Sermón completo:
En este Quinto domingo de Pascua y el Evangelio de Juan 15:11-18, quiero reflexionar contigo sobre lo que podríamos llamar en nuestra relación con Dios como, vida incondicional, lo cual es lo mismo que decir; amor incondicional.
Si alguna vez has intentado buscar un significado para el concepto de amor incondicional, entonces sabe que puede parecer un concepto abstracto. Pero no debería ser así. El amor incondicional es una forma de amar algo o alguien de una manera que es incondicional y totalmente libre de expectativas. La idea es que usted decida amar a algo sin necesidad de recibir nada a cambio. Esta idea se aplica tanto a los demás como a uno mismo. Y es este amor incondicional, practicado a través de una vida incondicional, lo cual caracterizó a Jesús en su ministerio.
La parábola en Juan 15 puede parecer un poco abstracta, pero es posible poder captar su mensaje. Jesús es la vid, nosotr@s somos el pámpano, y Dios es el labrador o labradora. Ahora bien, ¿qué significa todo esto? Piensa en lo que haces en tu vida diaria que te deja exhaust@. Me refiero a las cosas que te dejan emocional y físicamente agotad@. Éste no es el tipo de cosas para las que dormir hasta tarde, tomarse un día libre o irse de vacaciones sean el antídoto. Se trata de algo más que estar en cansancio. El constante esfuerzo físico y emocional agota y vacía nuestro espíritu. Sientes que tu alma se seca incluso cuando tus lágrimas se acercan cada vez más a desbordarse. Haces lo que tienes que hacer, pero en realidad no es lo que quieres hacer. Das tu tiempo y tu esfuerzo, pero no tu corazón. ¿Cuáles son esas cosas para ti? ¿Cuál es el número uno en tu lista? ¿Cuál es el número dos? Ni siquiera vayamos al número tres. Dos son suficientes. Sospecho que entiendes lo que te estoy preguntando.
Ahora piensa en esas cosas que haces y que parecen no requerir ningún esfuerzo. Simplemente fluyen. Estás en la zona. Son las cosas en las que te sumerges totalmente. Traes todo lo que eres y todo lo que tienes. No retienes nada. Lo das todo y no lo harías de otra manera. Te sientes liger@ como una pluma. Te sientes plen@ y complet@. Miras el reloj y te preguntas dónde se fue el tiempo. No quieres parar y cuando lo haces no puedes esperar hasta poder empezar de nuevo. Se trata de sinceridad y es el antídoto contra el cansancio. ¿Cuáles son esas cosas para ti? ¿Cuál es el número uno en tu lista? ¿Cuál es el número dos? ¿Número tres? ¿Cuatro? No puedes tener demasiados de esos.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre las cosas de sus dos listas? Uno toma todo lo que tenemos y nos sentimos agotad@s pero el otro damos todo lo que tenemos y nos sentimos con mucho vigor. Uno siente como si nos estuviéramos estrellando, el otro como si estuviéramos volando. Uno nos deja sintiéndonos con agotamiento y agradecid@s de que el día finalmente haya terminado. El otro nos deja sintiéndonos, “un buen cansancio” y estamos en agradecimiento por el día. ¿De qué trata eso?
¿Y qué pasa si esas dos listas son dos formas de vida? ¿Y si esas dos formas de vivir fueran dos ramas en cada una de nuestras vidas? ¿Y si un pámpano da fruto y el otro nos deja muriendo en la vid?
Al mirar esas dos listas de mi vida (y tal vez esto también sea cierto para tu vida), encuentro que mi primera lista trata sobre la productividad. Se trata de mi necesidad de hacer, de lograr, de cumplir con las expectativas, de recibir aprobación y que me quieran. Se trata de mi determinación, mi trabajo, mi esfuerzo, mi voluntad. Se trata principalmente de mi ego, de medir mi valor y de llevar la cuenta. He medido la productividad con insignias de mérito, trofeos y calificaciones; horas facturables e ingresos; marcas de verificación en la lista de tareas pendientes; títulos, ascensos y puestos; y de mil maneras más. Llenaron los estantes de mi vida, pero vaciaron mi corazón.
