Sermón completo:

Titulo: Nuestra Cuaresma debe traer el cielo a la tierra.

I-Introducción:

Hola y bendiciones, esta es una reflexión bíblica subversiva del Padre Luis con la teología pastoral del Moriviví en donde estamos cada día en la búsqueda del querer vivir con dignidad y poder ser felices aquí y ahora. Esta teología del Moriviví es un antídoto contra el pesimismo, derrotismo, y apendejamiento al que nos han querido someter. En ella aprendemos que no tengo que morirme para vivir en felicidad, que no debo perder las esperanzas y que siempre hay una solución a las realidades del diario vivir.  

¿Cuál es la enseñanza que debemos tomar del Moriviví?  Podemos caer, pero nos vamos a levantar, podemos ensuciarnos, pero vamos a limpiarnos, podemos quedarnos atrás, pero volvamos a intentar de nuevo. O sea, que hay que seguir viviendo, salgamos de la inercia socio-espiritual en la que estamos. Cada vez que morimos en una de las realidades humanas, volvemos a vivir como el Moriviví. Estos problemas del diario vivir nos dejan sentir el dolor de la esperanza. Por lo tanto, la teología del moriviví es rescatar la esperanza dentro de la desesperanza.  Un mundo mejor es posible, pero tenemos que construirlo. Esa es la invitación del Moriviví: no te rindas.

Este espacio es una invitación a que seamos como el moriviví”, que en un momento determinado creemos que no hay salida y que todo se acabó y de momento quizás ya estamos de pie para seguir viviendo. Es un volver a vivir.

Y es por esto por lo que el mensaje de liberación salvífica nos pone de frente a un Jesús hermano, amigo y compañero que es la vida, vida en abundancia. Y con él traemos el cielo a la tierra.

Gracias por ser parte de este encuentro.

II-La reflexión de hoy es sobre la Cuaresma de liberación.

Titulo: Nuestra Cuaresma debe traer el cielo a la tierra.

Lectura:  Jesús dijo: «No hagan sus buenas obras delante de la gente sólo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio. Mateo 6:1

Dentro de este contexto quiero reflexionar contigo sobre el Miércoles de Cenizas, el cual es el inicio del viaje de la Cuaresma Liberadora, para acompañar a Jesús desde sus días en el desierto (con oración, ayuno y penitencia) hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección. Ese ejercicio de acompañar a Jesús es una especie de premisa para ponernos en forma y de esa manera nos preparamos para acompañar y servir al pueblo, las dos prácticas que le dan vida a lo que estoy llamando una Cuaresma Liberadora.

El comienzo de la Cuaresma es una especie de viaje de buenas noticias: que Dios está cerca y nada puede apartarnos de Dios. Cualquier cosa que hagamos durante la Cuaresma es para llevarnos a Dios y creer en las buenas nuevas. El ayuno, la oración y la limosna (podemos incluir las cenizas) son rituales que nos encaminan hacia Dios, y todas tienen dimensiones sociales, políticas, culturales y comunitarias. Más aún, cualquier cosa que hagamos durante estas semanas es para enriquecer la vida de las demás personas.

Sabemos muy bien que la religión puede usarse por razones individualistas, y egoístas que enajenan al pueblo. Pero también puede ser una experiencia de liberación. Dios pide que nos centremos en su lugar en nuestras vidas a través de nuestra fe que tiene acciones. Es por esto por lo que la Cuaresma es un tiempo para recordar la prioridad de Dios en nuestra vida.

La imposición de las cenizas viene de una antigua tradición hebrea en donde quienes practicaban la religión judía se cubrían con cenizas después de haber pecado o como preparación para algún acontecimiento señalado. Con esta práctica pretendían acercarse más a Dios a través del arrepentimiento. Así, las cenizas tienen sentido simbólico de muerte y expiación, pero también de humildad y servicio, porque es un ritual de reconectarnos con Dios, con la comunidad y con nosotr@s.

