Sermón Completo: El evangelio de hoy (Marcos 9:30-37) no nos dice lo que dijeron los discípulos, pero no es difícil imaginarlo: “En el camino discutieron entre sí quién era el más grande” (Marcos 9:34). ¿Cómo imaginas que fue esa discusión? Solo tenemos que recordar las veces que discutimos y nos esforzamos por ser el más o la más grande.

  • Tal vez Simón o Andrés comenzaron afirmando que uno de ellos es el más grande porque fueron los primeros discípulos llamados (Marcos 1:16-17) y la antigüedad importa.
  • Tal vez Pedro argumentó que debería ser él porque es el único que respondió correctamente a Jesús: “Tú eres el Mesías” (Marcos 8:29). Tener razón y tener las respuestas debería contar para algo, ¿verdad? Y tal vez los demás respondieron: “De ninguna manera eres tú, Pedro. Jesús te reprendió y te llamó Satanás. Eso no es tan bueno”. (Marcos 8:33)
  • Tal vez Pedro, Juan y Santiago dijeron que era uno de ellos porque ellos pudieron subir al Monte de la Transfiguración y los demás no (Marcos 9:2). Además de eso, los que se quedaron atrás ni siquiera pudieron expulsar un demonio de un niño pequeño (Marcos 9:18). ¿No debería el más grande tener éxito?
  • Tal vez Pedro se promocionó a sí mismo como el más grande porque caminó sobre el agua (Mateo 14:28-30). Me imagino a los demás poniendo los ojos en blanco y diciendo: «Sí, y te hundiste como la roca que eres» (Mateo 14:30). Después de todo, el más grande es tan bueno como su último logro.
  • Y apuesto a que fue una votación de once a uno contra Judas. Todos sabían que era un ladrón (Juan 12:6). La moral es importante para la grandeza. (Al menos decimos que lo son). Por suerte, Pedro y Judas no habían negado ni traicionado cuando se produjo la discusión. Eso no es lo que haría el discípulo más grande.
  • Tal vez Juan argumentó que él era el más grande porque era el discípulo amado que reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús (Juan 13:23-25). Los más grandes siempre están bien ubicados y conectados en puestos altos.
  • ¿Y qué pasa con esos otros discípulos y discípulas que no son citadas en los evangelios y no tienen un evangelio que lleve su nombre? No podrían ser ellos o ellas.

Las personas ciudadanas son mejores que las extranjeras residentes, que a su vez son mejores que las personas inmigrantes indocumentadas. Las personas educadas académicamente son mejores que las que tienen poca o ninguna educación. Las personas ricas son mejores que las pobres. Las personas con empleos son mejores que las desempleadas. Las personas que hablan español son mejores que las que hablan inglés. Los hombres son mejores que las mujeres y los heterosexuales son mejores que las personas gay, lesbiana, trans, etc. Las personas blancas o de piel clara son mejores que las de piel oscura. El o la estudiante dotada y talentosa es mejor que el o la estudiante de la clase de taller. Las personas cristianas son mejores que las personas judías, musulmanes o yorubas. Las personas que no consumen drogas sienten que son mejores que quienes las consumen. Las personas que no han estado encarceladas piensan que son mejores que quienes han estado o están encarceladas. Las personas con un diagnóstico psiquiátrico piensan que son mejores que quienes están bajo tratamiento psiquiátrico. Y la lista podría seguir y seguir.

Puedo imaginar fácilmente a cada discípulo y discípula defendiendo su propia grandeza y defendiendo la grandeza de l@s demás. ¿Sabes por qué me resulta tan fácil imaginarlo? Porque a menudo es la conversación que tengo en mi cabeza conmigo mismo. Tal vez tu también lo sepas.
Parece que siempre estamos estableciendo jerarquías de grandeza. Observen las jerarquías en nuestro mundo y nuestro país hoy. Están a nuestro alrededor. Vivimos con ellas y participamos en ellas, incluso si no las hemos creado nosotr@s.

Obviamente no sé qué dijeron los discípulos ola más grande rara vez realmente su discusión sobre la grandeza, pero estoy convencido de que no sacó lo mejor de ell@s. Esforzarse por ser y discutir sobre quién es la personas más grande, o importante, rara vez saca lo mejor de nosotr@s. “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Así es como Jesús entiende la grandeza. Ser humilde no significa que tengas que carecer de confianza o convicción, pero sí significa que tu comprensión y tus deseos siempre están colocados en sumisión a Dios.

¿Qué pasaría si la grandeza en la mente de Jesús no se trata de cuánto tenemos o de lo que hemos logrado, sino de lo que hemos ofrecido y hecho por las demás personas? ¿Qué pasaría si dejáramos de discutir y esforzarnos por ser las personas más grandes, y buscáramos descubriendo, recuperando y sacando lo mejor de nosotros o nosotras mismas y de las demás personas? ¿Cómo se vería eso en tu vida hoy?

¿Qué pasa contigo y conmigo? Me pregunto qué dicen las demás personas sobre nosotr@s. ¿Somos tú y yo la mejor persona que alguien haya conocido o simplemente estamos discutiendo sobre nuestra grandeza?
Jesús siempre nombra y llama a lo mejor que hay en nosotr@s. Por el amor de Dios, por el amor del mundo, por el bien de nosotr@s mism@s y de l@s demás, dejemos de discutir sobre quién es el o la más grande.

En el libro de Santiago, él explica cómo podemos acceder a la verdadera fuente de sabiduría. Recuerde el capítulo 1, versículo 5: “Si alguno de ustedes tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Santiago dice que la verdadera sabiduría viene “de arriba” (3:15, 17). Esta es la verdadera sabiduría. Se caracteriza por la pureza, la paz, la sensatez, la misericordia, los buenos frutos, la imparcialidad y la ausencia de hipocresía (3:17). Es el tipo de sabiduría que tenía Jesús y lo que en verdad nos hace grandes.

Jesús manifiesta el principio general de la grandeza en Marcos 9:35: “Y sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos”.

¿Eres grande? Si lo eres, entonces no tienes que alardear, ni llamar la atención sobre ti mism@, ni siquiera pensar que eres mejor que nadie en el mundo. Las personas verdaderamente grandes ni siquiera piensan en eso. Siguen adelante como niños, como niñas, creyendo y confiando humildemente en Jesús y siguiéndolo.

¿Qué haría falta hoy para ofrecerle a otra persona lo mejor de ti? Es aquí donde estamos sacando lo mejor de nuestra humanidad. Amén y Ashé.