Sermón completo:

Domingo de La Transfiguración- 6 de agosto de 2023

Lucas 9:28-36

I-Introducción: Mi principal énfasis en la reflexión de hoy es que la Transfiguración es una forma de recordarnos a nosotr@s mism@s que podemos y debemos construir una nueva humanidad que pueda contrarrestar la crisis moral y de vida que estamos viviendo. La transfiguración es una invitación a transformarnos comenzando por lo personal, luego lo interpersonal, y prontamente llegar a la meta de la transfiguración colectiva. Cuando venimos a Jesús, nunca permanecemos iguales, debemos transfigurar nuestras vidas. En otras palabras, La Transfiguración está haciendo un cambio radical para que nos parezcamos un poco más a Jesús.

Nuevamente, la Transfiguración es una forma de recordarnos que podemos y debemos construir una nueva humanidad que pueda contrarrestar la crisis moral y de vida que estamos viviendo. A lo largo de la historia, las personas han luchado contra plagas, guerras y desorden político. Sin embargo, nuestros tiempos inciertos actuales son diferentes en formas sin precedentes. Si no sentimos que nuestras vidas están seguras, es porque no lo están. Según el último Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, navegamos por aguas desconocidas, atrapad@s en las corrientes cruzadas volátiles del cambio planetario peligroso, la transformación social radical y sociedades cada vez más polarizadas.

La fe impregna nuestro mundo, proporcionando una brújula moral y ética para la mayoría de las personas. La evidencia muestra que, más allá de la práctica religiosa individual, la fe se está moviendo cada vez más hacia la esfera pública y puede afectar varios aspectos de la vida económica y social. Cada vez con más frecuencia, las personas de fe se están convirtiendo en socios clave en organizaciones destinadas a abordar un conjunto variado de desafíos globales, una señal del importante papel de l@s líderes religios@s y las comunidades para lograr el cambio social.

En otras palabras, hay esperanza de un mundo mejor, tú y yo debemos ser parte de esta Transfiguración. Aquí me voy a amparar en las palabras del Evangelio de Lucas (capítulo 1:37): Porque nada hay imposible para Dios. Y también, las palabras y acciones de nuestro profeta Nelson Mandela: “Siempre parece imposible hasta que se hace”. Recuerda, como personas cristianas no fuimos llamadas por Dios a contemplar el mundo, sino a contemplarlo y realizar una transfiguración de cambio.

II-La Transfiguración:

Los tres evangelios sinópticos cuentan la historia de la transfiguración de Jesús (Mat. 17:1-13; Marcos 9:3-13; Lucas 9:28-36), frecuentemente una señal de la importancia de un evento de la vida de Jesús para la comunidad cristiana primitiva. Algun@s erudit@s dicen que el episodio de la transfiguración es en realidad un relato de la resurrección de Jesús que se trasladó a una parte diferente de los evangelios. Otros piensan que tiene sus raíces en un evento visionario real de algún tipo.

Venga de donde venga, la transfiguración es una historia altamente simbólica. Jesús llevó a su círculo íntimo de apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) a una montaña, que en la Biblia es un lugar de revelación, por lo que estaba claro que algo importante estaba por suceder.

Estos tres apóstoles vieron entonces a Jesús como parte de otro trío importante, completado con Moisés y Elías, símbolos de la tradición israelita. Como si eso no fuera lo suficientemente espectacular, la voz de Dios mismo hizo acto de presencia, pronunciando dos frases atronadoras: “Este es mi Hijo” y “Escúchenlo”.

Desafortunadamente, ninguna de las reacciones de los apóstoles mostró que entendieron lo que acababa de suceder. En primer lugar, estaban medio dormidos cuando todo comenzó, no sería la última vez que sucedería en un momento clave. También estaban aterrorizados hasta el punto de decir tonterías sobre la construcción de refugios para las figuras sagradas. Luego, en el camino hacia abajo, comenzaron un debate fuera de tema sobre la resurrección y Elías.

Lo que los apóstoles tampoco entendieron al principio fue que no podían quedarse en la montaña. Uno puede simpatizar con su deseo de una ruptura tan maravillosa del difícil camino del discipulado. Bajar la montaña y volver a esa tarea, sin embargo, tenían que irse.

La Transfiguración de Jesús es la invitación a unirnos a la intimidad de la vida en Dios, indica el camino que debemos seguir para encontrar el sentido de nuestra misión en el mundo. Es la llamada a ir, con valentía, a dar la vida y ser una ofrenda total viviendo en el verdadero amor a Dios y al prójimo. Subamos al monte, despojémonos con su gracia de todo lo que nos aleja de su luz inigualable y lancemos a un verdadero diálogo íntimo con Dios. No se trata de alejarnos, aislarnos y huir de la realidad, al contrario, es decidir emprender el camino con mayor entrega y fortalecidos por su presencia. Hacer un camino de discipulado auténticamente cristiano. Construyamos una nueva humanidad para que podamos decir como Pedro «¡Señor, ¡qué bien se está aquí!

Todas las personas tienen la obligación de procurar que la voluntad de Cristo sea suprema en nuestras propias vidas y en la sociedad humana. Los medios y métodos utilizados para el mejoramiento de la sociedad y el establecimiento de la rectitud entre las personas sólo pueden ser de verdadera y permanente ayuda cuando están enraizados en la construcción de la paz con justicia.

En el espíritu de Cristo, las personas cristianas deben oponerse al racismo, el etnocentrismo, el sexismo, el heterosexismo, el clasismo y toda forma de codicia, egoísmo. Toda persona cristiana debe tratar de poner la industria, el gobierno y la sociedad bajo el dominio de los principios de justicia, verdad y amor fraternal. Para promover estos fines, las personas cristianas deben estar dispuestas a trabajar con todas las personas de buena voluntad en cualquier buena causa, teniendo siempre cuidado de actuar con espíritu de amor sin comprometer su lealtad a Cristo y su verdad.

III-Conclusión: La Transfiguración nos recuerda también que la Iglesia no es algo estático y construido de una vez por todas, sino un sacramento que se renueva y purifica según los contextos sociales donde se realiza. La Iglesia fundada por Cristo no se construye de una vez por todas, sino que es un don del Espíritu que ha ido transfigurando a lo largo de la historia. En esta transfiguración lo importante es que el pueblo se sienta representado, acompañado y servido. La transfiguración es construir una nueva humanidad. Amén y Ashé