De San Romero de Las Américas aprendemos que la Cuaresma es más que un recuerdo teológico, «es vivir con las exigencias de pertenecer a Cristo», caminando hacia la cruz y hacia la resurrección. Por eso, añadía, «no nos debe extrañar que una Iglesia tenga mucho de cruz, porque si no, no tendrá mucho de resurrección. Una Iglesia que se acomoda, que busca el prestigio sin el dolor de la cruz, no es la Iglesia auténtica de Jesucristo». Lo mismo decimos del discipulado. De aquí el que tengamos claro que lo importante en todo esto es que descubramos que la Cuaresma no es una manera de pensar, sino más bien es un estilo de vida en donde caminamos con Jesús y con el pueblo para acompañarle y servirle.  

La Cuaresma Liberadora es un llamado a la conversión que trae como resultado una acción que nos recuerda que como personas cristianas no estamos aquí para interpretar el mundo, sino más bien para interpretarlo y cambiarlo hasta traer el cielo a la tierra. Esta Cuaresma es un reto para que podamos desarrollar nuestra espiritualidad liberadora a través de la cual contemplamos y actuamos en favor de construir un mundo mejor. La Cuaresma nos invita a la liberación colectiva. Es una temporada que celebra la vida, muerte y resurrección de nuestro libertador que vino a ofrecernos la salvación.

Por desgracia hay personas -y la iglesia como institución tiene mucha culpa de esto- que han tomado prácticas comunitarias y las han colonizado en prácticas individualizadas. Nuestra Cuaresma liberadora debe de tener la capacidad de descolonizar estas prácticas. Esto porque la Cuaresma es una invitación radical para que nos transformemos y podamos erradicar los pecados que destruyen las relaciones saludables entre los seres humanos.

Los rituales como el ayuno, la oración, las limosnas, o las cenizas, entre otros, deben de tener la intención de acercarnos a Dios y al resto de la creación. Por lo tanto, no deben de ser prácticas individualistas para celebrarse en privado, sino más bien, prácticas colectivas que se viven con la comunidad. La práctica debe comenzar en lo personal, pero tiene que seguir evolucionando hacia lo interpersonal hasta alcanzar la meta comunitaria. De lo contrario seguiremos secuestrando a Jesús a través de la privatización de los rituales y manteniéndole lejos del pueblo.

En otras palabras, ¿para qué sirven las cenizas para las personas que sufren persecución, no tienen un techo, no tienen comida, son rechazadas por su identidad de género, sexualidad, raza, etnia, religión, no tienen acceso a servicios médicos ni educativos, son personas indocumentadas, etc.? Si este ritual se convierte en una experiencia de liberación comunitaria, puede comenzar por recordarme mi responsabilidad de no contemplar estas opresiones, sino más bien de cambiar cualquier situación de opresión en vivencias de liberación.   

Jesús siempre demostró con sus acciones su preocupación por la comunidad. De aquí lo que llamamos el Evangelio Social de Jesús.  Siguiendo esta realidad, nuestra Cuaresma Liberadora, debe de tener la capacidad de subvertir el desorden que existe actualmente, y nos haga partícipes de un poder que nos lleve a la organización que persigue dejar como resultado la organización sociopolítica y espiritual de nuestras comunidades para lograr la transformación de circunstancias opresoras en experiencias de liberación. Esto mis hermanas y hermanos, es traer el cielo a la tierra. Vamos a resurgir con las cenizas desde las cenizas y vamos a bajar al pueblo de la cruz con rituales de liberación. En esta Cuaresma 2023 no sigamos adorando a un Jesús en la Cruz, el ya no está en la cruz. Salgamos de la esquina del lamento y la nostalgia. Más bien, bajemos al pueblo de la cruz y reconectemos con Jesús a través de acompañar y servir al pueblo para que resucite. Diosa nos bendiga.

Esta es una reflexión desde la Esquina Roja del Padre Luis. Amen & Ashé.

19 de febrero de 2023