Sermón completo: Job 1:1; 2:1-10; Salmo 26; Hebreos 1:1-4; 2:5-12; Marcos 10:2-16

A primera vista, el pasaje de Marcos 10:2-16 parece un poco desconectado. Comienza con una discusión sobre el divorcio y termina con una discusión sobre entrar en el reino-comunidad de Dios como niñas o niños. Si bien parecen estar desconectados, en realidad están conectados. Permítanme explicarlo.

Pero antes, pongamos dos puntos claros sobre la mesa. Este Evangelio de Marcos 6 no es un paradigma de Jesús en contra del divorcio. Tampoco es un paradigma para rechazar la unión matrimonial entre parejas del mismo sexo. Este es un Evangelio para validar la preocupación de Jesús sobre la calidad de las relaciones que como seres humanos establecemos; sin abuso, sin explotación, pero con compasión, amor y respeto. Este Evangelio es una invitación a que comencemos a producir una cultura que promueva las relaciones amorosas sanas entre parejas. Y como a Jesús le encanta ponernos a realizar autoevaluaciones, es un evangelio para identificar y combatir nuestra vulnerabilidad. Teniendo este asunto claro, volvamos al Evangelio y el resto de su enseñanza

En un mundo en el que las personas poderosas suelen aprovecharse de las débiles, es reconfortante saber que un poder superior vela por las personas inocentes y vulnerables. La explotación, la manipulación y el abuso de poder pueden adoptar muchas formas, pero una cosa es segura: Dios está del lado de la víctima y espera que nuestros discipulados y nuestras iglesias lo hagan también. Y del lado de las víctimas, no solo para confortarlas, pero asimismo ser parte de su proceso de liberación de esa opresión.

El Evangelio de Marcos no pretendía ser un diario de las actividades de Jesús. Más bien, pretendía enseñarnos cómo debemos vivir nuestras vidas como personas cristianas. Para lograrlo, Marcos a menudo pone dos o más historias que parecen diferentes una al lado de la otra debido a la conexión más profunda entre ellas.
Tal es el caso de la lectura del Evangelio de Marcos de hoy. Jesús está tratando de decirnos que debemos mostrar preocupación por las personas menos afortunadas de la sociedad, esas que son vulnerables. En el tiempo de Jesús, y dentro de un modelo patriarcal, las mujeres y los niños/niñas estaban entre los menos afortunadas de la sociedad porque tenían muy pocos derechos. De hecho, las mujeres eran consideradas propiedad de sus maridos. Un hombre podía divorciarse de su esposa por razones aparentemente insignificantes, como quemar la comida, no mantener limpia la casa o desobedecer su autoridad. Todo lo que el hombre tenía que hacer bajo la Ley de Moisés era escribir una carta de divorcio, dársela a la mujer y despedirla. No es de extrañar que la prostitución se mencione tantas veces en la Biblia. Era la única forma en que una mujer divorciada en esa sociedad podía mantenerse económicamente a sí misma y a sus hijos e hijas, especialmente si no tenía otros parientes varones que pudieran mantenerla.

La sociedad actual es la misma. No es un secreto que en una relación heterosexual luego del divorcio la mujer se empobrece. Hay muchas mujeres divorciadas que trabajan para mantenerse a sí mismas y a sus hijos e hijas sin el apoyo de su exmarido. Si bien el plan de Dios es que los matrimonios o nuestras relaciones sean perdurables, Dios también se da cuenta de que el divorcio es una realidad debido a nuestra naturaleza humana frágil y pecadora. Y esto porque Dios también se da cuenta de que hay situaciones en las que el divorcio es necesario, como en el caso del abuso físico, social, sexual, económico o emocional.

No es un secreto cuando reconocemos que el divorcio no sólo afecta a los cónyuges, sino también a sus padres, madres, hermanos, hermanas, amistades, compañer@s de trabajo y, sobre todo, a sus hijos e hijas. Por esto se debe manejar con mucha precaución. Nuestra relación con Dios es como un matrimonio y, como todo matrimonio, requiere trabajo de nuestra parte; es decir, amor, respeto, fe y compromiso. Pero el divorcio es una opción dentro de una relación problemática.

Jesús siente un cariño especial por las personas vulnerables de la sociedad. Por eso, en la primera parte de este pasaje del Evangelio de Marcos, tuvo el debate con los fariseos. Una de las intenciones de Dios para el matrimonio es la protección de las personas vulnerables, es decir, las mujeres y los niños y niñas, contra el divorcio causado por cualquier motivo. Jesús puso a las mujeres, los niños, las niñas y a todas las personas vulnerables en pie de igualdad con el resto de la sociedad. Al hacerlo, les mostró que el amor de Dios y el reino-comunidad de Dios son para todas las personas.

Jesús vuelve a hablar sobre el tema: “Dejad que los niños y niñas vengan a mí, no se lo impidan…”. Pero no se detiene allí. Jesús les dice a los discípulos y discípulas que den la bienvenida a las personas vulnerables en su medio y luego les dice que se vuelvan como ellas. La manera de suavizar nuestra dureza de corazón hacia Dios es volvernos vulnerables, estar necesitad@s para estar dispuest@s a recibir.

El Salmo 82:3-4 nos instruye a defender a las personas débiles y huérfanas, a defender la causa de las personas pobres y oprimidas. Esto incluye proteger a quienes están en relaciones abusivas y oponernos a la injusticia. Es nuestra responsabilidad eliminar todo proceso de opresión comenzando en este caso con el machismo, patriarcalismo, sexismo y misoginia. La lectura para hoy en Job 1y 2 nos recuerda que hay que leer historias de sufrimiento con las personas que sufren; y hay que tener solidaridad con y para las personas que sufren. Por todo esto la iglesia y nuestros discípulos deben de entender que muchas veces debemos de reconstruir las estructuras sociales, culturales, políticas y religiosas que promueven y validan la opresión. Esto es ministrar radicalmente.

Recuerda, construir una relación saludable proporciona placer y calma, y construye progresivamente un espacio de sanación en el que se pueden abordar heridas y patrones de comportamiento que están presentes en la vida cotidiana. Este es también un buen paradigma para nuestros discipulados y nuestras maneras de construir iglesias, transformando toda vulnerabilidad en experiencias de liberación salvífica.

Amen & Ashé.