Sermón completo:
Séptimo Domingo después de Pentecostés: Propio 9; 7 de julio de 2024
2 Samuel 5:1-5, 9-10; Salmo 48; 2 Corintios 12:2-10; Marcos 6:1-13
La lectura del Evangelio de hoy en Marcos 6:1-13 ocurre justo después de la curación de la mujer con hemorragia y la resurrección de la hija de Jairo de entre las personas muertas. Son dos historias diferentes sobre la fe, y ahí es donde termina la similitud. A diferencia de los dos milagros que escuchamos en Marcos 5:21-43, la primera parábola que escuchamos en este pasaje es sobre la falta de fe. Recordemos que cuando Jesús regresó a su ciudad natal de Nazaret, las historias de sus curaciones y milagros se habían extendido por todas partes. Incluso la gente de su ciudad natal había oído hablar de su popularidad, por lo que era de esperar que la multitud de su ciudad natal lo aceptara y lo recibiera con los brazos abiertos. Lamentablemente ese no fue el caso. Fue visto como hijo de un carpintero o hijo de María y José, y no como Hijo de Dios.
Para empezar, la mayoría de la gente tenía poca formación escolar, si es que tenían alguna. No podían leer los preciosos rollos en la sinagoga, por lo que la única manera de conocer su herencia religiosa era escuchar a los rabinos, que eran supuestamente personas educadas. Jesús no tenía la formación formal requerida para los rabinos, por lo que, a los ojos de la gente, él era simplemente un niño local que se estaba “dando aires”. Para empeorar las cosas, los escribas de Jerusalén difundieron rumores sobre Jesús, rumores que también habían llegado a Nazaret. Y esto porque vieron que sus intereses de explotar y controlar al pueblo se veían amenazados. Por ejemplo, en Marcos 3:23 Jesús fue acusado de trabajar con el diablo.
Jesús tomó el rechazo con calma y continuó su ministerio enviando a su discípul@s. Los envió con sólo lo más básico: una capa y un bastón. Quería que confiaran en Dios para satisfacer sus necesidades. Debían concentrarse en su misión. Además, la costumbre judía de aquella época era ofrecer hospitalidad a las personas viajeras. Jesús quería que sus discípul@s se quedaran en la primera casa que les ofreciera un lugar donde quedarse en cada ciudad o pueblo que visitaran, en lugar de mudarse de casa en casa.
Es necesario volver a escuchar hoy las advertencias sobre las trampas de la opulencia, especialmente cuando escuchamos historias de millones de dólares fluyendo hacia los ministerios cristianos, dólares que se utilizan para financiar los estilos de vida de los y las líderes religiosos en lugar de usarse para hacer la obra de Dios en el mundo. Necesitan parecerse más a Jesús en el sentido de que la simplicidad funcional es mejor. Este mal llamado evangelio de la prosperidad es una estrategia dentro de nuestro sistema capitalista que complementa, favorece, promueve y bendice medidas neoliberales de una economía de mercado. Estas personas que se hacen llamar teles evangelistas lo que hacen es robarle al pueblo lo que le pertenece a través de meterles miedo con el infierno. Y nuestro sistema político no va contra estas personas porque son una gran ayuda para crear un futuro en el más allá sin repercusiones en el mas acá. Diciendo que el diablo causó todas estas injusticias. Esto es lo que se conoce como la religión que es un opio, esa que adormece al pueblo y les mantiene en un aturdimiento desesperanzador.
Dios nos llama a dejar de lado algunas de las suposiciones y reglas que tenemos sobre cómo siempre hemos hecho las cosas. Las reglas pueden ser más un obstáculo que una ayuda en nuestro camino espiritual. Nos llama a dejar atrás nuestro orgullo y ego. Ella nos quita estas cosas para que podamos viajar livian@s nuevamente y confiar en el poder de Dios.
