Sermón completo:
Escritura: Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en el mundo y yo vuelvo a ti.» Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el nombre que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros. Juan 17:11.
Saludos y bendiciones y feliz Día de Madres. En este Séptimo Domingo de Pascua y Día de las Madres, y el Evangelio de Juan 17:6-19, quiero reflexionar contigo sobre lo que podríamos identificar como nuestras oraciones radicales obtienen respuestas radicales.
En el evangelio de hoy Jesús está orando. Él no está hablando con los discípulos y discípulas. No enseña ni da instrucciones. Él está orando y nosotr@s estamos escuchando. Este texto es parte de la oración de Jesús mientras se prepara para su Ascensión. Contiene sus esperanzas sobre lo que continuará (su legado, por así decirlo), así como sus esfuerzos por equipar y proveer a quienes continuarán en su nombre.
Comencemos por definir lo que es la oración. La oración es el acto o práctica de comunicarse con Dios. La oración no es solo un acto de petición, sino asimismo un acto de ofrecer a Dios una obediencia. Esta obediencia es la aceptación del plan de liberación salvífica que Jesús nos dio. El ejemplo perfecto de esta postura de obediencia fue, por supuesto, Jesús. Él es la encarnación de la obediencia radical.
Renunció a Su vida—intercambiarla por toda la humanidad—es una tarea que nadie más podría asumir. Sin embargo, incluso con lo impensable ante Él, su humilde oración fue: «Padre/Madre, no se haga mi voluntad, sino la tuya».
La obediencia radical, como resultado de la oración radical, dice “sí” incluso si el plan parece una locura o si no es el momento adecuado. La obediencia radical parece un movimiento sin certeza del resultado. La obediencia radical significa creer que Dios no comete errores, que se preocupa por nuestros mejores intereses y que su punto de vista es mejor. Es aquí en donde la fe con acciones hace su entrada triunfal porque todo este asunto de oración y respuesta debe de ser demostrado con acciones.
Santiago dice, «Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Santiago 2:26). La fe sin obras es una fe muerta, porque la falta de obras revela una vida que no ha sido cambiada o un corazón espiritualmente muerto. Hay muchos versículos que hablan de que la verdadera fe salvadora resultará en una vida transformada y que la fe se demuestra por las obras que hacemos. La forma como vivimos revela lo que creemos y si la fe que decimos tener es una fe viva.
En el día de hoy, Séptimo Domingo de Pascua y Dia de Madres, me pregunto, ¿qué acciones Jesús puede estar esperando de mí? ¿Qué escuchas en su oración? No solo estoy preguntando por qué ora. Estoy preguntando qué hay detrás de su oración. ¿Qué está pasando en él? ¿De qué se trata realmente su oración?
Definitivamente Jesús tiene una gran preocupación por construir un relevo o un seguimiento a su ministerio. A mi me parece que existen por lo menos dos fases para dar esta continuidad. Una en el plano personal con nuestro discipulado. El como damos testimonio con nuestras vidas encarnando a Dios en nuestro diario vivir. Y la otra en un plano mas colectivo interpersonal como Iglesia. O sea, el cómo crear Iglesia que sean relevante y reverentes a las realidades que el pueblo está viviendo. Es aquí en donde le damos seguimiento a ese ministerio que Jesús nos compartió, y por el cual vivió, murió, y resucitó.
Veamos todo esto en nuestro contexto ahora mismo. A mí me parece que el Día de la Madre es una buena fecha para agradecerles a ellas todo lo que han hecho por nosotr@s (como darnos la vida), pero también para denunciar la doble moralidad que existe en torno a esta celebración.
Por esto me pregunto, ¿qué significa el Día de la Madre en una cultura patriarcal, femicida y heterosexista? Para celebrar el Día de la Madre con todo el corazón, debemos transformar la institución de la maternidad. Debemos afirmar el derecho de cada mujer a ser diferente y seguir sus pasiones. Debemos garantizar que la maternidad sea una opción y que todas las madres, incluidas las madres solteras, lesbianas, reciban el apoyo que necesitan. Lo más importante es que debemos reconocer este mundo como nuestro verdadero hogar, pero un hogar que debe de ser transformado en un espacio de justicia social, económico, cultural, política, sexual, racial, religiosa, y podemos seguir mencionando.
De acuerdo con UNICEF, en la Naciones Unidas, igualdad de género es disfrutar de los mismos derechos es la mejor manera de promover una vida libre de desigualdad, discriminación y violencia para las niñas, niños y adolescentes de América Latina y el Caribe. Como discípulas y discípulos de Jesús, como Iglesia debemos de entender que la igualdad de las niñas y las adolescentes es responsabilidad de todas y todos.
A mí me parece que el mandato para nuestro discipulado y la construcción de Iglesias que Jesús nos dio puede ser encarnado con lo que para mí es su mandato más radical y difícil lo es el nuevo mandamiento que Jesús introduce para la práctica de nuestras oraciones: Les doy este mandamiento nuevo: que se amen un@s a otr@s. Así como yo los amo, ustedes deben amarse un@s a otr@s. Esta es la oración radical de Jesús y nuestra respuesta radical es la de ponerla en práctica.
Es esta práctica viene muy muy bien la teoría de la persona oprimida, propuesta por el pedagogo brasileño Paulo Freire, la cual se centra en la idea de que la educación debe ser un proceso liberador que permita a las personas comprender su realidad social y transformarla. Una vez la persona oprimida se libera, también libera a la persona opresora porque ahora no tiene a quien oprimir. Esto mis hermanas y hermanos es amar a nuestr@s enemig@s, porque les hemos liberado del pecado social de la opresión.
Por esto Jesús en Mateo 5:13 nos recuerda que somos la sal de la tierra. Y en este simbolismo debemos entender que como sal debemos actuar contra la corrupción, y purificar lo que está contaminado; como sal debemos conservar una alianza de carácter permanente, es decir ser fieles a los compromisos que hemos asumido; y construir una forma de convivencia basada sobre la lealtad mutua y la búsqueda de la paz. En otras palabras, ser sal de la tierra es vivir de tal manera que nuestras acciones de oraciones estén en servicio de los valores del reino/comunidad que Jesús vino a proclamar. Esto solo se logrará si dejamos de despolitizar nuestras oraciones, nuestra fe, y nuestras acciones. O sea, debemos en nuestro radicalismo de Dia de Madre y del Séptimo Domingo de Pascua lo que nuestro San Romero de América nos sigue diciendo: la fe cristiana y la actuación de la Iglesia siempre han tenido repercusiones sociopolíticas. Hermanas y hermanos, como Jesús hagamos oraciones radicales con respuestas radicales.
Bendiciones, y la paz con justicia sea con ustedes y prométanme que van a ser muy felices. En el amor solidario el sacramento más importante. Amen & Ashé.