Sermón completo:

Segundo Domingo de Adviento

Isaías 40:1-11; Salmo: 85:1-2, 8-13; 2 Pedro 3:8-15ª; Marcos 1:1-8

I-Significado de la Segunda vela de Adviento: Como dijimos la semana pasada, las cuatro semanas de Adviento se caracterizan por temas distintos que guían nuestros corazones a lo largo de nuestro viaje espiritual mientras nos preparamos para la Navidad. Estos temas son la esperanza, paz, alegría y amor. Y los mismos resumen los valores fundamentales de la fe cristiana y proporcionan un marco para la reflexión, la oración y la meditación.

Con el Evangelio de hoy en Marcos 1:1-8 y la segunda vela de Adviento, se nos invita a reflexionar sobre la paz, pero la paz con justicia lo cual es una paz profética. La paz profética tiene la capacidad de poder identificar problemas, denuncia los problemas y hace algo para cambiar esos problemas en experiencias de liberación. Es una paz de acción, no de solo contemplar o de orar sin acción.  

II-¿Cuál es la invitación del Evangelio de Jesús sobre la paz? “Dichosas las personas que trabajan por la paz, porque ellas serán llamadas hijas e hijos de Dios” (Mateo 5:9). ¿Cómo puedes contestar el llamado de Dios de trabajar por la paz, cuando las noticias del mundo pueden estar llenas de tensión y nuestra definición de justicia puede entrar en conflicto con decisiones políticas o legales?

Quienes trabajan por la paz son personas bienaventuradas, porque primero tienen la paz en su corazón y después procuran ambientes de paz entre los hermanos y hermanas que están en división y conflicto. Para trabajar por la paz y transmitirla a las otras personas, se necesita tener en el corazón todas las cosas ordenadas, dejar entrar todas las virtudes, desde la fe, la esperanza y la caridad que nos ponen en paz con Dios y luego las demás virtudes que rigen toda la vida de la persona creyente y le ponen en actitud de acogida del hermano o hermana.

¿Qué es la paz? Tengamos claro que la paz no es la ausencia de guerra ni es lo opuesto a la guerra. Definir la paz como ausencia de guerra reduce la paz a una visión vacía, pasiva, incompleta y lejana. El espíritu de la paz es mucho mayor, porque el espectro de la violencia es mucho mayor que el de la guerra. La paz tampoco es la ausencia de violencia, es lo opuesto a la violencia.

La paz es una actividad, no una pasividad ociosa, por esto hablamos de paz con justicia. Es un compromiso diario en todas nuestras interacciones. Ser una persona espectadora pasiva de la violencia y las guerras de otras personas mata la paz. Permanecer pasiv@ envía una señal equivocada. Autoriza a las personas violentas a aumentar la violencia. Es formando un contrapeso, una mayoría, en la que la paz sea prioritaria en las interacciones humanas, que podremos provocar un replanteamiento en aquellas personas que actualmente son «violentas» y despertarlas a lo mejor de sí mismas. Al permanecer pasiv@s, nos desvinculamos de este esfuerzo de contrapeso y optamos por la violencia de las demás personas, incluso si somos las personas más amables.

Porque la paz exige una combatividad positiva en nuestras relaciones, e igualmente frente a nuestros propios impulsos, es muy importante entonces decir que queremos paz con justicia, porque sin justicia no hay paz.

III- ¿Qué me está impidiendo poder establecer esa paz con justicia? Yo reconozco que cuando el estado del mundo parece incómodo, puede resultar difícil saber qué hacer o adónde acudir. Puede que nuestras propias acciones no parezcan suficientes y, sin embargo, estamos llamados a denunciar las injusticias en el mundo. Veamos por ejemplo el pecado de la apatía o indiferencia.

Es sutil, silenciosa y penetrante. No te das cuenta de su presencia hasta que un día te preguntas: «¿Por qué no me importa mi relación con Dios? ¿Por qué no siento nada hacia Él y hacia otras personas?». Esto es apatía. Es la asesina del interés y quien envenena la perseverancia. A la apatía le gusta disfrazarse como un inocente estado de desconexión de la realidad, como un sentimiento pasajero de aburrimiento ante hábitos, tareas y planes que antes nos emocionaban.

La apatía es un pecado letal de indiferencia que endurece nuestros corazones, infecta nuestra rutina diaria y nos hace por un lado insensibles a quién es Dios y a lo que ha hecho por nosotr@s y por otro lado, al dolor que están pasando otras personas que son la imagen de Dios. Su efecto es el de un potente paralizante que destruye nuestra relación con Dios y con su creación.  

¿Cuál es el antídoto para la apatía? La apatía va más allá de un comportamiento perezoso, egoísta, orgulloso y engañado, es una actitud interna. Para identificarla, necesitamos ver nuestro corazón antes que nuestro comportamiento. No obstante, la vida piadosa sí refleja un proceder sabio: debemos esforzarnos, pero también descansar; evitar la vagancia, pero no ir al agotamiento; compartir con otras personas, así como también retirarnos en quietud y adoración a Dios. 

