratar a los y las demás como ell@s quieren ser tratad@s. Esto es lo que significa amar a nuestro prójimo o prójima como a nosotr@s mism@s, tratarles como queremos que nos traten. Si bien esto es fácil de entender, se necesita toda una vida para ponerlo en práctica plenamente. Pero la paz es posible, solo debemos trabajar por la justicia. Amén y Ashé.