Sermón completo:
Primer Domingo después de Pentecostés
Domingo de Trinidad: 26 de mayo 2024
Quiero comenzar diciendo que nunca he podido comprender la Trinidad y no pretendo en este momento resolver ese dilema. Pero hay algunas lecciones importantes en este concepto que me parece transcendental resaltar. Por esto estaré acentuando en esta reflexión a Dios como Santísima Comunidad porque es un paradigma de libertad que pretende enseñarnos a vivir y convivir en armonía entre tantas diversidades.
El Domingo de la Trinidad es el único día de todo el año eclesiástico que se dedica exclusivamente a una doctrina, cuyo nombre nunca se menciona en las Escrituras.
Se celebra el primer domingo después de Pentecostés para honrar a la Santísima Trinidad como Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Si bien, como dije antes, la palabra “trinidad” no aparece en las Escrituras, se enseña en Mateo 28:18-20 y 2 Corintios 13:14 junto con muchos otros pasajes de la Biblia. La Biblia nos dice: “Y Jesús se acercó y les dijo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípul@s a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-20). Por lo tanto, el concepto de la Santísima Trinidad nunca puede ser completamente entendido. Ese es el supuesto misterio.
Soy fie creyente que la Santísima Trinidad debe ser vista como una Divinidad-Unidad en armonía que produce liberación de toda opresión. Y segundo, es un paradigma donde Dios nos pide que aprendamos a vivir en la diversidad con armonía. Todo esto se puede resumir en vivencia comunitaria en donde se nos envía a evangelizar destruyendo todo pecado personal y social. De aquí el que nunca vivimos en soledad; siempre vivimos en relación. Todo lo que favorece la convivencia es bueno y valóralo. Por eso vale la pena creer en ese modo comunitario de la existencia de Dios, que es siempre comunión, unión y armonía.
La intención de la Trinidad, ante todo, fue y sigue siendo una manera de describir Dios o pensar a Dios. Pero se necesita, ante todo, ser un tipo de teología “generosa”, una teología que no busque contener ni confinar a Dios y que no en consecuencia, limitan a las mujeres o a los hombres a espacios estáticos, predefinidos, simbólicos, materiales o sociales designados. Pensar en Dios debe ser generoso en sus imaginaciones de modo que permita que las fluideces, multiplicidades, ambigüedades, complejidades y diversidades de las encarnaciones de mujeres y hombres ser teológicamente teorizado, valorado y adoptado.
Las personas oprimidas son las verdaderas portadoras de la esperanza, ya que son las únicas que viven de la esperanza y la necesitan para seguir resistiendo y buscando la liberación. ¿Qué quieren finalmente las personas oprimidas? Quieren algo más que pan, casa y trabajo. Quieren una sociedad que se organice de tal manera que cada un@ con su trabajo pueda ganarse el pan y construir su casa. Y esa sociedad sólo se levantará cuando logre estructuras sobre la participación del mayor número posible de sus miembros, dispuest@s a superar las desigualdades sociales, con la intención de respetar las diferencias y decidir alcanzar la comunión entre tod@s y con un destino que trasciende la historia. Es en este contexto de búsqueda que la Trinidad cobra especial importancia. En ella encontramos nuestro programa liberador definitivamente realizado. Es aquí en donde encontramos y
De nuevo, la descripción de la Trinidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo indirectamente nos presenta una descripción limitada de la liberación de Dios. Por ejemplo, hay dos realidades que podemos encontrar en la Biblia que no están incluidas en estas tres dimensiones de Dios: Amigo y Madre.
La dimensión de Dios como Amigo y como Madre. ¿Qué significa llamar a Dios/Jesús tu amigo@? Ser amig@ de Jesús significa dejarse definir por Él. (Mt 16, 13-23). Jesús pregunta a l@s discípul@s: «¿Quién dicen que yo soy?» Es Pedro quien responde: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». En unos momentos, Jesús responde: «Tú eres Pedro, la Roca». Los verdaderos amigos y amigas ayudan a definirse un@s a otr@s. En el toma y se define la relación genuina, la huella de la verdadera amistad y se vuelve indestructible en el alma de la otra persona.