En respuesta a una pregunta en una conferencia de prensa sobre el último informe de emisiones, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, dijo que en todos los informes publicados durante su mandato sobre los niños y ninnas en los conflictos, estaba claro que la actual guerra en Gaza ha visto miles de muertes infantiles, en comparación con cientos en los conflictos de Yemen y Siria.

Los últimos informes de las autoridades sanitarias indican que más de 14.000 civiles en total han muerto en el enclave desde los ataques terroristas del 7 de octubre por parte de Hamás y la posterior ofensiva genocida israelí.

Estamos siendo testigos de una matanza de civiles que no tiene paralelo ni precedentes en ningún conflicto y la política exterior de parte del gobierno de Estados Unidos es la de apoyar al gobierno de Israel incondicionalmente y no pedir un alto al fuego. Y nosotr@s estamos celebrando la navidad más larga del mundo mientras otras personas, sobre todo niñ@s están siendo masacrad@s.

Vienen a mi mente dos canciones o himnos de paz. La canción escrita por el argentino, León Gieco, e inmortalizada por otra argentina, Mercedes Sosa, solo le pido a Dios, nos dice lo siguiente: Solo le pido a Dios, Que el dolor no me sea indiferente. Que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente. Solo le pido a Dios, que la guerra no me sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente.

Mientras que la canción No Basta Rezar, escrita por Ali Primera, de Venezuela, e inmortalizada por el Grupo Guaraguao, también de Venezuela nos dice: no basta con rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz. Y esto porque quienes emiten la violencia en estos genocidios también están orando.

Gracias a la bondad de Dios podemos reconocer nuestro pecado de indiferencia, confesarlo en arrepentimiento y recibir Su perdón. Podemos hacer esto mientras nos maravillamos una vez más de la belleza de Dios, de la fidelidad de Sus obras y de la gracia de Su evangelio.

La manera más efectiva de luchar contra la apatía es cultivando un corazón de amor, adoración y constante agradecimiento hacia Dios. Esto nos mostrará la cercanía divina y Su continua misericordia, de modo que se reavivará nuestra relación con Él y con otros. Mientras más lo cultivemos (Salmo 34:1), más experimentaremos lo que el Señor ha preparado para nosotros a través de Su evangelio: gozaremos de Él, mientras anunciamos y extendemos Su compasión.

V-¿Que nos dice el Evangelio de hoy?

Marcos no pierde el tiempo en su Evangelio diciéndonos para quién debemos preparar nuestro corazón. El comienzo del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Jesús, el Hijo de Dios, viene. ¡Qué confesión de fe! No se trata de una mera celebridad o un dignatario real. Ni siquiera se trata de un familiar muy querido o de un amigo perdido hace mucho tiempo. ¡Este es Dios mismo, que viene a habitar entre su pueblo para liberarle!

¿Qué estaba haciendo Juan mientras predicaba en el desierto? Estaba tratando de hacer que la gente viera la gravedad de su pecado, el peligro que representaba para su bienestar eterno, de instalar en ellos el dolor por ese pecado, pero también el gozo por el perdón de Dios. Juan estaba combatiendo la apatía e indiferencia de este pueblo. La fuente de ese perdón estaba llegando, ¡y pronto! Y para preparar su camino, Juan proclamó este mensaje para preparar los corazones de aquellas personas.

En verdad, esta es la preparación para el Adviento en el sentido más auténtico. No debería ser necesario que un hombre de aspecto extraño viva en el desierto para que usted y yo nos demos cuenta de nuestra necesidad de arrepentirnos. El pecado infecta cada parte de nuestro ser: cada pensamiento, palabra y acción. Nuestras vidas de apatía e indiferencia siguen siendo rebelión contra Dios.

Y es por eso por lo que necesitamos tanto este tiempo de preparación. Porque ¿de qué sirve la Navidad si no veo mi necesidad eterna del Salvador cuyo nacimiento celebraremos? Cuando encontramos el pecado, nos arrepentimos y nos alejamos de él. La forma en que nos preparamos para celebrar la Navidad es la misma manera en que Juan preparó al pueblo para la primera llegada de Jesús y, de hecho, es la misma manera en que nos preparamos para la segunda llegada de Jesús.

Por cuanto la paz exige una combatividad positiva, la paz debe construirse sobre una base de desarrollo inclusivo y sostenible. Recuerden el mensaje del Evangelio: “Dichosas las personas que trabajan por la paz, porque ellas serán llamadas hijas e hijos de Dios” (Mateo 5:9). Cualquier llamado a la paz y la unidad que haga caso omiso de la injusticia no sólo es vacío, sino que va en contra de la causa de Cristo. No estamos llamado@s a mantener la paz, estamos llamad@s a trabajar por la paz con justicia y mantenerla viva. ¿Estás trabajando por la paz con justicia? El Adviento nos invita a ser combatientes saliendo de la apatía e indiferencia, florezcamos de la zona de confort y comencemos a construir el cielo en la tierra.  

Amen & Ashé.