La segunda lista, sin embargo, trata sobre mi fecundidad. Se trata de una forma de ser que le da sentido a mi vida. Es saber mi valor aparte de mi utilidad. Es ver la abundancia de vida como una cualidad, no una cantidad. Es tener valores en lugar de medir el valor. Es descubrir y seguir el propio propósito independientemente de la aprobación, el reconocimiento o la recompensa de los demás. Es estar cómodo contigo mism@. Es saber que perteneces y tienes un lugar. Las cosas simplemente parecen encajar. Es estar en conexion y permanecer en algo más grande que nosotr@s mism@s. Quizás en lugar de fecundidad una palabra mejor para todo esto sea sinceridad. Esos son los momentos en los que me presento a la vida con un sí enfático y agradecido.
Me pregunto si a veces dejamos que nuestra productividad afecte nuestra fecundidad y sinceridad. Hacemos el trabajo y pagamos lo que nos corresponde, pero ¿a qué costo? ¿Qué has perdido hoy en tu vida al vivir desde un lugar de productividad en lugar de todo corazón?
Seamos honest@s. Jesús no fue demasiado exitoso, productivo ni realizado. Dependía de los benefactores para pagar sus gastos. Y simplemente no hay mucho que incluir en un currículum. Nacido en Belén. Una fuga a las doce. Bautizado a los treinta. Rabino itinerante durante tres años. Muerto a los treinta y tres años. Resucitó tres días después. ¿Qué hacía realmente a diario?
Durante tres años apareció. Él estaba presente. El escuchó. Él amó. Conectó con la gente. El rezo. Fue fiel y obediente. Contó historias sobre la vida y la búsqueda de significado. Ofreció misericordia y perdón. Compartió comidas. Fue compasivo. Tocó los lugares heridos y quebrantados en la vida de las personas. Tenía una visión de una nueva vida y una forma diferente de estar en el mundo. Ofreció esperanza. Señaló una vida más allá de la suya. Ayudó a las personas a conectarse consigo mismas, entre sí y con Dios. No hizo mucho, pero marcó una gran diferencia. En resumen, fue más fructífero que productivo. A esto es a lo que se nos invita.
En esta parábola de la vid verdadera aprendemos que llevar el fruto del Espíritu no es opcional. Llevar fruto es el resultado de la obediencia a la Palabra de Dios. Y aquí está la parte difícil de ese tipo de vida. Viene sólo quitando las ramas de nuestra vida que no dan fruto y podando las que sí lo hacen.
Recuerda, la vida incondicional con un amor incondicional debe de ser expresada cuando acompañamos y servimos a la creación de Dios. Créeme cuando te digo que hoy te encontraras con Dios para que demuestres este amor. Dios va a venir vestido de persona desamparada, usuaria de drogas, enferma, hambrienta, encarcelada, con discapacidad física, emocional, sensorial o intelectual. Es más Dios es tan atrevida que se atreve aparecer en mi vida hoy como una persona gay, lesbiana, trans, etc. O como una mujer víctima de feminicidio o un pueblo Palestino que sufre el genocidio por parte de Israel y Estados Unidos. NO le rechacemos. Busquemos la manera de seguir conectad@s a la rama de la vid que es Jesús y de dar frutos, porque el dolor de mis hermanas y hermanos no me puede ser indiferente. Esto es vivir una vida con amor incondicional. Por esto te pregunto, en el contexto de la vid verdadera, ¿qué hay en tu vida hoy que necesito eliminar, cortar, liberar y dejar ir? ¿Y qué es necesario podar, cuidar, nutrir y cuidar?
Bendiciones, y la paz con justicia sea con ustedes y prométanme que van a ser muy felices. En el amor solidario el sacramento más importante. Amen & Ashé.