Interesante en todo esto es que podamos entender que Jesús y sus discípulas y discípulos siempre desafiaron el statu quo y hoy necesitamos más personas como estas. Necesitamos personas que digan la verdad y nos saquen de nuestras cómodas vidas. Necesitamos personas que consuelen a las personas afligidas y aflijan a las personas que están cómodas para que acaben de solidarizarse con un sistema de justicia social, político, económico, y religioso. Necesitamos personas que cooperen con el plan de liberación de Dios. En otras palabras, necesitamos gente de fe con acción por la justicia en todas sus dimensiones.
¿Que nos van a rechazar? Ese es parte del mensaje del evangelio de hoy. Rechazaron a Jesús, ¿qué te hace pensar que a ti no te van a rechazar? Mírelo de esta manera. Esta historia representa uno de los pocos fracasos en el ministerio de Jesús, pero también muestra su lado humano. Al igual que Jesús, todas las personas enfrentaremos el fracaso en algún momento de nuestras vidas. El fracaso es difícil porque la sociedad nos ha condicionado para el éxito, pero no nos ha preparado adecuadamente para el fracaso. No tengamos miedo al fracaso, aprendamos del mismo y construyamos mejores estrategias de luchas y resistencias.
Jesús enfrentó el fracaso, y siguió adelante. Combatió abiertamente la teología del apendejamiento y me invita a mí y a ti a hacer lo mismo. Podemos enfrentar el fracaso y seguir adelante si tenemos la fe con acción, el coraje, la sabiduría y la fuerza que vienen con creer en Jesús y tener compañerismo con otras personas. Cuando Jesús envió a los o las discípulas, les preparó para afrontar el fracaso. Él nos prepara constantemente para el fracaso a través de su palabra y nuestra fe con acción.
Pero aquí tenemos el reto de Jesús para que confiemos en que los cambios favorables son posibles. Buscar lo desconocido requerirá coraje, esfuerzo, tal vez algo de dolor y fortaleza como cuando hacemos ejercicios en el gimnasio. Es como una especie de incomodidad radical que me transforma para yo asimismo transformar a las personas y al resto del mundo incluyendo nuestra ecología.
En resumidas, ¿qué está diciendo Jesús aquí? Creo que vemos un destello de la esperanza de Dios sobre cómo se llevan las buenas nuevas al mundo. No creo que Jesús esté midiendo su fe, dispuesto a sanar a las personas una vez que alcanza cierto nivel. Porque no es así como funciona la fe. La fe no es una cantidad sino una postura, una voluntad de ver lo que Dios está haciendo y decir: «Puede que no esté totalmente segur@, pero estoy dispuest@ a dar un paso en esa dirección».
Jesús nos está dando un ejemplo de la realidad de que estamos llamados y llamadas a ser cocreadores de la comunidad de Dios. Jesús dice repetidamente a lo largo de los evangelios que no son estos actos de poder los que traerán el reino de Dios, o sea, el nuevo mundo. La gente no se convencerá por unos pocos ejemplos del poder de Dios. No, la gente estará convencida de lo que Dios está haciendo en el mundo gracias a la comunidad fiel de personas dispuestas a encarnar y vivir las buenas nuevas de Dios. Personas dispuestas a ser cocreadores y cocreadoras con Dios con un mundo nuevo. La invitación aquí es que debemos parir un mundo nuevo, pero mejor.
Todo esto lo podemos ver ilustrado en esa increíble canción que el canta-autor cubano, Silvio Rodríguez escribió: La era esta pariendo un corazón. Esta no es sólo una canción; es un reflejo de la experiencia humana, un llamado a la empatía y un recordatorio de nuestra responsabilidad de cambiar el mundo. Sus palabras resuenan profundamente y provocan introspección, convirtiéndola en una invitación para que no tengamos miedo al fracaso y practiquemos el amor solidario, el sacramento más importante. Y escuchemos como nos dice Exequiel 36:26: Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Hermanas y hermanos, vamos a parir un nuevo corazón.
Amen & Ashé.