Cuando Jesús es tu amigo tienes la certeza de que hay Alguien en tu vida que comprende tu fragilidad, luchas y heridas. (Hebreos 2:18).
¿Y que significa llamar a Dios/Jesús tu Madre? Dios nos crea, nos nutre y nos ama como una madre ama a su hij@. La Escritura nos dice que el amor de Dios sobrepasa el amor de una madre, porque, aunque una madre pudiera olvidarse del niñ@ que está en su pecho, Dios nunca podría olvidarse de nosotr@s (Isaías 49:15). Estoy tan agradecido por esa verdad en los momentos en que me siento perdido y solo y vuelvo a descubrir que Dios no me ha olvidado ni me abandonará. Incluso si fallo en todas las pruebas el Dios maternal me acepta tal como soy.
Referirme a Dios como madre amplía mi vocabulario y amplía mi comprensión de lo divino. Sé que Dios es espíritu, un ser más allá de lo masculino y lo femenino. He visto que las Escrituras usan imágenes tanto masculinas como femeninas para explicar cómo Dios se relaciona con nosotr@s. Sin embargo, los pronombres femeninos y los descriptores quedan atrapados en mi boca, un idioma extranjero nuevo para mi lengua. Mi educación conservadora no discutió este ámbito de la teología. Me temo que algun@s incluso lo juzgarían como una herejía.
Dios como Santísima Comunidad es un paradigma de libertad que pretende enseñarnos a vivir y convivir en armonía entre tantas diversidades. Por esto sería apropiado pensar en la “comunidad” que es la Divinidad trabajando para profundizar esa comunidad que es la Iglesia de Cristo. El padre, la madre, el hijo, la hija, el amigo, amiga, etc., que siempre se sirven un@s a otr@s, trabajan en unidad y harmonía incansablemente para ayudar a los hijos e hijas adoptiv@s de Dios a servir fielmente tanto a Dios como a las demás personas.
Una de las principales tareas de la teología pastoral con la Santísima Comunidad es la «desprivatización» del mensaje cristiano, es decir, la superación de la interpretación individualista heredada del pecado, la conversión y la vida nueva, y la recuperación de la dimensión social original del Bien. El pecado tiene una dimensión tanto personal como social; y los dos están interrelacionados y estos son valores que reafirman a la Santísima Comunidad en un contexto saludable.
La opresión institucionalizada ocurre cuando las reglas sociales y escritas, las leyes, los reglamentos, el currículo, las imágenes de los medios, los privilegios, etc., permiten que un grupo dominante como un todo se beneficie a expensas de un grupo subordinado. Por esto el paradigma de Santísima Comunidad no tiene jerarquías. La opresión institucionalizada crea grandes injusticias que pueden afectar la calidad de vida de una persona en duras realidades prácticas como el lugar donde pueden vivir; si sus familias pueden permitirse cuidarl@s; luchas con problemas sociales que tienen sus raíces en la desesperación; su acceso a la atención de la salud; sus oportunidades educativas y laborales; si es más probable que sean objeto de violencia; y cómo son tratad@s por l@s funcionari@s de seguridad pública o l@s proveedor@s de atención médica, o loideres religios@s. Ejemplo de todo esto lo es; el racismo, etnocentrismo, colonialismo, sexismo, heterosexismo, discriminación por edad, discriminación porque soy usuario de drogas, discriminación por mi realidad emocional, física, intelectual, sensorial, etc. Cuando la justicia en todas sus dimensiones no es la espina dorsal de la Santísima Comunidad, todo se viene abajo. Recuerde, evangelismo significa que nosotr@s con la trayectoria evangélica traemos el cielo a la tierra, traemos a Dios, o Diosa, como Santa Comunidad. Amén y Ashé.